Iglesia, factor de estabilidad social
¿Recuerda usted esa cacería instruida desde Los Pinos a Marisela Morales para enviar a chirona al ex gobernador de Tamaulipas, Tomás Yarrington Ruvalcaba?
Sí, sí, ofrezco disculpas por ser confianzudo y tutear a la ex procuradora General de la República, la maestra (en ciencias penales) Marisela Morales Ibáñez, a quien una vez que el general Tomás Ángeles Dauahare fue absuelto y liberado, se le homologa con Enrique Alonso “Cachirulo”, por aquello de su Teatro Fantástico montado en la PGR con testigos protegidos y aleccionados.
Por cierto, hace poquito más de un mes Marisela cumplió 43 primaveras y cinco meses de andar fuera de las candilejas, alejada del bullicio y de la falsa sociedad, es decir, del reconocimiento de la administración Obama y de la pléyade burocrática y periodístico-analítica que la ponderó en sus tiempos de gloria, del brazo y por la calle, con el ingeniero Genaro García Luna, quien recién se dio una vueltecita –chance para medirle el agua al top ten de ex integrantes del gabinete de Felipe Calderón y candidatos a huéspedes en la prisión del Altiplano– por el Distrito Federal, para ser exactos en el Café La Habana, de la esquina de Morelos y Bucareli.
Pero, bueno, qué hay de esa obsesiva y enfermiza pretensión de encarcelar a los ex gobernadores de Tamaulipas, Tomás Yarrington Ruvalcaba, Eugenio Hernández Flores y Manuel Cavazos Lerma. Los dos últimos, con fuero de senadores, se carcajearon de la versión difundida desde la PGR en la que se les involucraba con el crimen organizado en su entidad, cuando fueron gobernadores.
En el caso de Yarrington, sin fuero y abandonado por el PRI, cuyos diputados federales y su dirigencia se deslindaron de él, la cacería fue severa y con el aroma del cobro de facturas políticas o en busca de un chivo expiatorio que diera al traste a la creciente recuperación del tricolor en el corazón del electorado.
Meter a prisión a Yarrington, incluso apenas su detención luego de esos cateos en los que los federales se llevaron algunos recuerdos del departamento que el tamaulipeco tiene en la colonia Chapultepec-Polanco, habría implicado un severo golpe a la imagen del Partido Revolucionario Institucional.
Tomás, de la mano de sus abogados, aguantó la embestida y, aunque su asunto no ha sido citado por el procurador General de la República, Jesús Murillo Karam, es de elemental justicia despojarlo de esos artificios creados por órdenes de Marisela Morales Ibáñez, quien a su vez siguió a pié juntillas y sin chistar la instrucción girada desde Los Pinos para evitar el retorno del PRI a la Presidencia de la República y al control del Congreso de la Unión.
¿Dónde anda Tomás? En buen resguardo, elemental, hasta en tanto no se aclare su situación jurídica y se deslinden responsabilidades, situación que de acuerdo con la información disponible camina en ese sentido, habida cuenta de que las declaraciones de testigos protegidos de la entonces procuradora Marisela Ibáñez, se diluyen por ausencia de pruebas de sustento.
Veamos. Yeraldin, Rufino, Pedro, Oscar, El Bimbo, Ángeles y El Pitufo, son algunos de los sobrenombres aplicados a los testigos protegidos que Ibáñez Morales utilizó para inculpar al ex gobernador Yarrington, de la supuesta comisión de varios delitos, entre ellos el de asociación delictuosa, pero que a la fecha no han podido ser comprobados.
Las acusaciones de los testigos protegidos, como es público y notorio, están en el tobogán de la mentira, caen por propio peso. Además, mire usted, estos aprendices de Cachirulo, junto con Marisela, dejaron sus huellas dactilares por todas partes, de forma tal que sus testigos protegidos evidencian haber sido utilizados con fines electorales para desabarrancar al PRI cortándole el oxígeno rumbo a la Presidencia.
Pedro, Óscar o El Bimbo, en el caso de Yarrington, como Jennifer en el del general Ángeles Dauahare, son alias de los testigos protegidos que como instrumentos de venganzas políticas personales de Felipe Calderón y sus socios en el gobierno, pusieron en entredicho a la impartición de justicia en México.
Por eso, no hay duda de que Marisela puede ir apostándole a un empleo en el área de los cuentos, en abierta competencia con quien fuera autor y conductor del Teatro Fantástico que, hace algunos ayeres, se ganó a la audiencia infantil, juvenil y adulta.
¿Marisela como Cachirulo (con todo respeto a la memoria de don Enrique Alonso)? Bueno, porque además del uso de testigos protegidos y aleccionados, el asunto es que hasta el momento no hay un solo documento de peso legal que pueda ser utilizado para meter a prisión a Yarrington. ¿Otro “usted disculpe”? Conste.
QMX/msl