ENTRESEMANA: Luis, apaga la luz…

15 de junio de 2012
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8:47
Moisés Sánchez L.

En el café Estación, en la calle de Héroes Ferrocarrileros, casi esquina con Insurgentes centro, una veintena de reporteros se mantiene en vela, de guardia. Espera el anuncio de la declaración del candidato presidencial del PRI. Los convocaron a conferencia de prensa poco después de que Leonardo Valdés Zurita, consejero presidente del IFE, informara del resultado del Programa de Resultados Electorales Preliminares.

El confeti y el papel picado, con la lluvia se volvieron tapón que cerró la corriente hacia el desagüe y la calle Luis Donaldo Colosio estaba anegada. Las huestes priistas comenzaron la fiesta temprano y se fueron temprano, alicaídas, frustradas, con las matracas desechas y las cornetas afónicas. Nadie se muere en la víspera, pero en la medianoche de la sede del PRI había muertos deambulando por oficinas vacías, rumiaban la derrota. Muertos políticos.

En el auditorio Plutarco Elías Calles las edecanes se quitan los zapatos de tacón y con desparpajo, despatarradas sobre las escalinatas, esperan les den salida. Ya habían despegado los personificadores del sillerío instalado en el presídium y en las primeras filas.

–¡Esto se acabó, chicas!—espetó la coordinadora de las chicas contratadas para atender a la liga mayor priista que desde las seis de la tarde dominical, poco antes de que cerrara la mayoría de las casillas en el país, llegó al edificio del tricolor y en corrillos aguardó a que el equipo del primer círculo del candidato del Revolucionario Institucional los llamara para iniciar el festejo.

Un ex gobernador del norte del país previó un panorama nada halagüeño; las tendencias se acortaban. Los últimos reportes, al cierre de la noche del sábado 30 de junio, de por lo menos las más respetadas empresas encuestadoras indicaban una preocupante caída en el puntaje que, todavía diez días antes, favorecía al candidato presidencial del Partido Revolucionario Institucional.

–¡Eres ave de mal agüero!—le reprochó al ex gobernador un senador que en su vida había hecho campaña.

–¡Sí!, ya ni la chingas—secundó la otoñal diputada federal con licencia que fue a hacer campaña en su terruño y que estaba a punto de corroborar que, aquellos que tres años antes le dieron el voto, ahora se lo negaban porque el gobernador había echado por la borda el bono dizque democrático al ceder frente al crimen organizado.

–Pues dirán misa—respondió el ex gobernador–, pero cifras formales, no maquilladas, me indican que el candidato se nos cayó del estrellato y que el vecino de enfrente creció y creció. Pero, bueno, antes de mentarme la madre y llamarme ave de mal agüero, esperemos al resultado y apostemos.

–¡Estás pendejo!—replicó la legisladora enfundada en su traje sastre Carolina Herrera.

Corrieron las horas y en la oficina principal del conjunto de la sede del PRI, se reunieron los integrantes del primer círculo del candidato, mientras la avenida Insurgentes se cerraba al tránsito desde el Eje Rayón y Puente de Alvarado. Los autobuses con militantes priistas llegados del Estado de México y otras entidades, además de vehículos que acarrearon a vecinos de diferentes delegaciones de la ciudad de México, estaban estacionados sobre Puente de Alvarado y la avenida San Cosme.

Matracas, gorras, playeras… “uniforme del triunfo” le llamaron. Miles y miles de priistas ocuparon calles aledañas a la sede del PRI, cuyo estacionamiento fue acondicionado para el festejo con un entarimado y equipo de sonido para que las bandas tocaran.

Y llegaban los priistas de pedigrí, los dinosaurios que volvían por sus fueros, los que hicieron mutis a las críticas y previsiones de que ellos, precisamente ellos por lo que representaban las viejas mañas de lo malo del PRI que fue echado de Los Pinos el 1 de diciembre del año 2000, serían los causantes de la derrota del candidato presidencial y buena parte de quienes buscaron otros cargos de elección popular.

Y cuando comenzaron a caer los primeros números del PREP, entonces estos priistas se desencajaron. Todavía a unos minutos de la cifra final del PREP, consideraban que era un sueño que el candidato presidencial del PRI remontaría la adversidad. Cerrada, cerradísima votación y el vecino de enfrente se alzaba con la victoria.

La lluvia no había dispersado a la masa priista que aguardaba a celebrar. Pero, cuando Valdés Zurita informó que el candidato del PRI se ganaba el segundo sitio, entones al ruido de matracas y cornetas le suplió el singular rumor de los pies que se arrastran en desbandada.

Corren las primeras horas del lunes 2 de julio y el candidato da instrucciones a su fiel jefe de prensa.

–No habrá conferencia de prensa. Ni una palabra. Como en los gallos: perdí; el vecino ganó.

–Como tú ordenes—respondió el comunicador. Te acompaño a tu casa; tu esposa y tus hijas ya se adelantaron y te esperan.

–No, no es necesario. Vete a descansar. Mañana los llamarán de mi oficina para convocar a una reunión. Dijimos que aceptaríamos el resultado que fuera. Perdimos. Por cierto, Luis, cuando te vayas apagas la luz. Dile A Miguel Ángel que se vaya del país en el primer vuelo que encuentre.

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