El triunfo de la post verdad /Felipe de J. Monroy
Tanto a nivel internacional como en cada nación, la exigencia del respeto a todos los Derechos humanos, es la constante.
No se trata de una moda ni de una lucha casual, porque tiene como objetivo no sólo el respeto de todas las garantías de los seres humanos, sino alcanzar formas de organización social y política en que estemos incluidos, participando, todos.
De singular interés e importancia resulta la integralidad de todos los derechos humanos, porque no podemos concebir un hombre o una mujer en que tan solo unos aspectos se respetan y en otros, son pisoteados.
Esto no habla bien de los gobiernos que violan derechos humanos, como tampoco de la sociedad que lo permite, o que resta importancia a algunas de sus garantías a cambio de otras.
La libertad de prensa y la libertad de expresión como derecho humano, debe comenzar puntualizando que constituye uno de igual importancia que el resto de los derechos humanos en nuestra concepción y exigencia de integralidad en su respeto y cumplimiento.
Es a través del respeto a la libertad de expresión que podemos medir el grado de democracia de un gobierno.
Expresándose es como la sociedad manifiesta su grado de aceptación de un régimen político o su rechazo, va moldeando las políticas gubernamentales, va participando en la construcción del tipo de nación que quiere. Sin embargo, en muchos países, como el nuestro, la libertad de expresión, a pesar de ser considerado universalmente como un derecho humano fundamental, tiene un alto costo: el de la vida.
Está en riesgo también la vida útil de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, con la elección (e imposición) de Rosario Piedra en el organismo.
La supremacía de Morena en votación nocturna establece una marca a la administración de Claudia Sheinbaum, porque la imposición de Piedra abre espacios importantes de fractura en la bancada oficialista, al elegir a la peor evaluada, dejando en vilo la voluntad de la presidencia de la República.
Se trató de una votación humillante para los miembros del oficialismo. Queda para la anécdota las maniobras verbales de Javier Corral (por ejemplo) que, oponiéndose, votó por Piedra para estar a salvo de las represalias de régimen opresivo.
La responsabilidad al fin del día es de la presidencia, dado que la legitimidad de Claudia Sheinbaum no es suficiente para elegir con la mayoría calificada de su partido y aliados, su propuesta para la CNDH. Todo lo resolvió una sesión vergonzosa en que la mayoría constitucional del oficialismo no obstante su mayoritaria votación en las urnas, requiere lo mismo del voto de Yunes que de Pérez Dayán y de quien haga falta.
Del Tintero.
Lo peor es que México estará desprovisto de un efectivo sistema para la protección de los Derechos Humanos de los ciudadanos.
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