Eliminar autónomos, un autoengaño/Bryan LeBarón
La muerte de Hidalgo
Los ideales y la causa de don Miguel Hidalgo constituyen el precedente de nuestras libertades y de la conformación de México como país soberano e independiente.
El 30 de julio de 1811, don Miguel Hidalgo fue fusilado en las inmediaciones del Real Hospital Militar de Chihuahua.
Su cuerpo recibió sepultura y su cabeza fue enviada a Guanajuato, junto con las de Allende, Aldama y Jiménez.
Fueron depositadas en jaulas de hierro en las cuatro esquinas de la Alhóndiga de Granaditas, para exhibición pública y escarmiento contra quienes renegaban de la soberanía del rey y el orden colonial.
El Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México lo recuerda hoy en el Diario Oficial que edita la secretaría de Gobernación, y que agradecemos al abogado Jorge Alberto Ravelo Reyes lo comparta.
“El Viernes 30 de julio de 2021 aniversario de la muerte de miguel hidalgo y costilla, en 1811.
La madrugada del 16 de septiembre de 1810, el párroco Miguel Hidalgo y Costilla convocó a la lucha popular por la Independencia de México.
Tras seis meses de campaña militar y una intensa labor por afianzar y legitimar el movimiento libertario, fue capturado junto con otros jefes de la insurgencia, en un páramo de Coahuila, el 21 de marzo de 1811.
De forma previa, asentado en Guadalajara, Hidalgo dispuso la formación del primer gobierno insurgente.
Expidió bandos relativos a la supresión de tributos indígenas y gabelas, la abolición de la esclavitud y el reparto de tierras a las comunidades.
También había dado instrucciones a lugartenientes como José María Morelos, para la convocatoria de un congreso nacional que expidiera leyes justas y adecuadas para la nueva nación.
El 17 de enero de 1811, las tropas insurgentes al mando de Hidalgo fueron derrotadas de manera contundente por el ejército realista comandado por el general Félix María Calleja, en Puente de Calderón, cercano a Guadalajara.
Ante la derrota, los jefes insurgentes decidieron emprender el camino hacia el norte del país, para reorganizar fuerzas y obtener nuevas adhesiones, armamento y municiones.
A mitad del desierto de Coahuila, en las Norias de Acatita de Baján, la columna insurgente fue emboscada y sus dirigentes aprehendidos.
Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama, Mariano Jiménez y Mariano Abasolo fueron conducidos a la ciudad de Chihuahua, para ser sometidos a juicio por sedición y traición al rey.
Allende, Aldama, Jiménez y Abasolo fueron enjuiciados, condenados y fusilados el 26 de junio de 1811.
El 3 de julio, los jurados civil y eclesiástico declararon a Hidalgo “reo de alta traición”, disponiendo su degradación sacerdotal y la pena de muerte.
El 30 de julio de 1811, don Miguel Hidalgo fue fusilado en las inmediaciones del Real Hospital Militar de Chihuahua.
Su cuerpo recibió sepultura y su cabeza fue enviada a Guanajuato, junto con las de Allende, Aldama y Jiménez, donde fueron depositadas en jaulas de hierro en las cuatro esquinas de la Alhóndiga de Granaditas, para exhibición pública y escarmiento contra quienes renegaban de la soberanía del rey y el orden colonial.
Diez años después, al consumarse la Independencia de México, en 1821, las cabezas fueron retiradas y honradas como reliquias nacionales.
En la actualidad, los restos mortales de los primeros libertadores reposan en la Columna de la Independencia Nacional, en la Ciudad de México.
Día de luto y solemne para la Nación. La Bandera Nacional deberá izarse a media asta.