Visión financiera/Georgina Howard
El voto estratégico a favor de un partido
Al hablar del voto estratégico y de la congruencia de los partidos y los sistemas de partidos, generalmente se abordan las posibilidades de alianzas para el triunfo en un distrito electoral federal, ya sea por coalición, listado o candidato. Por tanto, cabe cuestionar si el voto estratégico puede emitirse en pro de un partido político, al margen del candidato, del distrito y de que incluso al sufragar por él no se alcancen posiciones legislativas, así sean federales.
Citemos como caracterización el caso hipotético de un partido pequeño con presencia nacional al que sólo falta una mínima cantidad de votos para alcanzar el umbral que le garantizará su registro y permanencia electoral.
Para ese partido, las alianzas estratégicas estarían orientadas más que a la consecución de escaños en el Congreso Federal, o al triunfo de un candidato en particular, en conseguir el número de sufragios indispensable para garantizar su permanencia legal en la arena político-electoral.
En esta caracterización, existen dos posturas a adoptar por sus posibles aliados, que serían otros partidos políticos, el gobierno y el electorado mismo:
1.- Que otros institutos políticos o el gobierno encuentren favorable para su causa, ya sea en el corto o largo plazo, la alianza con el partido agonizante, y que el electorado considere que la presencia político-electoral del partido en vísperas de desaparecer es lo suficientemente importante como para votar a su favor y conseguir su permanencia, o
2.- Que los partidos, el gobierno y los electores consideren que el peso específico del partido por desaparecer de la arena político-electoral como alianza carezca del suficiente peso para rescatarlo de su pérdida de registro.
Para responder a la pregunta objeto de este estudio, habrá que analizar al menos tres aspectos:
Debemos insistir, antes de continuar, en lo atípico y poco documentados que han sido casos de este tipo, pero que debido a la mera posibilidad de ocurrir o que ya estén sucediendo, deben ser analizados para abonar en el estudio de todas las variables que presentan, por una parte, el voto estratégico, y por la otra, la congruencia de los partidos y del sistema de partidos.
Comencemos por analizar el aspecto legal: un sistema electoral es “el conjunto de leyes y normas partidistas que rigen una competencia electoral entre los partidos y dentro de ellos” (1)
Es lógico suponer que para los partidos grandes es preferible eliminar la competencia de los pequeños, primero porque se evita la fragmentación del voto, pero también porque la bolsa a repartir para el financiamiento de los que quedan aumenta.
El propio Cox advierte también de la necesidad de despojarse de toda ingenuidad en torno a la imparcialidad de los órganos electorales.
Así, en el primer caso, es de suponer también que los partidos promoverán reformas legales que incrementen el umbral mínimo indispensable para que los partidos pequeños conserven su registro y preservar su condición mayoritaria dominante.
Si, por añadidura, sumamos el hecho de que la autoridad electoral puede ser muy proclive al partido mayoritario que generalmente está en el poder, sobre todo si la designación de sus integrantes depende de él, nos es dado suponer también que hará todo lo posible –dentro y fuera de la ley- para propiciar la desaparición de los partidos pequeños.
Si existiesen partidos pequeños que ideológicamente son afines al gobierno o al partido mayoritario, o están subordinados a ellos, es factible plantear que tales partidos no sólo no perderán su registro, sino que mediante alianzas estratégicas con ellos serán respaldados incluso para ampliar su base de votación, lo mismo que el número de escaños, que a final de cuentas votarían en los congresos a favor de las políticas del partido en el poder.
De ello nos da cuenta el autor cuando afirma que “Estas leyes y reglas pueden afectar muchos aspectos de la competencia política, incluidos el matiz ideológico de las políticas que defienden los partidos durante la época de elección, la medida en la que los políticos intercambian prebendas y otros beneficios particulares”. (2)
No obstante, este mismo argumento y alianza estratégica puede ser utilizada por los partidos medianos para definir si dan o no su respaldo en coalición, candidaturas conjuntas o no, e instruyendo a sus seguidores para votar por el partido en posibilidades de desaparecer.
