Lilia E. Cárdenas Treviño, líder social y promotora cultural
SAN BLAS, Nay., 20 de febrero de 2018.- Una de las puertas a las 113 mil hectáreas que abarcan las Marismas Nacionales Nayarit es el estuario de La Tovara, donde la Sierra Madre Occidental y el Océano Pacífico se juntan y donde el agua dulce y la salada se mezclan, creando un ecosistema en el que hasta las mentadas de madre crecen.
Al menos eso es lo que dice el guía de la Secretaría de Turismo, Evaristo Guzmán al explicar la riqueza del manglar de la bahía de Matanchén que en otros tiempos fue escondite de piratas y bucaneros y ahora es santuario de aves migratorias y refugio de pumas que a pesar de ser felinos nadan, bajo la custodia de los cocodrilos, dueños del lugar.
Aves y cocodrilos se pueden observar entre las ramas retorcidas del mangle que parecen bajar del cielo como púas y que hay que esquivar a bordo de la lancha, único medio para llegar al manantial, a través de un canal que mantienen abierto los propios lancheros.
Ahí se abastecían de agua dulce los marineros y lo sigue haciendo la población de San Blas ya que luego de ser filtrada por las montañas serranas llega tan limpia que uno se puede echar un buche sin riesgo de contraer alguna enfermedad.
En el embarcadero, el agua es turbia porque la vegetación se pudre y la pigmenta, pero conforme de avanza va cambiando hasta que se vuelve completamente cristalina, al tiempo que cambia la vegetación del mangle al tule, a las palmeras y los helechos gigantes, a las orquídeas que de noche perfuman el canal, por los flujos y reflujos del agua.
Durante la travesía se pueden ver tres chozas en medio del agua, lo que queda del set donde se filmó la película Cabeza de Vaca en 1991, que recrea el naufragio del fundador de San Blas, Don Nuño de Guzmán y su compañero Álvar Núñez Cabeza de Vaca.
El manantial fue convertido en un centro recreativo, en donde se puede nadar, pese al recelo que provoca saber que hay reptiles e insectos que al mediodía no son visibles, pero ahí están, junto con crustáceos, anfibios, aves, mamíferos y humanos, todos atraídos por la riqueza que generan los flujos y reflujos del agua salada y la dulce.
En esta reserva de la biósfera que abarca poco más de 133 mil hectáreas se protege uno de los sistemas de humedales de mayor relevancia en México: las marismas y manglares, de acuerdo con información del programa de manejo de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat).
Este humedal resguarda el 20 por ciento del total de mangle existente en el país, es considerado de los más productivos del noroeste y catalogado a nivel nacional e internacional como un área importante para la conservación de las aves y de los humedales.
Se tiene registro de 57 especies de vertebrados, mamíferos, aves, reptiles, anfibios y peces, y seis especies de flora están bajo una categoría de riesgo, endémicas, en protección especial, amenazadas o en peligro de extinción.
Geográficamente, es considerada un corredor natural para las especies neotropicales y neárticas; y desde el punto de vista económico, representa uno de los ecosistemas más productivos en México, ya que aporta aproximadamente el 45 por ciento del total reportado en el sector pesquero del país.