Desde el Cuarto de Guerra
Por lo que toca a los modelos de sistemas electorales es imprescindible, en el proceso de consolidación democrática, recurrir a la obra de Hugo San Martín para advertir que existen otras variables para considerar a los organismos electorales no sólo eficientes, sino independientes y comprometidos con la democracia.
En torno al nombramiento y remoción de los integrantes del órgano electoral, generalmente integrados por organismos colegiados, en algunos casos sus miembros son de origen exclusivamente judicial; en otros son designados por el Congreso; en otras el Ejecutivo comparte la designación con el Legislativo o con el Judicial; también se da el caso, excepcional, de que la designación de sus miembros tenga origen en los tres poderes del Estado o que en su integración tengan injerencia, en diverso grado, los partidos políticos.
El problema de la influencia de los actores políticos que conforman esos poderes, considera San Martín, puede ser atemperado o acentuado por tres factores: la coincidencia o no de los períodos de ejercicio con los del Ejecutivo y del Legislativo, la existencia o ausencia de restricciones referentes a la actividad política de los candidatos a integrar el organismo electoral; y el establecimiento de los organismos en los cuales reside la facultad de remover a los mismos integrantes de estos organismos electorales supremos.
Insistimos, como afirma San Martín, esto puede atemperarse o acentuarse.
No obstante, de fondo existe otro problema no menos grave: son los legisladores, emanados y pertenecientes a los partidos, en sus congresos o parlamentos, los que tienen a su cargo generar la legislación que sirve como marco para regular tanto a los órganos electorales como los comicios y eventualmente establecen condiciones favorables para la fuerza electoral a la que representan, lo cual también debe ser atemperado.
De lo contrario se corre el riesgo de que la autoridad electoral, por sus integrantes y sus marcadas tendencias ideológicas, rompan la obligada imparcialidad y autonomía indispensables en su proceder y en sus decisiones, perdiéndose la confianza tanto de los competidores en la contienda política como en la sociedad en torno a la independencia, autonomía e imparcialidad del órgano electoral.
Del Tintero.
Otro problema no menos grave para la campaña electoral mexicana en curso, consiste en qué y cómo se mide no la opinión, sino el comportamiento electoral de los potenciales votantes.
En su libro más reciente,(SWITCHERS S2), Gabriel González Molina enfatiza que la narrativa del presidente ha destacado en promover su aprobación que, no se traduce en votación para su aspirante presidencial y, agrega el fundador de Gallup (América Latina), basado en 180 estudios de opinión pública realizados entre 2018 y 2023 que su hipótesis para el oficialismo, consiste en un un tope de crecimiento de 40 a 42 por ciento para su aspirante presidencial hacia el final de la campaña electoral por la silla del águila.
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