ENTRESEMANA: La estrategia de cínicos y mentirosos

09 de julio de 2012
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8:32
Moisés Sánchez L.

Seis años en campaña aportan la experiencia que da el conocimiento del terreno reiteradamente visitado, experimentado, analizado. Los distritos, se recorren a ojos cerrados; suele impresionar al dirigente partidista del lugar más apartado del país, que el candidato lo llame por su nombre y haga lo mismo con personajes destacados, de influencia en la localidad.

Pero en estas andanzas en pos del poder, los asesores de imagen y propaganda, constructores del discurso y la agenda semanal, la de campaña, pues, son experimentados –o por lo menos se asumen como tales—en la tarea de preparar al candidato para la venta de sus ofertas de campaña.

Y, en efecto, todo esto se reduce a la mercadotecnia electoral, sustentada en el discurso sencillo, simple y la previsión de los escenarios que se deberán transitar en el triunfo y en la derrota, la reacción, la “denuncia” de fraude electoral, la demanda de limpiar el proceso, el mensaje previo de que se prepara “un gigantesco fraude electoral”, que carretadas de dinero sucio o de extraña procedencia han comenzado a fluir en las talegas del vecino de enfrente y hasta el reconocimiento a los contendientes, el llamado a la unidad, a gobernar con todos y para todos y todos esos etcéteras que hemos conocido en los procesos electorales desde finales del siglo pasado.

Todo tiene explicación; nada es inédito en la contienda por el poder. Ni siquiera aquella ñoña referencia de Andrés Manuel López Obrador de que no busca el poder por el poder mismo, ni la oferta del cuasi borrón y cuenta nueva del triunfador Enrique Peña Nieto.

Por ello, a nadie sorprendió que Luis Videgaray o Pedro Joaquín Coldwell hayan manifestado estar a favor de abrir todos los paquetes electorales e ir al famoso voto por voto, casilla por casilla. La laxitud de esa disposición del alto mando priista se finca en un margen superior a los tres millones de voto de diferencia que tiene el virtual candidato triunfador, Enrique Peña Nieto, sobre su más cercano contendiente, Andrés Manuel López Obrador.

Pero ya está visto que la cantaleta, no obstante prevista en la más reciente reforma a la ley electoral, para evitar la crisis postelectoral de 2006, no surtió efecto. Lo que procede en el equipo de López Obrador es pasar a la descalificación y buscar que, en la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, se sustancien de forma tal los recursos de impugnación para demostrar que hubo inequidad en la campaña rumbo a la elección de pasado domingo 1 de julio.

Y aquí es donde los cínicos y mentirosos entran en escena. Del lado triunfador los operadores que negarán la existencia de respaldos económicos y ayudas a trasmano con material de construcción e incluso aportaciones en efectivo para lograr el voto. Sin duda hubo compra de voto, en especial en zonas de difícil acceso tanto geográfico como político en el país. Pero lo mismo operó en el lado de los perdedores. Unos son cínicos, otros mentirosos.

Porque, quién puede explicar el origen de cientos de miles de playeras con los colores de la alianza Movimiento Progresista, incluso con las siglas de “YoAMLOve”, y el acarreo a los mítines, como aquel desafortunado en el norte del estado de Guerrero donde, al desbarrancarse el vehículo en el que viajaban simpatizantes del PT, más de una veintena de ellos pereció.

En esto de repartir culpas y acusar de la realización del milagro del voto, destaca el ex priista y ex perredista Ricardo Monreal Ávila, coordinador de la campaña de López Obrador, que suele lanzar acusaciones a diestra y siniestra sin recato y sin soporte. Hasta él se cree santo.

Hoy que ya no las funciona la letanía del voto por voto y casilla por casilla, Ricardo asegura que el PRI compró ¡cinco millones de votos!, en la elección pasada para beneficiar a Peña Nieto. Y sostiene que el PRI admite la versión.

También atiza la hoguera contra los medios de comunicación y alude a una supuesta complicidad de éstos con Peña Nieto para ocultar irregularidades y crear “una cultura de impunidad, de una cultura de valemadrismo”. Pide, por supuesto, anular la elección. ¿Y las pruebas, Richard?

Bueno, el zacatecano ha sido proclive a mentir, a dar por sentado versiones y dichos, trascendidos y chismes. Al IFE ya lo descalificó; va tras el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Una pregunta: ¿conocerán todos los mexicanos el desglose de los gastos de campaña de Andrés Manuel López Obrador y de la fundación Honestidad Valiente?

Por de pronto, ¡vaya coincidencia y casualidad de esas movilizaciones de sedicentes integrantes del movimiento #Yo soy 132! Pretenden dar por sentada una creciente inconformidad contra el triunfo, en las urnas, de Enrique Peña Nieto. ¿Ya dejan la duda de la imparcialidad de los magistrados electorales? Y lo que falta. Digo.

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QMex/msl

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