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El del magisterio disidente es un caso que ha bordado entre la disputa de intereses políticos y económicos gremiales y el uso de la presión, vía plantones, marchas y paros de labores, para doblar una y otra vez a los gobiernos federal y de estados focalizados –Oaxaca, Chiapas, Guerrero, Veracruz y Michoacán– en busca de mejora salarial, mas no acompañada del compromiso de elevar la calidad en el servicio que, punto toral de su trabajo, es educar a los mexicanos desde temprana edad.
Hoy el tema es oponerse a la reforma educativa –promulgada y en proceso de afinación con enmiendas a leyes secundarias– en el ánimo del cangrejo de caminar en reversa o someter a los que buscan salir de la cubeta. Ayer la lucha fue contra Elba Esther Gordillo Morales y el cacicazgo sindical; la maestra está en prisión y se otea una nueva relación gobierno-SNTE sin prebendas. Al menos esa es la pretensión.
Negarse a asistir a cursos de actualización y aprender inglés, quizá tenga una justificación por cuanto a que el proceso no se ajusta a los sitios geográficos donde se desempeñan los maestros, mas no es pretexto para dejar una y otra vez en el abandono rumbo al fracaso o la mediocridad a millones de niños y adolescentes.
Hoy se presentan con propuestas que en su momento no hicieron, porque la pretensión de estos maestros disidentes no es la de elevar la calidad de su servicio, sino obtener mejores salarios y prestaciones.
¿Cuál es el objetivo de estas movilizaciones? ¿Provocar al gobierno? Empresarios y comerciantes de Oaxaca, Guerrero y Michoacán sufren pérdidas millonarias por esas marchas y plantones, pero más grave es que niños y adolescentes de esas entidades pierden la posibilidad de recibir una educación de calidad y se les condena al futuro incierto.
Emilio Chuayffet, secretario de Educación Pública, refirió un dato que preocupa y evidencia el desdén de este magisterio disidente por cumplir con su obligación: los niños en Oaxaca sólo tienen cien días de clases al año, es decir, la mitad de las que deben tener por calendario.
Indudablemente cada mexicano tiene la libertad de protestar en defensa de sus derechos y de obtener respuesta cuando sus demandas son justas, pero esto del magisterio de la CNTE borda en la evidencia del chantaje y la provocación. ¿Provocar en busca de un mártir?
Ángel Heladio Aguirre Rivero, gobernador de Guerrero, parece haber reflexionado acerca de ceder a la presión y el chantaje de los maestros integrantes de la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación en Guerrero. Por lo menos el congreso local rechazó las propuestas de los docentes que tendían a una especie de contrarreforma educativa. Y en Oaxaca, Gabino Cué Monteagudo se enfrenta a la realidad que ocultó en su visita a la Cámara de Diputados para proponer una supuesta iniciativa consensada con los maestros de la sección 22.
Es inocultable la pretensión de provocar al gobierno federal, al presidente Enrique Peña Nieto, para repetir el atencazo –3 y 4 de mayo de 2006–y reprimir a los maestros que se oponen a la reforma educativa porque, aducen, atenta contra su empleo, a partir de la evaluación de sus capacidades docentes.
Peña Nieto fue acusado de reprimir a los atenquenses liderados por Ignacio del Valle Medina, aunque el problema fue provocado por la ausencia de sentido común y falta de tacto político del entones presidente Fox que expropió los terrenos antes de negociar con los propietarios, que no tienen perfil alguno de hermanas de la caridad, pero sobradamente amparados por la ley estaban en su derecho de no vender sus terrenos o, en todo caso, recibir un pago justo y no los bilimbiques que el entonces secretario de Comunicaciones y Transportes, Pedro “El Pato” Cerisola, llegó a ofrecer. ¿Chantaje? Conste.
QMX/msl