Obispos de México: Un nuevo horizonte/Felipe de J. Monroy*
La democracia de audiencias es aquella en que los electorados se comportan como públicos cuya fidelidad los partidos deben construir en el día a día con su accionar. Los públicos de las democracias avanzadas deben así ser seducidos permanentemente y para ello los partidos deben ofrecerles de manera creíble incentivos colectivos que contengan alguna promesa de futuro, algún ideal de sociedad. De no lograrlo, de transformarse en meras agencias electorales capaces de adoptar cualquier programa, de ofrecer paquetes contradictorios de incentivos, el lazo representativo se hace tan poco sólido que se vuelve irrelevante y nadie podrá racionalmente sentirse por ellos representado. Es este el núcleo de la llamada crisis de la representación política, tan analizada en la década de los ’90: sociedades que son difícilmente representables y organizaciones partidarias incapaces de hacerlo completamente y que generan en los electorados apatía y distanciamiento de la política. A su vez, si a lo anterior le agregamos que las dificultades en la enunciación de incentivos colectivos vuelven más “visibles” los selectivos y que, precisamente, la lógica mediática se encarga de mostrarlos hasta el cansancio, entonces el distanciamiento de la política se torna evidente. Sin embargo, pese a esta fuerte crisis de la representación que caracterizó a la política desde los años ’80, se puede observar en los últimos años una incipiente tendencia de recuperación en la creciente legitimidad que han obtenido algunos gobernantes que conducen un proceso de revalorización del rol del Estado. En ese sentido, la transición mexicana a la democracia se atoró cuando en 2018, la sociedad caracterizada en esa democracia de audiencias dio una oportunidad al lopezobradorismo para asegurarse que el acceso legítimo al poder continuaría la consolidación democrática. Pero la élite surgida de la elección presidencial tenía otros planes (otros datos en sus propias palabras) que, rompían no sólo con la lógica de la democracia, sino peor aún: la administración lopezobradorista ha convertido su gestión en un expediente judicial por su práctica de aplastar todo lo que se oponga a sus anhelos. Y la coyuntura más reciente coloca de nueva cuenta a la democracia contra la lógica autoritaria a través de una de sus piezas fundamentales: la libertad de expresión como vehículo para la transparencia y el llamado a cuentas de una de las piezas que el presidente utilizaría para terminar de capturar al poder judicial de la Federación (otra vez). La oposición a su pretensión proviene de la realidad: la ministra de la SCJN, Yasmín Esquivel Mossa, exhibida en torno a la integridad de su tesis de licenciatura que, la inhabilita no sólo para la defensa del proyecto de AMLO, sino para ejercer en la vida pública los altos valores de la política: la ética, el principio de legalidad, el honor y un largo etcétera y, llaman a gritos a los ciudadanos a no ser apáticos y apagar el autoritarismo obradorista para restaurar la democracia sin adjetivos aquí y ahora mismo. Facebook: Daniel Adame Osorio. Instagram: @danieladameosorio.Twitter: @Danieldao1 |