Libros de ayer y hoy
¿Será cuestión de número? En el Senado de la República, el poblano Miguel Barbosa Huerta coordina a 21 senadores integrantes de la bancada del PRD; con él son 22 y se llevan la fiesta en paz sin estridencias. Por supuesto no son hermanas de la caridad, pero evitan blofear y amagar. Barbosa tiene fama de concertador y buen cabildero.
Aureoles Conejo llega de ser senador y contender por la gubernatura de Michoacán, proceso en el que debió asumir definiciones ideológicas y negociar espacios con los grupos perredistas de influencia regional en la geografía michoacana.
Silvano tiene trayectoria, experiencia. Originario de Carácuaro, empero, fue presidente municipal de Zitácuaro, diputado federal en la LVIII Legislatura, miembro del gabinete de Lázaro Cárdenas Batel, senador, candidato al gobierno de Michoacán y ahora diputado federal. Pero quizá esa experiencia no le dé suficiente para asumir la coordinación de 103 de sus pares.
Tal vez por eso los diputados perredistas integrantes de Izquierda Democrática Nacional pretendieron defenestrarlo, aunque la negociación de espacios en las comisiones legislativas ordinarias que le corresponden al PRD, los llevaron a arriar beligerancias y guardar para otro momento sus diferencias con Silvano.
El problema, empero, es que Aureoles Conejo ha entrado en una praxis poco recomendable para un coordinador parlamentario de un partido que recién se sacudió la tutoría de Andrés Manuel López Obrador, cuyos fundamentalismos sólo llevarían al PRD al recurrente descarrilamiento y pérdida de credibilidad y respeto electoral.
Silvano se ha presumido como miembro (e integrante de los cuadros dirigentes) de la izquierda moderna representada por el PRD. Pero mientras la bancada perredista en el Senado procede en congruencia con el postulado, en la Cámara de Diputados no encuadra en ese esquema; más bien evidencia divisiones y posturas beligerantes, violentas incluso y alimentadas, cuestión de suyo preocupante, por el propio Aureoles Conejo.
De él salió la versión simplista y tramposa de que si la minuta de la Reforma Laboral era enmendada en el Senado (como Cámara revisora) y retornada así a la Cámara de Diputados, como Cámara de origen, su destino será la congeladora.
Tramposa, sin duda, tanto que el coordinador de la bancada panista en el Senado, Ernesto Cordero Arroyo, amén de puntualizar el carácter que entraña para la Cámara alta el ser revisora de una minuta relacionada con la iniciativa presidencial preferente en materia de reforma laboral, es decir, con la obligación constitucional de realizarle modificaciones, respondió a Aureoles Conejo, aunque no lo citó por su nombre.
–¿Correrían el riesgo de regresar la minuta a San Lázaro? ¿Están dispuestos a que éste proyecto regrese con cambios e inicie un nuevo proceso legislativo en la Cámara de Diputados?—se le preguntó.
–Yo no veo ningún riesgo y ese es el proceso parlamentario, de eso se trata. De repente pareciera que la Cámara revisora tiene que renunciar a la obligación constitucional que tiene de revisar lo que llega de la Cámara de origen. Yo no veo ningún riesgo. Quien pretende asumir que hay un riesgo de regresar una iniciativa a la Cámara de Diputados, lo que representa es chantajear, maniatar, generar una percepción equivocada–, respondió.
¿Qué pretende Aureoles Conejo? No hay la menor duda, con actitudes como la de chantajear y amenazar al PRI diciéndole que de no cambiar su actitud de avasallar, no cuente con una postura amigable de la bancada perredista en la toma de protesta de Enrique Peña Nieto como Presidente de la República, pretende alzarse con la canasta repleta de las mejores comisiones ordinarias en la Cámara de Diputados.
Quiere, por ejemplo, presidir la Comisión de Presupuesto y Cuenta Pública, a la que califica como la manzana de la discordia. Y rechaza que haya amenazado. ¿Izquierda moderna? ¿Alguien creyó que la disidencia fumó la pipa de la paz con Silvano? Y Martí Batres Guadarrama esconde su mano, la que mece la cuna en la bancada del PRD.
Tal vez Aureoles Conejo esté negado para escuchar consejos, pero bien valdría que consolidara su liderazgo y la línea parlamentaria; de otra forma correrá el mismo destino de Javier González Garza, quien de plano admitió que la beligerante fracción del PRD en la LX Legislatura no le hacía caso porque él coordinaba a los diputados, pero no los controlaba. Y en la elección intermedia de 2009 la bancada del PRD se achicó. Conste.
QMX/msl