Corrupción: un país de cínicos
En las conclusiones tentativas sobre las democracias inciertas, sus autores enfatizan a la transición como el intervalo que va de un cambio de régimen a otro. De ello inferimos que no necesariamente se desemboca en un proceso de liberalización, referido a la ampliación de garantías, derechos y libertades de los ciudadanos y mucho menos en la democratización, con la entrega del poder a otro pacíficamente, sin que haga falta un derrocamiento.
El problema de los tres procesos en mención estriba en el hecho de que no existen delimitaciones claras ni hay reglas específicas para su concreción.
Obedecen a los intereses de los actores políticos escudados
en aquellos a quienes dicen representar, definiéndose reglas emergentes
que no necesariamente tienen que ser ni desembocar en la democratización.
Más aún: los riesgos de regresión autoritaria están siempre latentes, en la
lucha por acotar a los gobiernos autoritarios que tienen poder discrecional, a
fin de alcanzar mayores garantías individuales y de grupo.
Condición indispensable para la liberalización es que lo
mismo actores políticos que sociedad crean en el proceso. En todo momento
existe lamentablemente, el riesgo de que no sea efectivo.
Para que prospere la liberalización, condiciones indispensables son la no
existencia de movimientos violentos, dado que eso reduce sus posibilidades.
No obstante, es muy difícil abdique o transfiera el poder si no se ve acorralado a ello, dado que la legitimidad del ganador debe observarse lo mismo en el acceso que en el desempeño de sus atribuciones por arreglo constitucional y legal.
El presidente, López Obrador hace su mejor esfuerzo por polarizar al país estableciendo una estructura polar en el escenario político (aliados y adversarios) y destruyendo a los intermediarios (actores, medios, captura del espacio público, oposiciones).
El resultado no es claro dado que tiene a la realidad como
el único contrapeso que importa lo mismo a nivel interno que externo.
En México, por vez primera en su administración, la agenda pública comienza a
moverse de la narrativa presidencial a factores de poder como la insurrección
de la conciencia ciudadana de grupos específicos de la sociedad, la
convocatoria global del 9M que, debiera poner en la mesa lo que somos como
sociedad y que nunca más persona alguna quede al margen del contexto de las
relaciones humanas marcadas por sus derechos y oportunidades de desarrollo.
También, el factor (electoral) Trump le plantea
serias dificultades al presidente quien a falta de toma de decisiones en su
gestión, pretende continuar por el camino de una narrativa presidencial
efectiva para su proyecto y vacua para la sociedad mexicana en el contexto de
exigencia que habitamos:
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