Abanico
En el centenario de la llamada decena trágica –aquella página negra del México revolucionario con la historia perversa de cómo Victoriano Huerta se hizo de la Presidencia– la discusión en torno de la permanencia o desaparición del fuero constitucional tiene más tintes electoreros que de real análisis en torno de la inmunidad a la que tienen o no derecho legisladores y funcionarios públicos.
Hay posturas encontradas de legisladores oficialistas y de izquierda con los de derecha. Priistas, ecologistas y perredistas abogan por actualizar los alcances del fuero, es decir, acotarlo mas no finiquitarlo. Los panistas, por el contrario se pronuncian por abrogar esa figura; incluso, van más allá y abogan por revocar el juicio de procedencia.
En abono de su postura, la derecha legislativa justifica que en su tiempo haya existido el fuero constitucional, aunque de nada sirvió precisamente a legisladores en aquella época del oscurantismo mexicano, como el senador chiapaneco Belisario Domínguez Palencia, quien fue asesinado por esbirros de Victoriano Huerta, ocho meses después de que éste mandara asesinar a Francisco I Madero y al vicepresidente José María Pino Suárez.
Sin duda, después de aquellos tiempos, el fuero fue utilizado como pretexto para todo tipo de tropelías de legisladores; en otros casos, como el de Andrés Manuel López Obrador, se alzó para alimentar sus aspiraciones presidenciales, al grado de que, desaforado por la Cámara de Diputados, el entonces presidente Fox lo perdonó cuando el beneficio político estaba hecho a favor del tabasqueño.
Porque, sólo cuestión de hacer un poco de memoria, el fuero de nada sirvió para frenar a los ajustes de cuentas. El ingeniero Jorge Díaz Serrano fue desaforado mediante proceso fast track para ser sometido a proceso penal.
Se abusó, se abusa del fuero. En su momento, hay que insistir, se alzó como el recurso contra los abusos de aquel poder presidencial que sometía al Poder Legislativo. ¿En el México contemporáneo, algún senador, asambleísta, diputado federal o local lo ha utilizado para enfrentar al poder presidencial?
En términos de real defensa de su forma de pensar y gobernar, de la expresión de sus ideas, ¿algún alcalde o gobernador se ha escudado en el fuero? El poder presidencial se ejerció, en la época del partido único, por encima de fueros y todo tipo de defensas legales. Cuando se decidió defenestrar a un gobernador, simplemente ocurrió. Cuando se determinó que un senador o diputado debía solicitar licencia al cargo, sencillamente pidió licencia y se fue. ¿El fuero? ¡Bah!, fruslerías frente al poder máximo.
¿Sirve de algo el fuero? Personajes como Gerardo Fernández Noroña y otros de corte fundamentalista se han escudado con esa figura para cometer tropelías legislativas y de otra índole poco ortodoxa.
Sí, se entiende que la izquierda se sume a la postura del PRI-PVEM en defensa del fuero, sus días en la oposición no han concluido ni concluirán, en términos generales, por lo menos en el corto tiempo. Y la oposición sabe que el fuero es una medida para enfrentar los excesos del poder.
Pero, si la modernización democrática abre sus puertas a la alternancia y el respeto absoluto a las libertades, es evidente que la discusión está en los ámbitos del PRI y del PAN por motivos estrictamente electorales. El PAN asume la igualdad de ciudadanos y legisladores; el PRI simplemente subraya que inmunidad no debe ser sinónimo de impunidad y, por ello, aboga por acotar el fuero.
Como medida salomónica, es posible que el dictamen que se cocina con reticencias en la Comisión de Puntos Constitucionales de la Cámara de Diputados, aterrice en el escenario del acotamiento. Sin embargo, bien vale advertir, que algo debe proceder contra esos legisladores y funcionarios públicos que se escudan en el fuero y, sí, como dice el panista Alberto Villarreal, pareciera que son ciudadanos de primera. Conste.
QMX/msl