Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
Nuestra forma de gobierno (la democracia) es la que mejor garantiza teóricamente que los representantes estén en condiciones de gobernar y los ciudadanos en la de vigilar que lo hagan bien y pongan a salvo los intereses de la sociedad.
Mediante la evolución política, sabemos que nuestra democracia representativa requiere de un sistema de partidos robusto que, después de la gestión lopezobradorista y, la elección presidencial de 2024 está por lo menos damnificado.
Es verdad que en torno a sus bases, adherentes y simpatizantes, los partidos podrán tener prácticas democráticas pero no en torno a su élite, allí ningún partido tiene un carácter democrático, nos dice hace mucho tiempo Robert Michels, menos aún, cuando uno de los partidos damnificados es el formador del régimen hegemónico que funcionó (entre otros factores) porque no era del todo una dictadura, pero tampoco una democracia.
Ahora, la élite del PRI no abandona sus prácticas para la concentración del poder, aunque si se somete al enorme espectáculo que, es el mundo de la política.
Allí es verdad que desplegará los beneficios para su élite de concentrar el poder, al mismo tiempo que podrá (si tiene la iniciativa) generar la negociación entre los militantes que permanezcan en ese partido y atemperar su degradación.
También es cierto que con la alternancia del año 2000, la política pasó a ser un juego de suma variable para muchos priístas que vieron en la migración la oportunidad para reconstruirse y crecer en torno a sus carreras políticas, aunque se trató de esfuerzos individuales y no de sus grupos.
En la coyuntura crítica actual, un reducto de su élite política, ha decidido no aportar a un sistema de partidos que haga frente y contrapeso al lopezobradorismo y, desde ahora anuncia con la modificación a su estatuto que la protección institucional, el disponer del caudaloso financiamiento público y, la concentración del poder es lo suyo para los próximos años de la incertidumbre democrática mexicana, cuando requerimos de partidos que refresquen el escenario político para dar un espectáculo competitivo y auténtico para la sociedad.
Muchas voces (antes y ahora) han apuntado la defunción del PRI en cada una de sus coyunturas críticas. Me gusta recordar cuando llegamos a esos callejones el aforismo de Monterroso:
Cuando despertó, el dinosaurio estaba allí.
Muy complejo será el viraje en la competencia política por la renovación del poder en los Estados Unidos. Deleznable la violencia política en todas sus formas y expresiones, incluida la retórica del depositario más reciente de esa decadencia, el ex presidente Trump. A poco menos de cuatro meses del súper martes de noviembre, lo verá el que viva.
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