“Las características pertinentes a la nominación dependen del problema de fondo. Si uno está interesado en el voto estratégico y en la coalición electoral, como es nuestro caso, las leyes pertinentes son aquellas que regulan las candidaturas fusionadas y las listas conjuntas” (3) La alianza, entonces, no atendería a ganar siquiera la elección misma de un distrito electoral, sino a que los partidos medianos ofrenden los votos de sus militantes para que el partido en riesgo de desaparecer conserve su registro, ya sea por razones ideológicas de afinidad, o porque eventualmente buscarán su respaldo y alianza en las votaciones legislativas en torno a políticas públicas, o para contar su respaldo en futuras votaciones más importantes, como la Presidencia del país.
Y es que “El voto no exclusivo de candidato, además de aparecer en el escrutinio total del candidato por el que se emite, afecta, asimismo, otros escrutinios totales utilizados para la asignación de escaños legislativos. (4). En el caso planteado, efectivamente respaldar al partido en agonía de registro no sólo impactaría en su presencia electoral en todo el país y futuras alianzas, sino en el número de escaños obtenido por fuerzas políticas afines y con intereses futuros superiores.
Insistimos en que la hipótesis de que uno o varios partidos medianos de semejante ideología rescaten a uno que está a punto de perder su registro para contar en el corto plazo con su voto en las decisiones tomadas en el Congreso y eventualmente para formar alianza rumbo a una competencia presidencial pareciera no ser tan frecuente.
Sin embargo, si consideramos los casos de aquellos países de centro y Sudamérica que se caracterizan por disponer de un gran número de partidos pequeños en la competencia por las posiciones políticas, resulta por demás importante analizar e ir a fondo en el estudio de este planteamiento.
Otra de las motivaciones de los partidos medianos o grandes que compiten con el régimen para rescatar a uno pequeño renunciando a los votos a su favor puede ser que esa fuerza política no sea cooptada por el gobierno para fortalecerse, o que termine aliado a otro partido político, al margen de su ideología, y que le restaría votos de los pocos o muchos militantes y seguidores de que dispusiera, y que haría más atractivo al partido al que se sumara porque tendría mayores posibilidades de obtener posiciones legislativas y/o gubernativas en futuras elecciones.
Lo mismo el régimen puede optar por aliarse con partidos pequeños y proyectarlos a mayores niveles de votación para, a su vez, contar con un mayor número de escaños que respaldo en sus congresos, que las oposiciones rescatarlos de la desaparición para obtener mayor fuerza y ser más competitivos, aspirando con mayores posibilidades a acceder a escaños y competir por cargos públicos más importantes.
En gran medida, falta estudiar casos que salen de los esquemas tradicionales: “Dentro de un distrito primario específico, los escaños siempre se asignan primero a los cárteles (si los hay), luego a las listas (si las hay) y finalmente a los candidatos”, (5). Sin embargo, el mismo autor ofrece una salida para demostrar que este tipo de alianzas con la coordinación estratégica de múltiples fases es posible, sobre todo cuando los políticos y los líderes de los partidos tienen la visión suficiente de plantearse un futuro más favorable, aunque de momento, en la elección en la que no son sus candidatos los postulados, o de abstenerse a ofertar candidaturas al electorado y ofrecer su voto cautivo a favor de un pequeño partido en vísperas de perder el registro, no obtengan el triunfo.
En las perspectivas de largo plazo, cuando un político “piense que causa la derrota de otro candidato, ello demostrará que el respaldo de su grupo es crucial y le permitirá obtener concesiones políticas (…). Quizá piense que su posición será más favorable cuando se presente a un cargo en los próximos comicios. (…) En lugar de un juego de coordinación de una sola etapa, se trata de uno de múltiples etapas donde se llevará a cabo una serie indefinida de múltiples opciones, donde las expectativas de viabilidad pueden estar o bien sólidamente establecidas, o bien pueden no estarlo” (6).
Esta hipótesis también presenta una serie de dilemas para el partido en riesgo de perder su registro. Giran en torno a la conveniencia de las alianzas, sobre todo si aunque se consiga el fin primario de conservar el registro, equivale a la futura subordinación casi total a los partidos que lo respaldaron para mantenerse en juego en la arena político-electoral.
En primera instancia, pone en tela de juicio el liderazgo mismo del partido que logra sobrevivir por la ayuda de alguien más, ya sea el régimen, u otras fuerzas partidistas.
En segundo término, limita sus posibilidades de postular a sus propios candidatos, bajo el argumento de aquellos que lo rescataron de que le deben su permanencia en el sistema electoral o que sus candidatos son más fuertes y cuentan con un mayor respaldo, prestigio y/o trayectoria.
