Contexto
Del despiporre intelectual 13 (trece)
Recuerda Juan Manuel Rentería Estrada que tu hermana se fue como una gota de lluvia. Limpia como el cielo de abril. Y como la brisa de la mañana, retornó a la verdadera vida.
Nosotros ofrecemos una plegaria por ella y sus seres queridos.
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José Vasconcelos, el Negrito Poeta, de quien ya hemos aquilatado un buen número de ejemplos jocosos, lanzó a una hermosa muchacha, a quien un palurdo acababa de decirle que era linda como la plata, este requiebro:
Mal haya te maltrata
diciéndote, sin decoro,
que eres linda cual plata,
siendo hermosa como el oro.
El general Vicente Riva Palacio, poeta, historiador, periodista y militante liberal se vio un buen día convertido en diputado federal, de dedo, por el distrito de San Gabriel, del Estado de Jalisco.
Con tal motivo escribió a Juan de Dios Peza, con quien solía cartearse en verso:
Lo de San Gabriel es grave,
y no sé si acepte yo
para el Congreso la llave
de un Distrito que no sabe
ni qué madre me parió.
Guillermo Prieto, el venerable prócer de la Reforma, tenía por costumbre pasear (a sus ochenta años) en compañía de Luis González Obregón, quien consigna la anécdota, y contestar con afabilidad el saludo de cuanto transeúnte encontraba.
Y cuando un día su acompañante habitual le preguntó si conocía a cuantos le saludaban, el joven anciano le contestó inmutable:
-No, hombre. Ve tú a saber qué madre los echó al mundo.
Y continuó sonriente, saludando a diestra y siniestra.
Luis Cabrera, ideólogo del carrancismo y polemista indomeñable, hacía desternillarse de la risa a sus nietos al conjugarles el verbo morir, que era considerado por él como el más irregular de todos los verbos:
Yo muero,
tu falleces,
el sucumbe,
nosotros nos restiramos,
vosotros os petateáis,
ellos se pelan.
Hace algunos años visitamos a don Alfonso Reyes para mostrarle unos poemas nuestros, lo que le disgustaron de plano pues los encontró demasiado retóricos, sobrecargados de intención política y de amargura social, juicio con el que seguimos estando de acuerdo. Charlamos sobre diversos tópicos entre ellos el de la función crítica en nuestras letras, a la que calificó de poco menos que nula. Al nombrarle a José Luis Martínez el más reconocido crítico literario de ese entonces, don Alfonso opinó así de él:
Es un pinche acomodador de literatos. Como los mozos de las salas cinematográficas, se la pasa con linterna en mano, buscando asientos vacíos para todos los que llegaron tarde a la función.
El relajo humorístico más que las drogas, la homosexualidad o la diplomacia, es un pasatiempo muy propio de intelectuales. Pero hay también humoristas de oficio, profesionales de la ironía o del sarcasmo, duendes risueños que se nos aparecen cuando menos lo esperamos como singulares magos del regocijo y que generalmente cometen sus travesuras, si así puede llamárselas, en los bosques apretados de letras de los periódicos o de las revistas.
Ellos son los epigramistas:
Tomás Perrin, cuando Miguel Alemán estaba al frente del Poder Ejecutivo, ponía en labios del cachorro de la Revolución, ahora convertido en cachorro del turismo nacional, la siguiente letra, cantada a ritmo de chotis:
“Madri, Madri, Madri….
-con e en lugar de i-
en México se piensa mucho en ti. “
Juan García Jiménez comentaba de esta manera el nombramiento que como colaboradores de su régimen otorgó Adolfo López Mateos a siete expresidentes de la República:
Entraron al Gabinete
-sin consultar a ninguno-
7 sabios de membrete.
Si no podemos con uno,
¿qué vamos a hacer con 7?
Y cuando el mismo López Mateos hizo entrega del poder a Gustavo Díaz Ordaz, Francisco Liguori despidió así a ALM:
Se acabaron los paseos,
¡ oh paladín de la paz!
Ya te vas, López Mateos.
López Mateos, ya te vas.
Y te vas haciendo feos,
pues hiciste a Díaz Ordaz.
Por último, cuando el exmandatario yacía inconsciente, víctima del aneurisma que finalmente lo llevó a la tumba, Don Luis escribió:
Aunque parezca una broma
diré a los facultativos:
López Mateos no está en coma,
está en puntos suspensivos.
