Eliminar autónomos, un autoengaño/Bryan LeBarón
Qué difícil para el saber.
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Tal como lo califica un especialista. Los libros de texto gratuitos,
son una historia de polémicas.
Desde 1960 han sido entregados a los estudiantes más de siete
mil millones de ejemplares, que en la actualidad ya son también para
otros niveles escolares.
José Antonio Aspiros Villagómez, además para sustentar su
aseveración, recurre a la historia oficial y pública del tema. Desde su
nacimiento. Hasta hoy:
Estamos con él: Qué difícil.
Así llegamos a 2021. En que la Secretaría de Educación Pública
convocó a artistas, artesanos, ilustradores, diseñadores gráficos,
escultores, fotógrafos, grafiteros, artistas urbanos, pintores,
coreógrafos, creadores de infografías, dibujantes y escenógrafos, para
que participaran -y cedieran sus derechos- en la edición 2021-2022 de
los textos para primaria, a cambio de una constancia curricular y un
ejemplar del libro. Nada de pagarles.
Se llegó al extremo de establecer un convenio de la SEP con la
Academia Mexicana de la Lengua (AML) para evitar fallas en lo
sucesivo, y entonces explotó la Asociación Mexicana de Profesionales
de la Edición (PEAC).
Desde luego la invitación fue considerada ofensiva y rechazada
por los posibles interesados y, una vez más, surgió la protesta de
PEAC -encabezada por la maestra Ana Lilia Arias- en apoyo a los
artistas:
“Renovar los libros de texto gratuitos con generosidad, no tiene
por qué disociarse de una retribución económica justa y bien
reglamentada por las leyes que regulan la operación de los programas
públicos. Aún en época electoral”, dice el posicionamiento, pues según
los convocantes el pago “podría malinterpretarse en medio de un
periodo electoral”.
Pero la SEP ignoró a los profesionales inconformes y trabajó con
otros.
Este 7 de abril la titular Delfina Gómez anunció que mil 882
personas habían creado en cinco días los contenidos, sin detallar
cuántos correspondían a obra gráfica y cuántos a los textos, ya que
también hubo una convocatoria para eso, igual, sin pagarles.
Más que difícil. Qué peligroso.
Si cuando hacían esos materiales los expertos hubo tantos
problemas como los mencionados enseguida en este repaso, no
imaginamos qué clase de libros van a recibir los alumnos el próximo
año escolar.
Así es la historia irrefutable:
Desde 1960 han sido entregados a los estudiantes más de siete
mil millones de ejemplares, que en la actualidad ya son también para
otros niveles escolares.
El presidente mexicano Adolfo López Mateos implantó durante
su mandato (1958-1964) los libros de texto únicos, obligatorios y
gratuitos para la educación primaria en todo el país, que fueron
propuestos por el entonces secretario de Educación, Jaime Torres
Bodet.
En sus orígenes estos libros fueron criticados por la oposición
política y por los padres de familia de escuelas particulares.
Hubo en Monterrey quienes los llamaron “libros comunistas”,
porque no hablaban de la propiedad privada.
También la industria editorial se inconformó al no ser invitada al
negocio de la producción (sino hasta mucho después).
Durante las seis décadas transcurridas han tenido lugar otros
cuestionamientos y en la actualidad se vive uno más, ahora porque
convocaron a ilustradores para que aporten contenidos gráficos para
las nuevas ediciones, pero no les van a pagar.
Entre las controversias surgidas puede citarse la de finales del
sexenio de Carlos Salinas (su secretario de Educación era Ernesto
Zedillo), cuando los libros de Historia fueron retirados porque
mencionaban la participación del Ejército en la matanza del 2 de
octubre de 1968 en Tlatelolco.
Y además desconocían a protagonistas -supuestos o reales,
pero ya arraigados- como los Niños Héroes de Chapultepec y El
Pípila, y aparte revaloraban a Porfirio Díaz.
(En cambio, en 2005 hubo inconformidades porque no se aludía
a lo de Tlatelolco, ni a la matanza de estudiantes el 10 de junio de
1971).
