Abanico
Cuando alguna crítica en su desempeño se publicaba en aquellos años en que era el poderoso jefe del entonces Departamento del Distrito Federal, Manuel Camacho Solís preguntaba: ¿de parte de quién?
Y es que el entonces regente tejía el punto fino de su aspiración a la Presidencia de la República y sus operadores, Marcelo Ebrard por supuesto al frente de ellos, consideraban que la imagen de Camacho debía construirse sin mácula, por eso en cada comentario adverso, en toda crítica buscaban la mano que mecía la cuna.
Sin duda, el regente tenía críticos pero más alabadores que tempranamente lo perfilaban como el seguro delfín de Carlos Salinas de Gortari, sobre todo en aquellas organizaciones creadas y alimentadas con recursos del DDF, de los cuales obtuvo su tajada en esos tiempos el aspirante al gobierno de Tabasco, es decir, Andrés Manuel López Obrador.
Camacho sabía que en esa carrera su imagen iba a ser centro del golpeteo y que su vida privada sería extraordinariamente pública, tanto como que sus asuntos de alcoba se conocerían a la par de cómo maiceaba a personajes del nivel de René Bejarano.
En fin, eso es parte de los juegos del poder y, como reza la máxima, el que no quiera sufrir de espantos, que no salga de noche. Camacho no entendió plenamente ese juego y terminó yéndose del PRI, prácticamente linchado por los colosistas que no le perdonaron sus artificios de fuego amigo en contra de Luis Donaldo Colosio.
Así andan hoy los calderonistas que durante seis años operaron en contra de los prohombres del PRI y de los gobiernos de esta filiación tricolor para cerrarles el paso al poder. Usaron a la PGR para sus fines, seguramente a partir de la aleccionadora praxis de fabricar pruebas con osamentas y videntes del abogado Fernando Antonio Lozano Gracia.
Indudablemente nadie con el más estricto sentido común acepta las versiones de que Juan Camilo Mouriño, Francisco Blake Mora y Ramón Martín Huerta perdieron la vida en accidentes aéreos, por fallas mecánicas en los aparatos en que se transportaban. Ahí hubo un ajuste de cuentas, por decir lo menos.
Porque, mire usted, hay que insistir en que los juegos del poder son peligrosos y más cuando se apuesta en ese sentido, o se les concita. Pero, como dicta el destino, tarde que temprano se desempolvarán archivos y se conocerá la verdad de lo ocurrido en los dos sexenios en que el PAN mal gobernó a México.
Sin duda, medidas las distancias entre aquellos “accidentes” aéreos, incluso la amenaza de muerte que recibió Felipe Calderón, de que el TP-01 sería objetivo de un atentado, lo que acontece con el senador Roberto Gil Zuarth, uno de los principales operadores y amigos del ex Presidente, es apenas una probada de lo que habrá de cosechar este panismo que en doce años se engolosinó con el poder.
Es fácil, como lo ha hecho la senadora y ex primera hermana de México, Luisa María de Guadalupe Calderón Hinojosa, acusar al PRI de haber emprendido una persecución de panistas, y entre ellos Gil Zuarth, ex subsecretario de Gobernación y ex secretario particular de Felipe Calderón.
Hace unos días acusó que quien está detrás de la campaña en su contra, involucrándolo en la venta de permisos para casinos, es un casinero, precisamente. Y aceptó que de la mano de ese casinero hay un político, mas no se atrevió a dar un nombre. Por supuesto, ya no tiene el respaldo presidencial y difícilmente se metería en aguas profundas.
El senador dice que no utilizará el fuero para defenderse, pero no solicitará licencia al cargo hasta en tanto no haya una denuncia formal en su contra, con pruebas. Es posible que aparezcan unas pruebas, pero igualmente es posible que a Gil Zuarth le sigan otros de sus compañeros de partido en el escenario del escándalo de los nuevos ricos del sexenio de Felipe Calderón. ¿De parte de quién? Digo.
QMX/msl