Y más recientemente, con motivo de la contienda preelectoral para el gobierno del Estado de Michoacán, en la que participaba el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y los licenciados Enrique Bravo Valencia y Carlos Torres Manzo Don Luis comentó:
Todo Michoacán opina
con agudeza analítica,
que ahora la lid política
va a convertirse en taurina.
Hasta donde a ver alcanzo
cierto taurino remedo,
es que hay un “Bravo” y un “Manzo”
con un “cárdeno” en el ruedo.
Otras veces los papeles se invirtieron y son los propios políticos quienes se ven tentados por el demonio de la risa:
Calles:
-Nos hemos fijado en usted, para ocupar la presidencia de la República, en virtud de su indudable cepa revolucionaria.
Cárdenas, con gesto imperturbable:
-Perdone la ignorancia, mi general, pero ¿qué es cepa?
Don Plutarco, sorprendido por la pregunta y mesándose los cabellos.
-Pues cepa es…. ¡sepa la tiznada! Lo importante es que usted será el próximo presidente de México.
En Veracruz se cuenta que durante una ceremonia al aire libre presidida por Gustavo Díaz Ordaz y Fernando López Arias, este último, ante el panorama de un cielo preñado de nubarrones, musitó al oído de GDO: ¿Qué días tan horribles, verdad?
A lo que Díaz Ordaz replicó
-Pues sí, señor gobernador. No pensará usted, sin embargo, que los López son muy hermosos que digamos.
Pocos días después del genocidio de Tlatelolco, un reportero que se pasaba de listo hurgó en Carlos Madrazo la posible participación de éste como cerebro del movimiento estudiantil.
El viejo zorro tabasqueño sonrió ante la ingenua inquisitoria y aclaró al chico de la prensa:
-No, jovencito. Yo soy de los Madrazos de Tabasco. No de Tlatelolco.
La anécdota constituye, después del epigrama uno de los instrumentos mejor utilizados por el mexicano para la crítica, la sátira o la burla política. Hacer un epigrama, cuando se desconoce el manejo de la preceptiva literaria, no es cosa sencilla, aunque así lo parezca.
En cambio, referir una anécdota, prohijarla e inclusive inventarla (esto último sucede en el noventa por ciento de la producción anecdótica), requiere solamente de un poco de imaginación y otro tanto de ingenio.
Pero no solo de políticos y de intelectuales vive el humorismo del mexicano. La vida en broma del pueblo se bifurca por senderos inesperados y es difícil encontrar lugar público o privado en donde no aparezca la huella de su inagotable buen humor.
Entramos a una pulquería, empujados ahí por una necesidad fisiológica, y lo primero con lo que nos topamos es con esta llamada de atención, suscrita por Don Pueblo:
Hizo el hacedor Divino,
para el andante el camino,
el trono para los reyes,
las hembras para los machos,
el agua para los bueyes,
y el néctar de los magueyes
pa´ nosotros los borrachos.
Cierta vez espulgando en el mercado de artesanías, nos atrajo los ojos un azulejo poblano con una angustiada plegaria que hoy luce en la pared de nuestra oficina:
¡Oh, Señor, Señor, Señor:
mándanos llanto y dolor,
mándanos males añejos
pero lidiar con pendejos
no nos lo mandes, Señor!
En lugares estratégicos de un templo del centro de la capital, a donde acude gente de lo más popoff, fueron sendos y elocuentes avisos:
¡CUIDADO CON LOS LADRONES!
Póngase la mano encima
si trae bolsa sin botones.
Recuerden los feligreses
que aquí no hay reclamaciones.
Las paredes de las prisiones, las defensas de los automóviles, las bardas de los predios baldíos, los costados de los autobuses, los gabinetes de madera de los cafés chinos, los pizarrones de las aulas universitarias, las pancartas de los desfiles obreros y hasta los gorros que usamos en temporada de carnaval, son algunos de los innumerables murales en los que el pueblo pone en práctica sus capacidades humorísticas.
Y como la mascarada es cosa de todos los días, el mexicano nace, crece, se reproduce y muere con la sonrisa a flor de labios y el meollo de la tragedia en la raíz del alma.
Su conducta nos recuerda el diálogo (mitad escepticismo vacuo y mitad optimismo acobardado) entre un anciano ahíto sus perspectivas vitales:
-Maestro ¿Qué remedio existe para este mal torturante de no vivir plena mente?
Y el maestro, poniendo en práctica su propio consejo:
-Sonreír.
-Y después?
Reír de todo. No hay más remedio.