Alfa omega
Pocas personas se distinguen por su personalidad, cultura política y su amabilidad. Así era el maestro Alonso Lujambio Irazábal, de quien lamento profundamente su fallecimiento, no como retórica sino como un profundo agradecimiento por el apoyo que me brindó para enfrentar una enfermedad similar a la que acabó con su vida.
Llegó en abril de 2009 a la Secretaría de Educación Pública, ahí lo conocí y colaboré con él en mi calidad de Subdirector de Atención a Medios. Desde que supo de mi enfermedad siempre tuvo la atención de seguir puntualmente los resultados de los tratamientos de quimioterapia y radioterapia que me aplicaban en el Centro Médico Nacional “20 de Noviembre” del ISSSTE.
Mi labor consistía en concertar y atender las entrevistas que solicitaban los medios regionales, nacionales e internacionales de información en torno a los principales problemas educativos.
Antes de cada entrevista conversábamos sobre los tópicos educativos y políticos que pudieran ser motivo de preguntas por parte de los conductores de los medios de radio y televisión, me pedía opinión y después salía al aire.
“Ricardo, –me decía– tú eres responsable de las entrevistas, dime con quien vamos y adelante”. Tenía una actitud amable aunque crítica, perfeccionista y siempre abierta a comentarios.
En junio de 2010 recibí noticias poco favorables para mi salud, se las comuniqué al maestro Lujambio. Desconcertado me alentó a seguir en la lucha contra la enfermedad y me invitó a conversar en su oficina.
Me preparaba a un retiro gradual de mis actividades, el cáncer y su tratamiento dañaban cada vez más mi organismo. Entonces con mucha amabilidad me recibió en la oficina que fue de José Vasconcelos Ahí platicamos en torno a sus aspiraciones presidenciales, su visión del país que quería y los problemas que enfrentaba en la institución.
Me pidió que no dejara de luchar y nuevamente me expresó su apoyo de manera irrestricta. Y lo cumplió.
En octubre de 2011, cuando ya le habían detectado el mieloma múltiple, conversé con él por última vez vía telefónica, me dijo: “Ricardo, estamos en la misma batalla, no podemos rendirnos”.
Y no se rindió. Murió luchando. Se me adelantó….
Descanse en paz.
QMEX/rha/mgd