Finalmente, si decidiera ir solo a la contienda confiando en sus propios seguidores, también enfrenta un alto grado de incertidumbre al tratar de conservar su registro:
Que un partido en agonía de presencia en la arena electoral decida o no promover o aceptar una alianza estratégica depende de los incentivos para ello.
Se plantea que “Despertar expectativas favorables sobre la viabilidad es fundamental en las etiquetas de partido. Una de sus propiedades es transferir un cierto número de votos habituales al total de un candidato. (7). Es justo esto lo que haría el régimen o algún partido político; llevarle votos para garantizar su permanencia en la arena política, pero a cambio el partido en agonía tendría que comprometer sumisión ideológica y de suma de votos y respaldo a sus políticas y proyectos para que a otros les resulte favorable la alianza estratégica.
“Las características pertinentes a la nominación dependen del problema de fondo. Si uno está interesado en el voto estratégico y en la coalición electoral, como es nuestro caso, las leyes pertinentes son aquellas que regulan las candidaturas fusionadas y las listas conjuntas” (8)
Existen otros factores a tomar en cuenta y que van más allá de las expectativas electorales de los partidos, tanto el que está a punto de perder el registro, como el de aquellos que estarían dispuestos a respaldarlo para que lo conserve.
Se trata de dos variables:
1.- El elector mismo, su ideología e identificación con el partido en riesgo.
2.- Se trata de una elección en la que están de por medio los intereses y aspiraciones de los habitantes de esa demarcación.
En efecto, “Algunos de los electores que se sienten cercanos a un partido político que no va a lograr grandes resultados en las urnas optan por no votarle al anticipar que no tiene posibilidades reales de obtener representación, prefiriendo desplazar su voto a otro partido del que no se sienten tan cercanos, pero que, en su opinión, sí tiene posibilidades de lograr escaños” (9). Y es que si bien a menudo el ciudadano elige como primera opción de voto al partido en el que milita o por el cual siente una gran simpatía, que carezca de peso específico en la arena política, que en realidad sólo esté pensando en su supervivencia, y que a final de cuentas no obtenga escaños con los cuales la gente pueda sentirse representada, no constituyen incentivos suficientes.
La problemática para el partido que puede perder su registro es mayor si sus militantes y simpatizantes, así como el electorado en general, consideran que en realidad ese partido ha sobrevivido en anteriores comicios no porque tenga un peso específico importante o haya aumentado el número de seguidores por sus resultados, sino porque invariablemente ha competido en coalición con partidos más fuertes que le han garantizado con su fuerza que permanezca en el juego electoral.
Cuando por cualquier razón esa alianza se interrumpe, el partido se enfrenta a la realidad de que su aporte a los partidos grandes, medianos y al régimen no es atractivo y es desdeñado, colocándose precisamente en posibilidad de desaparecer.
Incluso el hartazgo del elector por un partido político que no tiene verdadero peso ni representa a la sociedad, puede provocar hastío sobre él, a grado tal que la gente considere que no vale la pena que siga figurando en las boletas electorales.
Caso contrario ocurrirá en las elecciones bipartidistas y cerradas, en las que el respaldo de un partido pequeño puede marcar la diferencia al final como para obtener un escaño ya sea directo o por la vía plurinominal, o una posición ejecutiva, desde un ayuntamiento, una gubernatura o el caso mismo de la Presidencia.
De ahí la importancia de analizar los casos de los partidos pequeños e incluso en vísperas de desaparecer cuando hablamos de las alianzas estratégicas, así se trate de una elección en un distrito pequeño y lejano a los grandes centros de poder y toma de decisiones.
De ello hay bastantes referencias bibliográficas: “Todo sistema político en el que se eligen cargos en más de un nivel institucional es multinivel”, (10). En este tipo de escenario multinivel, los partidos pequeños significan muchas veces la diferencia entre el triunfo y la derrota en una posición ejecutiva local o en un Congreso incluso en el federal, lo cual ha de impactar en la adopción de las políticas públicas del partido en el poder, máxime si esas estrategias impactan a todo el país, como la adopción de nuevos impuestos, o el aumento de tarifas a los bienes y servicios que presta el Estado, e incluso para el combate a la corrupción o el endeudamiento sistemático de una nación, por ejemplo.
