Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
Se plantea que despertar expectativas favorables sobre la viabilidad es fundamental en las etiquetas de partido. Una de sus propiedades es transferir un cierto número de votos habituales al total de un candidato, nos recuerda la literatura. Es justo esto lo que haría el régimen o algún partido político; llevarle votos para garantizar su permanencia en la arena política, pero a cambio el partido en agonía tendría que comprometer sumisión ideológica y de suma de votos y respaldo a sus políticas y proyectos para que a otros les resulte favorable la alianza estratégica.
Las características pertinentes a la nominación dependen del problema de fondo. Si uno está interesado en el voto estratégico y en la coalición electoral, como es nuestro caso, las leyes pertinentes son aquellas que regulan las candidaturas fusionadas y las listas conjuntas, abunda la literatura.
Existen otros factores a tomar en cuenta y que van más allá de las expectativas electorales de los partidos, tanto el que está a punto de perder el registro, como el de aquellos que estarían dispuestos a respaldarlo para que lo conserve.
Se trata de dos variables:
1.- El elector mismo, su ideología e identificación con el partido en riesgo.
2.- Se trata de una elección en la que están de por medio los intereses y aspiraciones de los habitantes de esa demarcación.
En efecto, algunos de los electores que se sienten cercanos a un partido político que no va a lograr grandes resultados en las urnas optan por no votarle al anticipar que no tiene posibilidades reales de obtener representación, prefiriendo desplazar su voto a otro partido del que no se sienten tan cercanos, pero que, en su opinión, sí tiene posibilidades de lograr escaños. Y es que si bien a menudo el ciudadano elige como primera opción de voto al partido en el que milita o por el cual siente una gran simpatía, que carezca de peso específico en la arena política, que en realidad sólo esté pensando en su supervivencia, y que a final de cuentas no obtenga escaños con los cuales la gente pueda sentirse representada, no constituyen incentivos suficientes.
La problemática para el partido que puede perder su registro es mayor si sus militantes y simpatizantes, así como el electorado en general, consideran que en realidad ese partido ha sobrevivido en anteriores comicios no porque tenga un peso específico importante o haya aumentado el número de seguidores por sus resultados, sino porque invariablemente ha competido en coalición con partidos más fuertes que le han garantizado con su fuerza que permanezca en el juego electoral.
Cuando por cualquier razón esa alianza se interrumpe, el partido se enfrenta a la realidad de que su aporte a los partidos grandes, medianos y al régimen no es atractivo y es desdeñado, colocándose precisamente en posibilidad de desaparecer.
Y en esa posibilidad de desaparecer podrían estar los partidos (maruchan) que jugarán en 2021 su primer turno en el mundo de la política. No es mejor la expectativa para los aliados primigenios del lopezobradorismo sumergido en la esquizofrenia de la opinión pública que al mismo tiempo reprueba a la administración pública federal y, se identifica con el estilo personal de gobernar del presidente. Las oposiciones intentan jugar su alianza estratégica poniendo en la mesa su pragmatismo y un criterio de distribución del poder político regional para construir su futuro. En buena medida, se trata de una elección de medio término que, entre otros factores, verificará el peso específico de los probables segmentos de voto de los partidos que ingresan al escenario político y para los aliados de la gestión AMLO, lo mismo que las oposiciones. La línea general para unos y otros es construir la viabilidad de alianzas estratégicas hacia la competencia política (mayor) en 2024.
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