Poder y dinero/Víctor Sánchez Baños
Como saco a la medida
A mayor edad, mayor felicidad, esta frase de la escritora Gaby Vargas, nos cae a nosotros, a los 75 años de escribir y a los 91 de aprender, como saco a la medida.
Y a quienes nos escriben y mencionamos enseguida, gracias y una explicación.
Tati Izmont, desde León, Guanajuato, nos dice Carlos mil felicidades por tu merecido reconocimiento, te lo ganaste a través de 75 años de trabajo. Me gusta tu manera de escribir. Tus compañeros lo dijeron con cariño y precisión.
Seguiré tus Nubes con sumo interés, un abrazo fraterno. Estas Nubes de dos expertos, estupendas”.
Y desde San Juan del Río, Querétaro, de los expertos:
“Felicitaciones. Recibiste el reconocimiento que mereces y hablaste con sabiduría, pero también con humildad, como los grandes. Me gustó la ceremonia en todos sus aspectos.
Nos dio mucho gusto verte y oírte, lo mismo que ver a tu familia tan emocionada (como lo estuvieron las amistades de don F el día de su cumpleaños y le cantaron las mañanitas).
Me tomó por sorpresa la inmerecida mención que hizo de mí nuestro presidente José Luis Uribe; se la agradezco mucho.
Yo soy, como tú, alguien que aprende de los demás todos los días, gracias principalmente a mis amigos, los libros. Así que… salud.
José Antonio Aspiros Villagómez”.
La dama poeta Norma Vázquez Alanís de Aspiros. “Estimado don Carlos, aprovecho este medio para felicitarlo por su merecidísimo reconocimiento a sus 75 años de labor periodística ininterrumpida; le mando un fuerte y respetuoso abrazo; admiro su verticalidad, honradez y, sobre todo, su humildad. Salud por esos 75, nos vemos dentro de cinco años”.
“Qué bonitas reseñas, Carlos y qué gran honor. Vi una toma de pantalla de ti, en tu estudio. ¡Muchas felicidades! Y como ya es costumbre, ¡una a la una! ¡Salud! Beatriz Corona”.
De nuestro ahijado Alejandro Gómez Cobián, a quien el presidente Miguel de la Madrid le puso “El pollo”, por corpulento.
Querido Padrino Carlos Ravelo Galindo:
Será inolvidable para mí el día de ayer, 8 de septiembre de 2021 cuando el Club Primera Plana y destacados personajes reconocen tu labor periodística durante 75 años.
Tuve el honor de estar a tu diestra no perdiendo detalle del evento y ver con orgullo la atención e inteligentes y oportunas respuestas que dabas a cada intervención, siempre con tu sentido del humor, pero con sencillez.
Tu intervención me emocionó muchísimo. No la olvidaré.
Recuerdo que cuando era niño, escuché que le decías a mi padre. “Compadre, mi vida es el periódico.”
El día de ayer constaté que la vocación y la constancia. Los deseos de superación y la definición con el poder de la determinación, son elementos fundamentales para llegar a tus objetivos.
Te felicito Padrino y sigo aprendiendo de ti. Gracias por permitirme estar a tu lado en este importante momento como un orgulloso hijo. Te quiere mucho tu ahijado el Pollo”.
Desde Querétaro en donde vive con Mónica, Arturito insolente pero querido hijo, textual nos dice:
“Padre como te dije por teléfono y lo reitero por escrito……. que chingón eres.
Yo tu hijo el más pequeño,—tiene 56 años— me siento muy muy orgulloso de ser tu hijo.
Y como comentario, tu nieto Paolo que te manda saludos y un beso, va a estudias periodismo. Bueno alguno debía seguir la extirpe.
Cuando vuelva a venir de Cancún, –allá vive con su mamá Úrsula– y podamos ir a verte sin tanto problema del coronavirus, quiere platicar contigo.
Ya le presté tus libros, pláticas sobre periodismo e Introducción a la gramática periodística.
Acá en Querétaro estuvimos viendo completo todo el evento, Mony y un servidor. Repito y reitero. Que chingón papá tengo.
Te mandamos mil besos Paolo, Mony y yo Arturito (un niño muy bonito, que se parece a ti).
Volvamos a la edad. Y la explicación.
Entre más años acumulamos se vuelve más probable mantener la serenidad, el contento y la cercanía en nuestras relaciones. Este sesgo positivo se puede deber a una estrategia voluntaria por hacer oídos sordos a la crítica.
