Contexto
Dos comentarios a mis bendiciones
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Uno fue de mi tocayo y querido ex presidente del Club Primera
Plana José Carlos Robles Montaño, en su prólogo amable y fecundo
para el suscrito.
Vivió feliz con su hermosa familia. Abuelo se fue al cielo en su
rancho de Atlacomulco, México. Disfrutaba de caballos, becerros,
borregos, que atendía sábados y domingos.
Entre semana, perdón por la franqueza, con otra clase de
vertebrados. Los que decimos escribir.
Y otro del editor Heberto Ruz, vecino nuestro, que ya radica en
Canadá, con su esposa Magda, sus hijos y sus nietos.
Leamos lo que escribió don José Carlos Robles Montaño:
“Si difícil misión es prologar un libro de un escritor X, es
imposible, para mí, elaborar un exordio para un texto como el que
ahora me pone ante mis ojos el siempre respetado y maestro de
periodistas Carlos Ravelo Galindo.
“Luego de leer Mis Bendiciones, ya no me quedan dudas de que
es muy cierto el viejo dicho de que “el periodista no nace; se hace”
Y tú, Tocayo, te hiciste periodista en la redacción del viejo
Excélsior con auténticos “santos” del periodismo: Salvador y Enrique
Borrego Escalante, Roque Armando Sosa Ferreiro, Víctor Velarde,
Manuel Becerra Acosta, por sólo mencionar a algunos de los que tanto
aprendiste y luego nos transmitiste sus enseñanzas.
Con Mis Bendiciones, Carlos, reviviste un pasado “que no
volverá”, como dijera el poeta. Viejas redacciones con olor a tinta; y
teclas que resonaban en las viejas Remington, Olimpia, Olivetti como
disparos de Máuseres y carabinas 30-30 que hacían que los bigotes
les olieran a pólvora a los hombres de la Revolución.
Cuántos días y años –como lo refieres- juntos “arreglamos el
mundo”; no México, porque con los panistas en el gobierno del país
que tanto amabas, poco o casi nada queda. Comilonas y beberecuas
en el Club Primera Plana que nos hermanaron y soldaron una amistad
que perdura.
Mis Bendiciones es un texto de lectura obligada para los que se
precien de periodistas; más los que vamos de “volada” para el siglo de
vida como nuestras respetadas sabias “reliquias”: Carlos Estrada Lang
y Alfredo Ruiz del Río.
Quienes nos ganamos la vida apalcuachando teclas ya tenemos
un nuevo libro de cabecera.
Leerlo más de una vez para descorrer telones que nos presentan
no como ángeles exterminadores sino como lo que somos: mortales
que quiérase que no hemos sido testigos de la historia del México
nuestro.
Para tu olfato periodístico no escapó la gran “conspiración del
silencio” que ya vivimos.
“Privatizar” los medios de comunicación: prensa, radio,
televisión y van sobre la internet, para cortarles las alas a los
periodistas independientes que se niegan a ser lacayos del gobierno o
de una iniciativa privada depredadora.
Un apetito de los “periodistas multimillonarios” que va a ser muy
difícil de alcanzar así lo quieran los globaliza dotes y aquellos que ya
ven llegar los tiempos del gobierno mundial, porque nunca faltarán
reporteros y caricaturistas que los saquen al balcón y los exhiban tal
como son: traidores de la patria.
Me encantaron las bendiciones que les diriges a todos aquellos
que “comprenden tu falta de memoria, “a aquellos que disimulan
cuando derramas el café”; “benditos todos los que han llegado hasta
aquí”.
Y algo más, mí siempre respetado Tocayo:
Tú, hombre de fe, sí puedes dar bendiciones, repartir sonrisas
como panes y saludos como espigas.
Bienvenido al mundo de las letras Mis Bendiciones. José Carlos
Robles Montaño”.
Y Heberto Ruz escribió:
“Después de haber leído el borrador que Carlos Ravelo Galindo
presenta, el primer comentario es: que se trata de un documento que
evoca, recuerda y divierte.
El contenido de esta obra será en primer término apreciado por
los miembros del Club Primera Plana en donde se recuerdan un sin fin
de anécdotas, incluso contiene los estatutos de dicho Club y gente del
Excélsior de antaño.
A lo largo de la obra aparece en medio un ejemplo de redacción
de noticia muy interesante referente a la memorable fuga de la cárcel
del Palacio de Lecumberri.
Muy buenas anécdotas periodísticas. Importante cobertura sobre
el trabajo o des trabajo de Julio Scherer. De sus antecesores. Y
sucesor.
Libro nostálgico y de interés para los amigos de aquella época
en primer término y para interés de los recientemente egresados
profesionales del periodismo si es que se interesaran en cómo se
manejaba el periodismo de una época en la que la libertad de
expresión estaba tras las rejas… ¿sin candado a veces?
A medida que nos acercamos al final encontramos interrupciones
–así lo expresa el autor- para referirse e incluso transcribir un cuento
de la abuela –hermoso, por cierto- que confirma que la obra se dirige
prácticamente a aquellos que le conocen y que conocen a los
personajes que se citan en el libro.
Con el capítulo: “Benditos sean aquellos que aún me alientan” se
confirma que esta obra va a un público selecto: Familiares, Amigos,
Miembros del Club Primera Plana y algunos periodistas interesados
más que en los temas, en la época, y en Excélsior.
Eso sí, si se busca un libro que con la verdad logre ser ameno,
divertido y aleccionador, habrá que leerlo.
Desde el ámbito comercial, podría tener éxito con una ligera
promoción que tendrán que aceptar hacer algunos periodistas que
cuenten con micrófono, cámaras o pluma.
No hay duda –desde la óptica comercial- que entre amigos
periodistas de ayer y hoy y miembros del Club Primera Plana, este
libro volará”.
Entre paréntesis, en nuestra escasa biblioteca aún tenemos
ocho.
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