Y es que “Los contextos multinivel han sido asociados básicamente a países con estructura federal”, (11). Las alianzas estratégicas, bajo este esquema, a nuestro juicio, atienden intereses superiores que lo mismo impactan a la nación, que deciden las mayorías legislativas o el control regional, estatal y municipal.
“En los sistemas políticos multinivel, los partidos pueden presentar candidatos a todos los cargos en todos los distritos en todos los niveles de competencia y coordinar sus estrategias a lo largo de todo el territorio y en los diferentes distritos o, por el contrario, concentrar sus esfuerzos en un único cargo, en un tipo de cargo en todos los distritos, o en todos los cargos de un único distrito”, (12). Se plantea, ante este panorama, una nueva problemática: si prevalecen los intereses locales o los nacionales, o si en aras de un objetivo superior se sacrifican los objetivos y aspiraciones locales.
En una elección intermedia, por ejemplo, un partido puede sacrificar las elecciones locales en aras de promover su triunfo y la obtención de mayoría parlamentaria en los comicios legislativos nacionales, porque eso le garantiza tanto la aprobación de sus presupuestos, como las obras y proyectos planeados y comprometidos.
“Se ha explorado la influencia de las leyes nacionales o la estructura federal de poder sobre la competencia local, preguntándose en qué medida las elecciones locales son realmente locales o, en su caso, reciben influencias significativas de los otros niveles, como puede ser la política nacional”, (13).
Este planteamiento sirve para volver al origen de nuestra hipótesis: el rescate que harían los partidos medianos o grandes, opositores al régimen, o el gobierno mismo, de los pequeños que están en vísperas de perder su registro, aunque de momento la alianza estratégica no les represente posiciones legislativas y/o gubernativas, en aras de una mayor competitividad en futuras elecciones de mayor peso.
Este tipo de alianza estratégica que de momento no representa ningún beneficio ni la garantía de obtenerlo a la larga, forma parte de las contradicciones que enfrentan tanto los partidos como el propio sistema electoral.
En efecto, a la hora de medir la congruencia de los partidos y sistemas de partidos, para su incongruencia existen factores político-estratégicos (regionalización de las estrategias de las élites políticas y coordinación del electorado). (14). Si bien para la permanencia de los partidos pequeños, el mejor funcionamiento y avance en votos de los medianos y grandes opositores al partido en el poder, las alianzas estratégicas constituyen un arma para arribar a los comicios con mejores perspectivas de triunfo o al menos obtener un mayor número de posiciones ejecutivas y/o legislativas, para el electorado representa la búsqueda de la consecución de sus objetivos y de mayores posiciones de poder, pero no necesariamente la verdadera representación de todos los sectores sociales, ni siquiera a nivel ideológico muchas veces.
Así pues, bajo esta perspectiva, el voto estratégico bien puede emitirse a favor de un partido político, dejando de lado al candidato en turno, la ideología, el triunfo mismo de la posición, en aras de obtener el número suficiente de votos para disponer de un eventual aliado tanto en el Legislativo como en futuras elecciones que brinde su respaldo a quienes lo salvan de la desaparición.
El salvamento, como dijimos, lo mismo puede venir del régimen como de otros partidos políticos, sacrificando resultados inmediatos.
Por eso es importante analizar este planteamiento más a fondo, muy particularmente en centro y Sudamérica.
NOTAS:
1.- Gary Cox, Pág. 58, Capítulo 3, La coordinación estratégica de los sistemas electorales del mundo. “Sobre los sistemas electorales”
2.- Gary Cox, (3:90)
3.- Gary Cox, (3: 59)
4.- Gary Cox, (3:63)
5.- Gary Cox, (3: 82)
6.- Gary Cox, Pág. 204, Capítulo 8, “Votación estratégica, etiquetas partidarias y entrada”
7.- Gary Cox, (8:219) Conclusiones.
8.- Gary Cox, (3:59)
9.- Cristina Moreno, Pablo Oñate, “Tamaño del Distrito y Voto estratégico en España”,
p 146.
10.- Tomás Dosek, Flavia Freidenberg, “La congruencia de los partidos y los sistemas de partido multinivel en América Latina: conceptualización y evaluación de algunas herramientas de medición”, p 163.
11.- (p165)
12.- (p163)
13.- (p166)
14.- (p171