El presupuesto es un laberinto
Del Despiporre intelectual 6 (seis)
Carlos Ravelo Galindo, afirma:
Antes queremos admitir, como nos dicen en Cinco Minutos, y
nosotros compartimos. Es cierto que vivimos ahogados por las malas
noticias.
Qué puede hacer uno con tanto sufrimiento. Cada vez estamos
mejor informados del mal que nos asola.
Y cada vez nos sentimos más impotentes ante ello.
Emisoras de radio y televisión. Noticieros y reportajes. Prensa,
casi en general, descargan sobre nosotros una avalancha de noticias
de odio. Guerras. Hambres y violencia, Escándalos grandes y chicos.
Los “vendedores de sensacionalismo” no parecen encontrar otra
cosa más importante en nuestro planeta.
La increíble velocidad con que se extienden las noticias y los
problemas nos deja desconcertados.
Cambiemos tanta falacia por la risa, que es mejor. Y tiene gracia.
Otro despiporre y su ingenio.
Nacido en 1838, el poeta zacatecano Luis G. Ledezma sembró el
último tercio del siglo pasado y el primer cuarto del actual con
centenares de epigramas, retruécanos y toda clase de ingeniosas
alteraciones idiomáticas que el pueblo repetía regocijadamente.
Su conocimiento del idioma, adquirido mediante un reiterado
ejercicio poético, lo llevó a convertirse en un formidable calamburista,
en un desenfadado artífice del impudor literario.
La malicia del mexicano en el aspecto erótico-sexual
(caracterizado algunas veces por sublimidades freudianas), encontró
así en Ledezma a su más fiel intérprete.
Rubén M. Campos, espigador impar del folklore literario de
México, dice él:
El arte de Ledezma consistía en vertebrar frases alternadas
que aparentemente eran de una inocencia infantil, pero que
escuchada por oídos malos significaban dicterios que hacían
desternillar de risa o sublevaban como un fuetazo.
En 1923, año de la muerte de Luis G. Ledezma, su legado
humorístico permanecía inédito (todavía hasta la fecha nadie se ha
interesado en inventariarlo siquiera, que sepamos), y solamente
algunos de sus amigos, como el mencionado Rubén M Campos, nos
han obsequiado con ejemplos estupendos:
Un conocido yesero dos Cupidillos vació
y a dos chicas los vendió para adornar un ropero.
El papá negó el dinero porque en el recibo dice:
“Pagan las niñas Eunice y la Guadalupita Mata
un par de pesos de plata por dos niños que les hice”.
El ducho arpista Llorente
Muy joven sordo quedó,
Y el arpa después tocó
Tan solo intuitivamente.
Pero Luz, muchacha ardiente.
Y arpista de gran talento,
viendo que el sordo irredento
ya el arpa no afinaría,
cuando el caso se ofrecía
le templaba el instrumento.
De pan apostó una torta con Don Juan Pérez, María,
por ver quien más correría
en una distancia corta.
El taimado agarró el pan,
Y la chica, ya en carrera,
Le cogió la delantera
Y ¡claro! Perdió Don Juan.
Aurora tiene un gorrión
y de él se preocupa tanto,
que casi derrama llanto
si lo sacan al balcón.
Si lo meten, su aflicción
es más desconsoladora.
y con su pájaro Aurora
diariamente nos irrita,
pues si se lo meten, grita,
y si se lo sacan, llora.
El humorismo de Ledezma, sin embargo, baja de tono en otras
ocasiones, sin perder su inevitable matiz satírico
-Muchacho, lleva este apunte
a Don Blas el de “La Selva “,
y dile que lo devuelva
después de que lo trasunte.
-Ya entiendo: llevo a Don Blas
este papel y le digo
que lo devuelva conmigo
después de untárselo atrás.
Y una muestra de cómo Ledezma jugaba con el alfabeto:
B b y x a c
mi señor don Blas,
Y e t a i s 5 p
que le quiere dar
Q k, c k i j
de tan buen papá
V y a q d i a c
que se acueste el tal.
En muchas ocasiones hemos oído a un obrero, aun chofer de
taxi, a un fígaro de barriada, a una mariposilla irredenta o a un militar
inválido y desencantado de sus servicios a la patria, declamar de
memoria Antonio Plaza, algunas veces sin conocer sin conocer
siquiera la procedencia de los versos.
Y que el pueblo prohíje la voz de un poeta, que la haga la suya y
que como tal la transmita a los demás, es un fenómeno que se ha
producido en la historia de la literatura mexicana en honor de muy
pocos: Sor Juana, El Negrito Poeta, Guillermo Prieto, Luis G.
Ledezma, y en la actualidad Renato Leduc.
Ledezma fue también un malabarista ortográfico, como lo
demuestra la correspondencia que se suscitó entre él y Ramón del
Valle, cuando este otro ingenioso humorista le envió la siguiente
cuarteta laudatoria:
A Samuel (Luis G. Ledezma)
Samuel (coma) voto a tal que tus versos todos juntos
son magníficos (dos puntos) muy buenos (punto final)
Y a Ramón Valle
Leí con (admiración) y al ver tu rima preciosa (coma) me dije
Ramón (punto y coma) pero son buenos mis versos o es cosa
de sueño (interrogación)
La respuesta no me callé.
El autor de aquella letra (otro punto y coma) Valle (nueva coma)
así lo impetra Este vate de mal talle Tonto (coma)
rudo (etcétera)
De los disparates gusto
con mis versos repulsivos
y (entre paréntesis) justo
son duros como incisivos
(otra coma) causan susto
y (puntos suspensivos)
Con que así diga el autor
del ingenioso cartel
que encuentra de halagador
cuando emborrona papel
tan rústico trovador
como el estulto.
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