Escenario político
La obligada reforma del PRI, cuyo aval lo dictará la mayoría del Consejo Político Nacional el próximo lunes 4 de marzo, fue anunciada como el camino sin retorno desde el viernes último en la Cámara de Diputados con un discurso retórico muy al estilo de Beatriz Paredes Rangel pronunciado por Francisco Arroyo Vieyra, presidente camaral en turno. Y que nadie se llame sorprendido.
Solo Paco Arroyo Vieyra y Manlio Fabio Beltrones Rivera, coordinador de los diputados federales del PRI, saben por qué el barroquismo para evitar llamar por su nombre y apellidos a los destinatarios del discurso. En fin.
Dentro de ese barroquismo dialéctico recitado por Arroyo ante el pleno camaral, en una fecha fundamental en la historia de México, centenario de cuando la ambición de poder de Victoriano Huerta, azuzada por Estados Unidos implicó mandar asesinar al presidente Francisco I. Madero y al vicepresidente José María Pino Suárez, se anunció el parto del nuevo PRI, algo así como el ave Fénix. No gatopardo.
“(…) la normalidad democrática –dijo Arroyo Vieyra—hace que un partido (el PRI) regrese al poder, pero que éste entienda que la política no es la misma. Que tenemos que ver hacia adelante mirando a la ventana extraña para no repetir los errores del pasado y para construir un régimen que nos haga dignos a todos y que nos haga libres, por tanto, suficientes de necesidad”.
Y al día siguiente, en el resumen del resultado de lo acordado en las cuatro mesas temáticas organizadas por el Comité Ejecutivo Nacional del PRI para revisar sus documentos básicos, el presidente nacional del tricolor, el doctor César Camacho Quiroz, adelantó el paquete de reformas que se llevará al debate y aval de los consejeros políticos que, en ocasión de la XXI Asamblea Nacional se reunirán la semana entrante.
Lo acordado entraña reformar a los documentos básicos que rigen la vida doméstica del tricolor, que Camacho Quiroz califica como despojar al tricolor de la camisa de fuerza que le ha impedido ir más allá en reformas fundamentales –les dicen estructurales—para la modernización del país.
En efecto, en una semana más el Partido Revolucionario Institucional celebrará 84 años de su génesis, 12 de ellos en la oposición que le significó una sacudida para no incurrir más en el gatopardismo que le fue elemental desde que Plutarco Elías Calles monopolizó el poder político en el llamado partido hegemónico, hasta 1989 cuando finalmente reconoce que el Partido Acción Nacional le ganó una gubernatura, la de Baja California.
¿Alguien de entre los caciques y dinosaurios sobrevivientes se opondrá a esta reforma operada por jóvenes viejos? Lo dudo; el inefable Joaquín Gamboa Pascoe ya dobló la cerviz; otros van rumbo a la jubilación y, agrego, la ignominia.
Es una nueva generación la que sacude al PRI desde el alto mando del compacto grupo que tiene poder político nacional. Salvo Jesús Murillo Karam, quien nació el 2 de marzo de 1947 y Emilio Gamboa que ha cumplido 62, seguido de cerca por Beltrones que en agosto de 2012 cumplió 60 años, el resto de los prohombres del priismo ronda entre los 40 y 50 años de edad, incluido el presidente Peña Nieto.
Pero, bueno, la reforma del PRI se gestó hace rato. El pasado 31 de enero, Manlio Fabio Beltrones Rivera, dio un adelanto en el informe de la agenda legislativa que la bancada priisra desahogará en el actual periodo ordinario de sesiones de la Cámara de Diputados y aludió al imperativo de sacudirse tabúes y dogmas, entendiéndose al patrioterismo esgrimido cuando de reforma energética se habla, porque se le vincula con privatización, o reforma fiscal con IVA generalizado en medicinas y alimentos.
Pero, no hay que perder de vista que la reforma del PRI, operada sin gritos ni sombrerazos por jóvenes viejos, va más allá de lo coyuntural y conceptual. Se trata de la vida misma del partido en el Poder. Reformarse o morir, reza la máxima popular, recuerda Astrid, mi asesora. Conste.
QMX/msl