Una línea fascinante de investigación muestra que entre más años tenemos, somos tratados con mayor respeto y bondad. Las personas nos confrontan menos y nos perdonan más y hacen un esfuerzo mayor por resolver las tensiones y aminorar los conflictos.
No es de extrañar, entonces, que los mejores años se encuentren en la segunda mitad de la vida y que ésta sea un tiempo maravilloso lleno de retos, gozo y crecimiento, pero hay que prepararse
Dejemos a ella, a doña Gaby, decirlo a su manera, aun cuando nosotros ya adelantamos “algo”.
“Llegar a nuestras décadas de los cuarenta, cincuenta, sesenta y ochenta sin duda nos confronta con la decisión sobre la actitud que tomaremos en los años por venir. Tenemos que optar entre crecer con sabiduría y dignidad, o bien, añorar y lamentarnos porque todo tiempo pasado fue mejor.
A las personas que han vivido la mitad de la vida y piensan que nada mejora con la edad, pues sus mejores años quedaron atrás, les tengo una noticia: las investigaciones muestran que están muy lejos de la verdad.
Se sorprenderán, querido lector y querida lectora, de que a partir de la segunda mitad de la vida, las personas estamos más contentas y satisfechas que cuando éramos jóvenes. Experimentamos emociones más positivas y menos negativas y nuestro estado emocional es más estable; además somos menos sensibles a las vicisitudes de la negatividad diaria o el estrés.
Si bien no se sabe con exactitud cuál es el rango de edad en que una persona se siente más contenta, ya que distintas investigaciones muestran diferentes resultados, la profesora en psicología Sonja Lyubomirsky, de la Universidad de California, nos dice en su libro The Myths of Happiness que tres estudios recientes confirman que esto ocurre a los 74, 75 y 79 años. Lo que sí queda claro es que los años de lozanía y juventud no sólo son los más soleados, sino muy probablemente los más negativos de nuestra vida. ¿Lo imaginabas!
¿Por qué a mayor edad, mayor felicidad?
El Centro de Longevidad de la Universidad de Stanford concluye: Cuando comenzamos a reconocer que nuestros años están limitados, cambiamos nuestra perspectiva de la vida. El horizonte de nuestra finitud nos motiva a estar más y más presentes en lo que en realidad importa.
Las relaciones que nos interesan se vuelven la prioridad; nos deja de importar tomar riesgos o conocer a personas nuevas.
Apreciamos mucho más lo positivo que ocurre en nuestra vida y aprendemos a obtener más felicidad de las experiencias.
Reconocemos que la vida es frágil, que nada es para siempre y agradecemos los años que nos quedan por vivir.
La conciencia de que nuestro tiempo en la Tierra está limitado, aunada a la madurez y las habilidades sociales que cada década nos aporta, nos motiva a maximizar nuestro bienestar y controlar las emociones con más asertividad.
A mayor edad, más probabilidad de enfocarse y recordar lo positivo sobre lo negativo de las personas, nuestras relaciones, historias de vida y comunidades.
Entre más años acumulamos se vuelve más probable mantener la serenidad, el contento y la cercanía en nuestras relaciones. Este sesgo positivo se puede deber a una estrategia voluntaria por hacer oídos sordos a la crítica.
Una línea fascinante de investigación muestra que entre más años tenemos, somos tratados con mayor respeto y bondad. Las personas nos confrontan menos y nos perdonan más y hacen un esfuerzo mayor por resolver las tensiones y aminorar los conflictos.
No es de extrañar, entonces, que los mejores años se encuentren en la segunda mitad de la vida y que ésta sea un tiempo maravilloso lleno de retos, gozo y crecimiento, pero hay que prepararse.
¿Por qué no obtener los beneficios de envejecer con anterioridad a hacernos viejos en realidad? Para lograrlo tenemos una variedad de metas que alcanzar en el futuro. Así que cuando un día amanezcas sintiéndote viejo, en lugar de escuchar ese primer pensamiento, escucha la voz del corazón que te dice: “Sin duda tuve pasiones, triunfos y belleza en el pasado, sin embargo, en el futuro me espera mucho más para ser feliz”.
Los mejores años se encuentran en la segunda mitad de la vida.
Totalmente cierto, lo confirma un experto.