¿Cooperar desde la desconfianza?/Felipe de J. Monroy*
El hartazgo del elector por un partido político que no tiene verdadero peso ni representa a la sociedad, puede provocar hastío sobre él, a grado tal que la gente considere que no vale la pena que siga figurando en las boletas electorales.
Caso contrario ocurrirá en las elecciones bipartidistas y cerradas, en las que el respaldo de un partido pequeño puede marcar la diferencia al final como para obtener un escaño ya sea directo o por la vía plurinominal, o una posición ejecutiva, desde un ayuntamiento, una gubernatura o el caso mismo de la Presidencia.
De ahí la importancia de analizar los casos de los partidos pequeños e incluso en vísperas de desaparecer cuando hablamos de las alianzas estratégicas, así se trate de una elección en un distrito pequeño y lejano a los grandes centros de poder y toma de decisiones.
De ello hay bastantes referencias en la literatura: Todo sistema político en el que se eligen cargos en más de un nivel institucional es multinivel. En este tipo de escenario multinivel, los partidos pequeños significan muchas veces la diferencia entre el triunfo y la derrota en una posición ejecutiva local o en un Congreso incluso en el federal, lo cual ha de impactar en la adopción de las políticas públicas del partido en el poder, máxime si esas estrategias impactan a todo el país, como la adopción de nuevos impuestos, o el aumento de tarifas a los bienes y servicios que presta el Estado, e incluso para el combate a la corrupción o el endeudamiento sistemático de una nación, por ejemplo.
Y es que los contextos multinivel han sido asociados básicamente a países con estructura federal. Las alianzas estratégicas, bajo este esquema, a nuestro juicio, atienden intereses superiores que lo mismo impactan a la nación, que deciden las mayorías legislativas o el control regional, estatal y municipal.
“En los sistemas políticos multinivel, los partidos pueden presentar candidatos a todos los cargos en todos los distritos en todos los niveles de competencia y coordinar sus estrategias a lo largo de todo el territorio y en los diferentes distritos o, por el contrario, concentrar sus esfuerzos en un único cargo, en un tipo de cargo en todos los distritos, o en todos los cargos de un único distrito. Se plantea, ante este panorama, una nueva problemática: si prevalecen los intereses locales o los nacionales, o si en aras de un objetivo superior se sacrifican los objetivos y aspiraciones locales.
En una elección intermedia, por ejemplo, un partido puede sacrificar las elecciones locales en aras de promover su triunfo y la obtención de mayoría parlamentaria en los comicios legislativos nacionales, porque eso le garantiza tanto la aprobación de sus presupuestos, como las obras y proyectos planeados y comprometidos.
Se ha explorado la influencia de las leyes nacionales o la estructura federal de poder sobre la competencia local, preguntándose en qué medida las elecciones locales son realmente locales o, en su caso, reciben influencias significativas de los otros niveles, como puede ser la política nacional.
Este planteamiento sirve para volver al origen de una hipótesis: el rescate que harían los partidos medianos o grandes, opositores al régimen, o el gobierno mismo, de los pequeños que están en vísperas de perder su registro, aunque de momento la alianza estratégica no les represente posiciones legislativas y/o gubernativas, en aras de una mayor competitividad en futuras elecciones de mayor peso.
Este tipo de alianza estratégica que de momento no representa ningún beneficio ni la garantía de obtenerlo a la larga, forma parte de las contradicciones que enfrentan tanto los partidos como el propio sistema electoral. Es una de las contradicciones que, enfrentan los partidos del Trabajo y PVEM, dado el esquema de la personalización del poder de la administración López Obrador y, representa para estos partidos marginales la oportunidad de refrescarse más allá de la lógica del pensamiento único que, paraliza hoy su evolución y la de la democracia mexicana. Al buscar una categoría para intentar la explicación del comportamiento del presidente, la idea de que López Obrador es un paréntesis en la evolución de la política y el desarrollo, Jesús Silva Herzog Márquez, apunta muy bien que su administración es una anomalía en el sistema político mexicano contemporáneo. Es una categoría que, al desmembrarse el lopezobradorismo, nos permitirá primero al cabo de las elecciones reconstruir el país, es verdad que a un alto costo y, al mismo tiempo es recobrar para México la idea de un modelo de democracia competitivo para su economía, sociedad y política y, al margen de los personalismos.
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