Teléfono rojo/José Ureña
La reducción del papel del estado en la regulación de la vida cotidiana de los ciudadanos asociada con el predominio de la ideología neoliberal a partir de los años ’80 es un fenómeno ampliamente conocido. Pero aquí nos interesa señalar su impacto sobre el sistema político.
El modelo partidario burocrático de masas se había desarrollado, en gran parte, respondiendo al Estado Keynesiano de Bienestar; la transformación de éste debía, por tanto, corresponderse con cambios en aquel modelo. En un contexto social menos estado-céntrico, las organizaciones partidarias se volverían más limitadas y, en cierto sentido, menos representativas.
Si la transformación del estado es una de las causas de esta mutación en las formas de la representación política, a ella debemos sumar, al menos, dos fenómenos que operan en el mismo sentido: la creciente diferenciación social y el impacto político de los medios masivos de comunicación. Las sociedades actuales, llamadas posindustriales, parecen estar, en cierto sentido, mucho más desestructuradas de lo que aparecían décadas atrás.
A grandes rasgos, los intereses sociales se reformulan en una clave cada vez más individualizada, perdiendo relevancia los grandes grupos colectivos típicos de la sociedad industrial como las clases sociales y dando lugar al surgimiento de identidades colectivas flexibles que expresan relaciones más voluntarias que orgánicas y que, por tanto, son más variables.
Las unidades homogéneas que constituyen una sociedad heterogénea son cada vez más reducidas, más contrastantes y más difíciles de ordenar según patrones valorativos o ideológicos.
Este fenómeno afecta a los partidos políticos y refuerza lo anteriormente expuesto: cada día les es más difícil implantar políticas que se dirijan a un grupo social en especial, ya sea en la forma de propuestas electorales o de decisiones de gobierno. Esto se debe a que el orden social se ha fracturado y, en este contexto, representar lo social parece imposible en tanto no hay forma de establecer relaciones homológicas en ese juego fracturado, cambiante, heterogéneo y complejo en el que se ha convertido la sociedad. Esta situación hace estallar por los aires la ilusión moderna de la representación política del mundo y provoca que la creencia ilustrada en la capacidad articuladora de la política se debilite.
En el mismo sentido, impacta la creciente influencia de los medios masivos de comunicación. Éstos reemplazan el lugar tradicional de la política (la calle, la plaza, lo público) llevándola a las casas de los ciudadanos, aquella esfera de lo individual e íntimo. Este fenómeno fue caracterizado por Giovanni Sartori (como “video política”) en tanto el poder del video se transformó en el centro de los procesos de la política contemporánea por su capacidad de orientar la opinión pública.
En síntesis, un creciente electorado independiente o flotante, con menos determinaciones estructurales para el sufragio, la mayor importancia de las coyunturas políticas específicas y la personalización de las campañas electorales, parecen ser las consecuencias políticas más claras de la reducción del papel del estado, del impacto de los medios masivos de comunicación y de la mayor heterogeneidad social que, ha llegado a un momento límite en torno a una informada, libre y crítica participación ciudadana.
La posibilidad de perder en unos días el edificio de la evolución electoral construido durante décadas, sustento de nuestra democracia, supone al mismo tiempo la insurrección de la conciencia social y, también el compromiso de actores políticos a fin de que asuman y enfrenten con sentido democrático la coyuntura crítica que les ha correspondido.
Ricardo Monreal Ávila es uno de esos actores clave, dado que su reto es constituirse en un factor útil a la restauración de nuestra evolución democrática o, continuar como pieza del lopezobradorismo, en un territorio que le ha permitido sobrevivir en el escenario político. Más aún: ha implicado su migración política el éxito de su carrera política ascendente. Le corresponde votar por el caudillo o por la democracia en México.
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