
Teléfono rojo
¿El círculo se está cerrando?. Versiones periodísticas provenientes del Departamento Justicia de Estados Unidos alertan sobre la ubicación de algunos de los principales jefes del Cártel de Sinaloa como Joaquín Guzmán Loera, “El Chapo”; Ismael Zambada García, “El Mayo”; así como José Antonio Soto Gastélum, Alfonso y René Arzate, quienes supuestamente estarían viviendo entre el sur de California y en el norte de Baja California.
Pero, ¿de dónde proviene la información?, ¿de los eficientes órganos de inteligencia norteamericanos?, ¿de la colaboración policiaca entre México y Estados Unidos?, ¿de las declaraciones ministeriales de Inés Coronel Barrera, suegro del “Chapo” Guzmán, recientemente capturado o de Jonathan Salas Avilés, “El Fantasma”?, ¿o, simplemente son solo especulaciones?.
Si Estados Unidos ya tiene la ubicación de los jefes de los droga, como lo afirma el Departamento de Justicia, ¿por qué no los captura…? ¿A quién conviene filtrar información tan importante?, ¿por qué se pretende crear expectativas en la opinión pública?
El gobierno de Estados Unidos también se ha identificado e incluso ha impuesto sanciones financieras a otros jefes de plaza del cártel de Sinaloa que operan en el corredor Sonora-Arizona, estos son: Cenobio Flores Pacheco, Armando López Aizpuru, Guillermo Nieblas Nava, Felipe de Jesús Sosa Canisales, Raúl Sabori Cisneros, Ramón Ignacio Páez Soto, Jesús Alfredo Salazar Ramírez y José Javier Rascón Ramírez.
Sin embargo, a pesar de contar con toda esa información, las autoridades han sido incapaces de desmantelar al grupo criminal con una influencia hemisférica y transnacional. Y, lo cierto que el poder narco-político-económico acumulado por esta organización es de tal magnitud que cimbra con la corrupción a naciones enteras y representa su principal escudo protector.
Lo que se necesita son resultados de ambos gobiernos. No es posible que instituciones como el Departamento de Justicia de Estados Unidos dé a conocer información que, de entrada, alerta a los grupos criminales y a sus jefes.
Quizá estén apostando a recibir denuncias de la población que los pudiera identificar en sus residencias, negocios y centros de recreación. O bien, a la ubicación de los delincuentes mediante la delación por recompensa. Tal vez esperan que cada país los ubique plenamente para poder actuar o, pudiera ser, que esperan a tener toda la información para capturar a los miembros del cártel en todo el país. Todo esto es absurdo.
Desde hace años autoridades de México y Estados Unidos han presumido su capacidad, en materia de inteligencia, para detectar a los principales criminales que operan en cada uno de sus territorios. En el caso de los jefes del narco, incluso el clero, también ha hecho declaraciones en torno a su presunta ubicación.
Se ha dicho que se ocultan en poblados del llamado “Triángulo de Oro”, geográficamente ubicado entre los estados de Durango, Sinaloa y Chihuahua. Otros más los han ubicado en Guatemala, Panamá, Argentina y, ahora, en Baja California, México y California, Estados Unidos.
¿Será que los servicios de inteligencia del Cártel de Sinaloa son más eficientes que los de México y Estados Unidos?
Esperamos que tras la ubicación que tienen los servicios de inteligencia, la captura de estos criminales sea una realidad y no una fantasía.
QMX/rha