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CIUDAD DE MÉXICO, 3 de enero de 2025.- Cacomixtle, zorra gris, teporingo, ajolote, lince, gran variedad de aves y plantas vasculares, son algunas especies que sobreviven en la megalópolis mexicana y están en riesgo por la fragmentación de los ecosistemas en el planeta.
La Ciudad de México y los estados de México, Querétaro, Hidalgo, Morelos, Puebla y Tlaxcala comparten zonas urbanas densamente pobladas con algunos sitios verdes donde animales y plantas luchan por subsistir en espacios cada vez más fragmentados, destacaron en entrevista David Alexander Prieto Torres y Pablo César Hernández Romero, profesores de la carrera de Ecología de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala, de la UNAM.
Prieto Torres, responsable del Laboratorio de Biodiversidad y Cambio Global (LABIOCG) de esa entidad académica, detalló que cada vez es más evidente la necesidad de proteger el capital natural y de valorar los servicios de los ecosistemas dentro de las ciudades.
Muchas de las iniciativas de los gobiernos orientadas al diseño e implementación de espacios verdes, incluyendo la recuperación de espacios públicos, se realizan sin considerar aspectos básicos de la ecología de las especies que ya viven en las ciudades o de las que podrían alojar”, alertó.
La fragmentación de los ecosistemas en el planeta es uno de los elementos más importantes que atenta contra su funcionamiento y su capacidad de proveer servicios a las comunidades humanas.
Por ello, se considera que aumentar -o cuando menos conservar- la conectividad del paisaje es la apuesta indicada para contribuir a mitigar el acelerado ritmo en la pérdida de la biodiversidad en el planeta.
La conectividad del paisaje es el grado de conexión que hay entre los parches de vegetación presentes en un paisaje, lo cual facilita, o dificulta, que los organismos puedan moverse entre dichos parches, manteniendo así las interacciones entre sus poblaciones, que pueden ser desde los polinizadores y las plantas que polinizan, las relaciones para reproducirse hasta los depredadores buscando presas, entre otras, precisó Hernández Romero, también adscrito al LABIOCG.
Además de la fragmentación de su hábitat, otro factor que afecta la supervivencia es el cambio climático, que genera más calor a nivel local y la necesidad de las especies de migrar a otro sitio.
Ante ello, los científicos estudian la resiliencia climática; es decir, la capacidad de un ecosistema o especies de recuperar sus condiciones y propiedades después de ser sometido a perturbaciones o modificaciones en el clima.
Los especialistas rememoraron que la Ciudad de México es una de las más grandes del mundo, en la que existen extensas áreas definidas legalmente como “Suelo de Conservación”, conformadas por bosques, matorrales, humedales y zonas agrícolas que abarcan casi 60 por ciento de su superficie territorial (aproximadamente 89 mil 500 hectáreas).
El crecimiento urbano desordenado o poco planificado en la capital del país los transforma, fragmentando los ecosistemas nativos y amenazando los procesos ecológicos que mantienen su integridad ecosistémica, alertaron los expertos.
Actualmente más de tres mil hectáreas del suelo de conservación se encuentran ocupadas por asentamientos humanos. Esta situación podría ocasionar extinción local de especies de animales y plantas, lo que implicaría daños irreparables al capital natural de la cuenca de México.
David Alexander Prieto y Pablo César Hernández advirtieron que, de continuar este proceso de transformación, se afectaría la ya insuficiente capacidad de recarga de sus acuíferos, se elevaría la contaminación ambiental, incluso se limitaría el potencial de estos espacios para mitigar los impactos de amenazas como el calentamiento global.