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CIUDAD DE MÉXICO, 10 de agosto de 2022.- En la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (BNAH) se llevó a cabo el acto protocolario de entrega de una pieza virreinal robada en Morelos hace 20 años.
Tras 20 años de búsqueda y gracias a la colaboración entre las secretarías de Relaciones Exteriores (SRE) y de Cultura, a través del INAH, así como la Fiscalía General de la República (FGR), en colaboración con autoridades del Buró Federal de Investigación (FBI, por sus siglas en inglés), se recuperó y repatrió la escultura policromada virreinal, que fue sustraída ilegalmente de Jiutepec, Morelos.
En el acto, la secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, destacó que el esfuerzo común por recuperar el patrimonio cultural que se encuentra fuera del país de forma ilegal, al cual el presidente Andrés Manuel López Obrador ha invitado a las y los mexicanos, da resultados, no solo con la campaña de #MiPatrimonioNoSeVende, sino con toda una acción pública para poner en claro que el patrimonio nacional no es una mercancía.
La repatriación, a la que se consideró como “una verdadera acción de diplomacia cultural”, es un ejemplo muy claro que cuando las instituciones tienen a personas sensibles, conscientes y responsables como servidores públicos, se pueden obtener resultados.
La pieza robada del Templo de Santiago Apóstol, en 2002, llegó a la Ciudad de México procedente de Dallas, Texas, para ser entregada por representantes del FBI en la Embajada Americana en el país, a autoridades de la FGR, quienes, a su vez, turnaron el bien cultural a representantes de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC) del INAH.
Historia de repatriación
Derivado de la denuncia interpuesta por el Centro INAH Morelos para localizar el paradero de la pieza, las autoridades ministeriales, tras indagar a propósito de la denuncia, lograron ubicarla en la ciudad texana, después de varios años de investigación.
Las autoridades estadounidenses, al enterarse de que había una carpeta de investigación sobre la desaparición de la pieza, contactaron a las mexicanas, a través de la representación del FBI en México, quienes informaron del aseguramiento de la misma; posteriormente, se encargaron del trámite jurídico y de la logística para que fuera devuelta.
Mediante catálogos e inventarios de las autoridades religiosas y del INAH, se pudo acreditar que la pieza localizada sí es la que fue robada de la iglesia de Morelos. Esta repatriación es una prueba de la colaboración entre ambas naciones en la lucha contra el tráfico y venta ilícitos de piezas históricas y arqueológicas, que, recientemente, ha rendido frutos.
La escultura estaba en posesión de un coleccionista estadounidense, quien, al morir, heredó su acervo a un museo dalasita, entre cuyas piezas estaba la escultura, la cual no contaba con los debidos papeles que autentificaran su posesión, por lo cual el personal del recinto museístico acudió al FBI para denunciar el caso.
Se trata de una escultura policromada y estofada, de 1.10 metros de alto por 50 de ancho y 60 de profundidad, con elementos característicos de haber sido elaborada en el siglo 17, la cual representa a San Antonio de Padua.
La escultura policromada tiene un tratamiento en el pelo, una encarnación, su hábito está tallado en madera, cuenta con aplicaciones de oro en un fondo oscuro, que ayudan a resaltar sus diseños florales y fitomorfos con los que cuenta.
Respecto a los elementos iconográficos de la obra, destaca la tonsura –círculo rasurado en la coronilla– de la talla, el hábito con un cíngulo o cordón con borlas en los extremos, tanto textil como tallado sobre el ropaje; en su mano izquierda lleva una biblia, calza unas sandalias, representativas de la devoción que se le tiene en la grey religiosa.
Sobre su estado de conservación, presenta cierto grado de deterioro, aunque estructuralmente está estable. Se observa, por ejemplo, la pérdida de una falange del dedo anular de la mano derecha. Presenta la pérdida de un aura de metal, que portaba sobre su coronilla.
La pieza recuperada será sometida a procedimientos de limpieza, consolidación, eliminación de suciedad y elementos ajenos a la obra. Posteriormente, se buscará reintegrarla a su comunidad, en Jiutepec, Morelos.