La nueva propaganda es tan vieja como siempre/Felipe de J. Monroy
El problema de la liberalización y democratización estriba en el hecho de que no existen delimitaciones claras ni hay reglas específicas para su concreción. Obedecen a los intereses de los actores políticos escudados en aquellos a quienes dicen representar, definiéndose reglas emergentes que no por fuerza tienen que ser ni desembocar en la democratización.
Más aún: los riesgos de regresión autoritaria están siempre latentes, en la lucha por acotar a los gobernantes autoritarios que tienen poder discrecional, a fin de alcanzar mayores garantías individuales y de grupos.Condición indispensable para la liberalización es que tanto actores políticos como sociedad crean en el proceso.
En todo momento existe, lamentablemente, el riesgo de que sea sepultado. Para que prospere la liberalización, condiciones indispensables son la no existencia de movimientos violentos, puesto que eso reduce sus posibilidades. No obstante, consideramos que es muy difícil que un régimen autoritario abdique o transfiera el poder si no se ve acorralado a ello.
En todo caso, la transferencia del poder se realiza bajo el control del estado a una facción partidaria, o a opositores no radicales, jamás –de preferencia- por derrocamiento o la entrega a antagonistas radicales.
Es de entenderse, por una parte, que bajo estos términos el régimen autoritario saliente queda impune, y por otra parte, que las sanciones a los dictadores y sus equipos de gobierno desincentivan el traslado del poder.La democracia deriva en la incertidumbre en el resultado de las elecciones, en las autoridades que surgirán y en la forma de gobierno que adoptarán, precisamente porque son competitivas. No obstante, eso no garantiza que el ejercicio del poder ulterior no ceda a las tentaciones de perpetuarse en él.
Así, los procesos de socialización desembocan en la democracia social y la democracia económica, con ciudadanos actores con derechos y obligaciones, así como con las mismas oportunidades de acceso a bienes y servicios.
No puede prosperar ni la liberalización ni la democratización en la administración lopezobradorista no sólo por la expansión de movimientos violentos y de la continuidad de los homicidios en espacios públicos, gravísimos problemas.
La democratización no puede tener lugar en un Estado en que la actual élite política está dedicada a inculpar por ejemplo a Jesús Murillo Karam de los asesinatos de los normalistas. Sostener esa retórica es parte de una operación jurídica, mediática y política para ocultar las fallas y abusos del gobierno mexicano.
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