La nueva naturaleza del episcopado mexicano
Los triunfadores de las elecciones, terminan construyendo una mayoría efectiva reflejada en los votos y escaños, con gabinetes monocolores mayoritarios, que tendrán el poder de impulsar reformas, particularmente en materia electoral, que en todo momento podrán modificar el sistema de Representación Proporcional (RP) a conveniencia.
Gary W. Cox refiere la importancia de la coordinación estratégica para las elecciones legislativas y ejecutivas. Refiere que la buena coordinación desemboca en la reducción del número de postulantes al interior de los partidos y durante la contienda electoral. El efecto reductor, agrega, se alcanza cuando la coalición estratégica es un éxito; en cambio, cuando fracasa, tiende al efecto distributivo.
No obstante, advierte de los problemas que conllevan las coaliciones:
– En las instituciones electorales en gobierno central se obliga a negociar para obtener un mayor número de escaños. En ellas participan, al menos hipotéticamente, las élites y los electores.
– En las preferencias de élite, se da la coordinación con los actores masivos buscando incentivos para alcanzar alianzas con políticas públicas afines en una elección que puede considerarse racional.
– Por lo que hace a las motivaciones políticas, éstas dependen de las expectativas públicas. Son cruciales para alcanzar la coordinación.
Para la toma de estas decisiones, Cox considera indispensable el análisis de las expectativas: si la coordinación estratégica es viable o no.
De no menor importancia es el voto estratégico. Los incentivos actúan sobre las preferencias electorales de la ciudadanía. A este respecto, cita el teorema de Gibbard-Satterh Waite en el que la votación estratégica es posible en sistemas electorales democráticos, pero no abundan ni infieren en sus consecuencias políticas ni en los votos a esperar. También nos ofrece el planteamiento de Leys-Sartori, en el que se establece que dependiendo el mayor o menor grado de voto estratégico generará sistemas fuertes o débiles.
En las elecciones de una sola vuelta, nos dice Cox, se genera el bipartidismo, ajustándose a la Ley de Duverger. Igualmente ocurre en la elección de segunda vuelta de mayoría y representación proporcional generando multipartidismo.
Se advierte también, y éste es parte del problema, que los sistemas de partidos determinan el sistema electoral, de acuerdo a lo que establecen algunas corrientes de politólogos. Cox, sin embargo, destaca que no en todos los casos es aplicable.
En la condicionante de sistemas de partidos determinando el sistema electoral se plantea el papel toral que tiene el determinismo social, entendido en muchos casos también como determinismo institucional, de manera que los partidos políticos inciden en las leyes y en las estructuras electorales. De esta manera, los triunfadores cambian las leyes si conviene a sus intereses. Cita tres casos para ello: a) la incertidumbre frente a la cual los ganadores desean asegurarse, b) cuando las viejas reglas electorales ya no sirven a sus intereses, c) cuando por impopular, el régimen se halle fuertemente presionado por la opinión pública para reescribir las leyes electorales.
La incertidumbre del caso mexicano está del lado del lopezobradorismo que, desea asegurarse primero, continuar con su conversación electoral los siguientes meses hasta septiembre y, también es evidente que las únicas reglas del juego con que pueden ganar elecciones es restaurando el control absoluto del gobierno en los comicios que, operó hasta hasta 1988 y, especialmente el lopezobradorismo pretende alterar la representación política porque no dispone del respaldo de los electores y por su falta al no convertirse en institución y depender del monarca absoluto sexenal, la regresión más notable en que todo el modelo electoral depende del caudillo.
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