Iglesia, factor de estabilidad social
En esto de los intocables no sólo debe voltearse la mirada hacia los sindicatos y los estancos de poder político. No. También los hay y de sobrada impunidad en la administración pública, en esa indolente burocracia que, bajo el amparo de dizque “conquistas laborales” y el manto protector de los altos mandos, hacen lo que les viene en gana y son singulares especímenes intocables.
Sin duda la inmensa mayoría de los mexicanos hemos alzado las cejas indignados frente a escenas en las que, uniformados o no, agentes del Instituto Nacional de Migración vejan a indocumentados centroamericanos y a connacionales que suelen ser confundidos con salvadoreños, guatemaltecos y, en fin, vecinos del centro y sur del continente americano.
Los archivos se desbordan de denuncias por vejaciones, violación a los derechos humanos, extorsiones, ultrajes, robos y todos esos etcéteras que son cometidos por servidores públicos que, se presume, están encargados de vigilar el cumplimiento de la política migratoria.
Son esos servidores públicos quienes pintan entera la contradicción de un país, México, que aboga por una reforma migratoria en Estados Unidos y se indigna hasta lo patético cuando los agentes de la border patrol asesinan a un mexicano en la frontera, pero guarda silencio y echa bajo la alfombra los cientos, miles de casos de indocumentados asesinados, torturados y desaparecidos a manos de agentes del Instituto Nacional de Migración.
Y, bueno, si a eso se añade la maraña burocrática que entorpece trámites para la internación legal de extranjeros especializados en diversos rubros, contratados por empresas inversionistas foráneas, entonces tenemos completo el cuadro de un organismo que, pese a estar bajo la tutela de la Secretaría de Gobernación, procede autónomo y soberano, como ínsula de poder dentro del poder.
Desde hace rato, pero con énfasis en los tiempos de la docena trágica panista, el Instituto Nacional de Migración ha sido el oscuro terreno de la impunidad y la praxis de la violación de los derechos humanos y la insultante burocracia que todo entorpece, como si entre sus obligaciones y responsabilidades en la estructura del servicio público federal estuviera, precisamente, mostrar la mejor cara de la corrupción e impunidad del gobierno mexicano.
Hace unos días, representantes de empresas extranjeras que decidieron invertir en México, denunciaron los perjuicios que les ha acarreado económicamente esa burocracia en las delegaciones del INM, donde no hay ni siquiera los elementales formatos para registrar la solicitud de ingreso de extranjeros con la visa de trabajo.
Pidieron al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, intervenga para erradicar esa praxis burocrática que flaco favor hace al cambio que se pretende en la administración pública federal, pero que se sepa nada ha ocurrido.
Bueno, quizá esa inmovilidad o pasividad administrativa obedece a lo que defensores de los derechos humanos cuestionaron cuando se designó en el cargo de comisionado al licenciado Ardelio Vargas Fosado, un poblano de la Sierra Norte que fue priista y luego panista y después nuevamente priista y alcalde de su pueblo y más reciente colaborador del gober Rafael Moreno Valle Rosas, en Puebla, pero subrayadamente un personaje con vocación de policía y represor.
Y, vaya, no es que los policías sólo tengan esa vocación de policías, pero Vargas Fosado presumió y procedió como tal cuando, por ejemplo, como secretario de Seguridad Pública y acompañado del procurador de (in) justicia del estado de Puebla, Víctor Antonio Carrancá Bourget, al frente de un piquete de jenízaros con armas de alto poder desalojó a peligrosos trabajadores de El Heraldo de Puebla, del añoso inmueble que ocupaban, importándole un pito que hubiese dos amparos. ¡Ah!, los peligrosos editores, correctores, reporteros y fotógrafos estaban armados de pavorosas libretas y grabadoras y cámaras.
Bueno, bueno, quizá por esos antecedentes el licenciado Vargas Fosado es el comisionado del INM. Y también quizá por eso es que el Instituto Nacional de Migración permanecerá INTOCABLE pues, como dijo el maestro Armando Ramírez: ¡Qué tanto es tantitito! Digo.
QMX/msl