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Para comprender si la representación política está en crisis o sólo está evolucionando, el politólogo, Manuel Alcántara Sáez, con su análisis de los partidos políticos en América Latina, considera que la institucionalización de las elecciones ha sido altamente positiva, a pesar de las crisis, la corrupción y otros factores, pero reconoce también que las redes de representación política han decaído y que el gran reto es permanecer en el tiempo.
Si bien han aparecido nuevos vínculos entre sociedad y actores políticos, esto no ha sustituido a los partidos. Éstos, sin embargo, deben reconocer que el repudio ciudadano hacia ellos obedece a que los evalúa negativamente.
Al abordar el problema de la institucionalización de los partidos políticos, considera que a la par de que los ciudadanos los hacen depositarios de la búsqueda de soluciones a los problemas, también los hacen responsables de ellos, lo que deriva en una crisis de representación política, por su corrupción, por la asociación de otros intereses, su ineficacia y des legitimidad.
El problema es distinguir cuando se convierten en instituciones o en máquinas. Los primeros presuponen su desvinculación de los liderazgos personales, apostando por un programa, ideología y estructuración con criterios de racionalidad y eficacia, especialmente en la elección de sus líderes y sus relaciones tanto con sus militantes como con la sociedad. Las segundas son instrumentos temporales de los caudillos. Y esta es la disyuntiva que enfrenta el panorama Latinoamericano.
Es así como Alcántara percibe que las crisis de los partidos también pueden interpretarse como evolución porque en los últimos años y de cara a este nuevo siglo han sabido en muchos casos modernizarse y adaptar sus estrategias programáticas y organizativas. Porque a pesar de la fragmentación, conservan elementos de viabilidad mínima. En la búsqueda de la rentabilidad electoral han surgido Frentes, lo mismo regionales que producto de escisiones de otros partidos. Otra de las características de los partidos latinoamericanos es su origen caudillista, el desarrollo de relaciones clientelares y patrimonialistas, lo mismo que su carácter anti sistémico al momento de nacer.
“Los partidos han ido evolucionando de forma muy diferente de manera que, conforme transcurre el tiempo, el peso de su origen se va diluyendo y su impacto en su realidad contemporánea tiene menor sentido. Las adaptaciones a los cambios registrados en el entorno en el que se encuentran y las dinámicas propias derivadas de las transformaciones en su liderazgo y de las distintas opciones tomadas con relación a sus estrategias políticas, sus ofertas electorales y sus reacomodos organizativos tienen efectos de hondo calado en el recuerdo de su origen”, afirma Alcántara Sáez.
Para medir el grado de institucionalización de los partidos, hay que analizar, de acuerdo con Alcántara, factores como su programa, que constituye su identidad. En América Latina, el Estado populista diluyó el contenido ideológico sin lugar para otras visiones, convirtiendo a los partidos en comparsas. En los 80s, el neoliberalismo, considera, a nuestro juicio equivocadamente, que terminó con el populismo e introdujo la competencia política y trajo nuevas contiendas ideológicas, lo cual es parcialmente cierto.
Otro de los elementos para medir a los partidos y su institucionalización, se deriva de la organización, estructura administrativa y de servicios, recursos humanos. A partir de los 80s, se implantaron las reglas de la poliarquía, considera Alcántara, con un mayor peso para la competencia y el rendimiento electoral y el papel de los medios de comunicación, entre otros. La organización de los partidos en América Latina es diversa de país en país.
En México, la administración AMLO como fuerza de cambio político, hereda las maneras de comportamiento del Estado utilizando a) la coerción para debilitar las instituciones y con ellas a la democracia; b) las leyes para reformar el diseño y derribar paso a paso los equilibrios y contrapesos; c) el dinero para la construcción de su futuro a través de los apoyos sociales directos a mexicanos en edad de votar y, d) el conocimiento como vehículo de sometimiento de la élite cultural, los medios y el presupuesto de las universidades públicas.
*Politólogo, académico, periodista. Director Editorial de ESCENARIO POLÍTICO.
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