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Escenario político
El ganador único del presidencialismo.
Por: Daniel Adame Osorio*
El politólogo Juan Linz acierta cuando afirma que las democracias con más larga duración y estabilidad tienen sistemas parlamentarios. El parámetro de medición es de por lo menos 25 años de democracia ininterrumpida; solamente cuatro países con régimen presidencial han logrado permanecer este tiempo: Estados Unidos, Costa Rica, Colombia y Venezuela. En un trabajo alterno, Scott Mainwaring estudió 50 democracias que fracasaron desde 1945, de estas 27 fueron presidenciales. A partir de estos datos propuso una tasa de “éxito”, que define con la siguiente fórmula: el número de democracias estables dividida por la sumatoria de las democracias estables más el número de democracias fracasadas. Sin embargo, esto no esclarece hasta qué grado el presidencialismo per se es responsable por la tasa de éxito inferior. Se sugiere que se tome en cuenta que los intentos por establecer democracias presidenciales han tenido lugar en países subdesarrollados; debido a que el nivel de vida es un factor sustancial que contribuye a la viabilidad de la democracia, el grado de responsabilidad del presidencialismo por el fracaso de la democracia es incierto. En este sentido es preponderante el éxito de las democracias parlamentarias por ser instituidas en países industrializados, además que en realidad ninguno de los dos tipos principales de democracia, parlamentaria o presidencial, ha tenido estabilidad funcional en el Tercer Mundo, ambas han fracasado con la misma frecuencia. Se demuestra pues que las condiciones sociales y económicas adversas, así como los compromisos limitados con la democracia por parte de las élites de poder, crean dificultades al margen del tipo de régimen.
Es importante destacar que una de las promesas en la democratización de cualquier país es que el régimen logrará estabilizar al Estado aminorando el conflicto y permitirá el crecimiento y desarrollo económicos. Ante la falta de resultados del sistema político democrático surge el descontento, la crisis de legitimidad gubernamental, la falta de confianza en las instituciones públicas y la exigencia cada vez mayor de sectores que reclaman atención y apoyo al Estado para poder desarrollarse en lo económico. La promesa de que la democracia resolvería los problemas de pobreza y desigualdad ha decepcionado a la ciudadanía, concibiendo a la democracia como problema que, en el caso de México ha permitido que de la mano de la incertidumbre, la estabilidad no ha vuelto a pesar del respeto a los resultados y a la sensación del ganador único, dirá Linz. El estilo personal de gobernar del presidente y una extendida desconfianza al manejo de la política económica, producen mayor conflicto en la edad incierta de la historia mundial que habitamos.
*Politólogo, académico, periodista. Director Editorial: www.escenariopolitico.mx
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