El presupuesto es un laberinto
El primer momento de desarrollo de la política moderna se inicia a comienzos del siglo XIX en la Europa Noratlántica y en América del Norte. El mismo combinaba un modelo estatal de competencias reducidas, una sociedad que se modernizaba con el crecimiento de las relaciones sociales capitalistas y un régimen político fuertemente asociado a las instituciones parlamentarias. Dentro de este contexto podemos inscribir el primer tipo ideal de política moderna: el modelo parlamentario.
En las sociedades del siglo XVIII el capitalismo empezaba a organizar la vida social, desmantelando el orden tradicional, reforzando los procesos de desvinculación del ser humano que se volvía “individuo”, miembro de una sociedad civil que se expandía a lo largo y ancho de la civilización europea.
Durante estos años ocurrió un proceso paralelo y caótico de construcción del estado y del régimen político, con una lenta pero progresiva ampliación del espacio de las naciones-estado que acompañaba la expansión de las relaciones sociales capitalistas. El desarrollo comparativamente escaso de los aparatos estatales los llevaba a desarrollar sólo dos tipos de política económica: el laissez-faire o un proteccionismo moderado de mercados nacionales que alcanzaban, poco a poco, el tamaño de sus estados-nación.
En este contexto surgieron los primeros partidos políticos relacionados con su único ámbito de desarrollo: los parlamentos de fin del siglo XVIII y principios del XIX. La representación era una relación muy directa, posible gracias al reducido cuerpo electoral que, sumado al carácter del sistema electoral uninominal en el cual el candidato se presentaba solo frente a sus rivales de distrito, originaba una relación individual entre el representante y sus electores, aún fuertemente marcada por los signos del mundo aristocrático.
El sistema electoral uninominal implicaba la división del territorio en tantas unidades (circunscripciones o distritos) como cargos había en juego. En cada una de ellas resultaba vencedor el candidato que más votos obtenía, sin importar cuántos fueran –con uno más que el segundo era suficiente-, consiguiendo así el único cargo en disputa. Pensemos en una pequeña comunidad agrícola en donde los que votaban eran apenas unas decenas, entre las que se encontraban los notables del pueblo: los dueños de los campos, el médico, el notario. Este tipo de ciudadanía restringida o censitaria, generaba un cuerpo electoral muy uniforme donde todos se conocían y compartían intereses y tradiciones.
Fue dentro de estos parlamentos en donde empezaron a desarrollarse los partidos. Primero lo hicieron como meros agrupamientos coyunturales frente al tratamiento de alguna temática puntual, para luego volverse poco a poco más estables en relación a opiniones o tendencias permanentes. Cabría decir entonces, que los partidos surgieron de manera espontánea, como forma de expresión de los divergentes intereses sociales existentes en cada sociedad.
Distinto es el modelo presidencialista que, de acuerdo a Juan Linz, genera la sensación del ganador único y, en el caso mexicano, genera un presidente fuerte a cargo de muchos roles en el sistema político.
Un momento de debilidad institucional ocurre en la coyuntura más reciente en que el sistema electoral mexicano construido hace décadas y que organiza elecciones auténticas y libres, vive hoy el rechazo de la sociedad mexicana a la iniciativa presidencial electoral que, pretende retomar para el gobierno el control de las elecciones, apropiándose por ejemplo, de piezas clave como el padrón electoral y el servicio civil del INE, para regresar a un pasado que México no merece, como expresó el politólogo, José Woldenberg.
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