ENTRESEMANA: ¡Y qué culpa tiene Acapulco!

14 de noviembre de 2012
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9:57
Moisés Sánchez L.

Manuel Añorve Baños es y ha sido diputado federal por obra y gracia de la lotería política, es decir, por un dígito en la lista de representación proporcional; también presidente municipal sustituto de Acapulco –en 1997—por una ayudadita del huracán Paulina que mandó a la banca, por incapaz, al entonces alcalde Juan Salgado Tenorio.

Pero su sueño de ser gobernador se ha convertido en pesadilla en dos ocasiones. En la primera, René Juárez Cisneros fue su demonio en casa porque le ganó la candidatura del PRI al gobierno estatal. Luego, su primo Ángel Heladio Aguirre Rivero lo derrotó en una especie de revancha.

Ocurrió que Aguirre había sido gobernador sustituto de Rubén Figueroa y consideró que era su turno de ser electo, pero el tricolor le negó la posibilidad y se la entregó a Añorve Baños. Ángel Heladio se fue al PRD que lo arropó en alianza con el PT y Convergencia; incluso, al cuarto para las doce, el candidato del PAN, Marcos Efrén Parra Gómez, declinó a su favor.

Manolo perdió la elección frente a un candidato fuerte, de arraigo, pero igual a consecuencia de una campaña errática, de escenografía y boato; cuentan incluso que sus actos los amenizaba una porra asalariada que lo seguía a todos lados y que aparecía como pueblo, ciudadanos guerrerenses, pues.

La lana se gastaba en lo que no debía gastarse. Algo me recuerda a aquella señora que se apoderó del billete y dejó que una campaña electoral, con asiento en la Bahía de Santa Lucía, se deslizara como en ruta de mantequilla hacia el fracaso. En fin.

Pero, bueno, Manolo se olvidó hasta de sus cuates y de quienes lo habían apoyado, se trepó al estrellato y se sintió gobernador, viajaba en avioneta y helicóptero, poco usaba el vehículo terrestre y lo evitaba en esas rutas de La Montaña y de la Tierra Caliente, de la Costa Grande y la Costa Chica.

Pero en el score político de Añorve Baños también hay cargos en los que ha sudado la camiseta en pos del voto. Por ejemplo, fue electo síndico procurador de Acapulco, diputado local en el Congreso guerrerense y presidente municipal de Acapulco en 2008. Es doctor en derecho, un hombre brillante, sin duda; pero lo brillante se opaca frente al espejo de la ingratitud y la amnesia política.

Así, al cargo de presidente municipal solicitó licencia para contender por la gubernatura, pero fue derrotado por Ángel Heladio y regresó a cobrar como alcalde, desde donde se trepó a la campaña de 2012 y acompañaba eventualmente a René Juárez Cisneros, candidato  a senador. Añorve tenía segura la curul, el retorno al Palacio Legislativo de San Lázaro. La suerte política le sonreía nuevamente y, sin comprar billete, se sacó la lotería. Pero…

En el camino se le volvió a atravesar Luis Walton Aburto, el reincidente aspirante a la alcaldía de Acapulco. Y resulta que ahora sí, en la tercera intentona, ganó y ha ido en pos de la cabeza de Añorve, con la complacencia nada simulada del gobernador Aguirre Rivero.

Walton ha acusado a Manolo de haber endeudado sobremanera al gobierno municipal de Acapulco. Añorve niega la especie y sostiene que, al contrario, él pagó parte de la deuda que le heredó Félix Salgado Macedonio, a quien por cierto evitó y ha evitado acusar formalmente.

Pero, bueno, Salgado podría salir en este momento con la frase foxiana: ¿Y yo por qué? Pregunta que vendría bien a los acapulqueños y, por ende, al municipio de Acapulco. ¡Pobre puerto! ¿En qué momento se ha pensado en gobernarlo de verdad, de servirlo y atender a los miles de pobres y miserables que habitan en ese llamado “el otro Acapulco”?

Acapulco es una marca, un referente de México en cualquier parte del mundo. ¿Por qué Acapulco debe sufrir de los desencuentros de alcaldes y gobernadores? Porque no es la primera vez que desavenencias entre un alcalde acapulqueño y un gobernador guerrerense derivan en problemas para el puerto. Lo despojaron de la sede del Tianguis Turístico por un arrebato político presidencial y Manolo es diputado federal. ¡Ajá!

Ahora el gobernador Ángel Aguirre Rivero se ha metido en el affaire Walton-Añorve y como no queriendo sostiene que no debe haber impunidad en el quebranto financiero del ayuntamiento de Acapulco, “independientemente de quien se trate”.

Y aunque admite desconocer la situación financiera del municipio de Acapulco, fue con el chisme al presidente electo, Enrique Peña Nieto, y le pidió apoyo, que le meta lana para sanear las finanzas del puerto, mientras Luis Walton se adelantó y declaró la quiebra de las arcas porteñas.

Es, sin duda, un ajuste de cuentas políticas. Añorve fanfarronea y dice que todo está en orden, pero le enoja lo difamen. Walton y Aguirre Rivero, en tanto, se aprestan a librar la guerra mediática contra el diputado federal que, casualmente, es el hombre de confianza de Manlio Fabio Beltrones. O por lo menos así parece. Dirán misa, pero ¡y qué culpa tiene Acapulco! Digo.

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QMX/msl

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