En 2009, durante la presidencia de Felipe Calderón y con
Alonso Lujambio como secretario de Educación, hubo otro reclamo al
que dio amplia cobertura El Universal, porque los libros de primaria
habían suprimido los temas de la Conquista y la Colonia, que en
cambio sí estaban en los de secundaria.
Diputados de varios partidos participaron entonces en el debate
a favor o en contra, pero esa vez los libros sí fueron distribuidos y fue
defendido su contenido tanto por Lujambio (sólo reconoció “pequeñas
fallas”) como por el yerno de la maestra Elba Esther Gordillo, el
subsecretario de Educación Básica Fernando González Sánchez, para
quien la omisión no constituía un error.
De algunas faltas ortográficas encontradas en los libros
gratuitos, el secretario dijo en 2010 que eso no afectaba a nadie, pero
ofreció disculpas, según reportó desde Pachuca la corresponsal de W
Radio, Adriana Herrerías.
Un episodio lamentable tuvo lugar también en 2009, cuando en
la ciudad de León hubo protestas y quema de libros luego que la
Secretaría de Educación Pública (SEP) ordenara retirar los textos de
Biología para secundaria editados por la Secretaría de Educación de
Guanajuato y se usaran en su lugar los oficiales para todo el país.
Había en las respectivas ediciones, radicales diferencias de
enfoque sobre cómo se debería impartir a los adolescentes la
educación sexual.
Y uno más, del que nos enteramos a través de La Jornada: en el
libro de Historia de 2009 para sexto año, apareció con alteraciones y
sin crédito la obra ‘El paso de Bering’, del artista plástico Iker Larrauri,
quien protestó por ello.
La respuesta de la SEP fue no proponer ninguna acción
conciliatoria -dijo el abogado del quejoso- pues “no les interesaba
llegar a un acuerdo porque no pudieron cerciorarse de que Larrauri
fuera el autor de la obra”, misma que se exhibe en el Museo Nacional
de Antropología y millones de visitantes sí han visto quién la pintó.
Llegamos a 2013.
Un gobierno emanado del PRI (Enrique Peña Nieto) editó y
distribuyó los libros preparados para ese año por sus antecesores del
PAN (Felipe Calderón) y tuvo que hacer frente a la ruidosa queja –
hasta por parte de la Comisión Permanente del Congreso- de que los
libros de texto contenían 117 errores de ortografía y sintaxis, fallas en
los pies de foto y hasta en datos científicos.
Emilio Chuayffet, titular de la SEP, lamentó el caso, pero
repartió los libros (también una fe de erratas), y el director de la
Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos (Conaliteg), Joaquín
Díez-Canedo, minimizó el problema.
El presidente de la AML, Jaime Labastida Ochoa, había dicho
que merced al acuerdo esa institución revisaría el uso correcto de las
normas gramaticales, ortográficas, de sintaxis y del léxico en los
materiales educativos, y haría sugerencias para elevar los índices de
lectura y de la buena escritura en el país.
En un comunicado, PEAC consideró al respecto que “todo
(eso) sería una buena noticia, de no ser porque la AML asume
funciones que no le corresponden ya que ése es un trabajo específico
de los profesionales de la corrección”, y exigió “que esa tarea de
corregir quede a cargo de los correctores de estilo, quienes en su
mayoría están capacitados para ello”.
Así llegamos a 2021.
Subrayamos también nosotros, al coincidir con el maestro José
Antonio Aspiros Villalobos cuando afirma:
“Qué peligroso. Si cuando hacían esos materiales los expertos
hubo tantos problemas como los mencionados en este repaso, no
imaginamos qué clase de libros van a recibir los alumnos el próximo
año escolar”,
Qué barbaridad, insistimos nosotros.
—A mí ya no me tocaron los textos gratuitos, sólo el Silabario de
San Miguel. Salud. Ya es la una. JAV—
A nosotros tampoco, admirado maestro. Pero coincidimos con
una, a la una. Salud.
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