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CIUDAD DE MÉXICO. 4 de septiembre de 2022.- Una señal carbonizada colocada principalmente en los cantos de los libros mediante un instrumento metálico candente, define a los 89 libros que constituyen la exposición Marcas de fuego: Libros tatuados, que se presenta en la Biblioteca Nacional de México (BNM), de la UNAM.
La coordinadora de Humanidades, Guadalupe Valencia García, manifestó que no existe nada más valioso y fascinante que la facultad del ser humano de transmitir la memoria a través de la lectura y la escritura, ahí es donde las bibliotecas desempeñan un papel decisivo en este proceso, porque garantizan la disponibilidad de los bienes comunes para los lectores en cualquier época y momento.
En la última década, recordó, la Biblioteca Nacional nos ha brindado la oportunidad de estar en contacto con estos hallazgos a través de exposiciones abiertas al público en general, como los ocultos códices prehispánicos; cómics de la cultura mexicana casi olvidados o, “como en esta ocasión, casi una centena de libros arcaicos de los siglos XVI y XVII cuya distinción está cincelada con fuego -cosa paradójica, uno de los principales enemigos- para personalizar su pertenencia a cierta congregación religiosa”.
No habría un momento más apropiado para esta magna exposición de 89 extraordinarios objetos bibliográficos, que en ocasión de la Feria Internacional del Libro de las Universitarias y los Universitarios (Filuni 2022), espacio cultural que pone a la mano de la comunidad universitaria y de la sociedad en general los libros y demás productos generados en diversos centros de investigación, los cuales al final quedan preservados en las bibliotecas, consideró al inaugurar la muestra.
El director del Instituto de Investigaciones Bibliográficas, Pablo Mora Pérez-Tejada, apuntó que es una exposición única en el mundo porque conjunta un corpus significativo de obras con marcas de fuego, una práctica americana iniciada por las distintas órdenes religiosas que llegaron a México durante la Colonia.
Rememoró que tras la promulgación en 1859 de las leyes que diseñaban el proyecto de la Biblioteca Nacional, se reunió y nacionalizó un acervo de cerca de 100 mil volúmenes al que se agregaron de otras bibliotecas públicas y clericales, dando como resultado lo que hoy se conserva en el Fondo Reservado de esta biblioteca: el Fondo de Origen, cuyas huellas permiten atisbar su lugar de procedencia a través de lo que se conoce como marcas de fuego.
Al hacer uso de la palabra, la directora general de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM, Socorro Venegas Pérez, recomendó la lectura del libro Ex libris y marcas de fuego, de Ernesto de la Torre Villar, publicado en la colección Biblioteca del Editor de la entonces Dirección General de Fomento Editorial de la UNAM, para complementar el recorrido por la exposición.
La exposición permanecerá abierta hasta el 9 de diciembre, de lunes a viernes de 9:00 a 20:00 horas, sábados y domingos de 9:00 a 15:00 horas, en la Sala de Exposiciones de la BNM, ubicada en el Centro Cultural Universitario de Ciudad Universitaria; la entrada es gratuita.
La gran colección
El objetivo de la exposición es mostrar una de las facetas de la materialidad del libro que abre la posibilidad de estudiar al objeto desde diferentes ángulos, entre los que destaca su circulación, pertenencia a una orden religiosa determinada y la reconstrucción virtual de las bibliotecas novohispanas por medio de la identificación de las diversas marcas de propiedad que acompañan a las obras.
La muestra está dividida en cinco apartados, tres de ellos incluyen a las órdenes religiosas predominantes, de las que hay testimonio de pertenencia en los textos: los franciscanos, los primeros en instalarse como orden en la Nueva España en 1524; los dominicos, llegados en 1533; y una sección más que incluye a los agustinos.
En otro módulo se agrupan los carmelitas, los mercedarios y los oratorianos; el penúltimo apartado agrupa materiales que tienen marcas del clero secular, las universidades o los colegios. Se incluye una sección que contiene marcas de fuego no identificadas o personales.
De esa manera, pueden observarse, por ejemplo, marcas como la cruz flordelisada que representa a los dominicos, o el corazón de San Agustín atravesado por una flecha, de los agustinos; o bien, el Monte Carmelo que da identidad a los carmelitas.
El término “marca de fuego” fue acuñado por el catalán Rafael Sala, en 1925, para referirse a este tipo de señales de propiedad, el interés por este fenómeno estuvo basado, al principio, en el crecimiento de la inclinación por el coleccionismo y el valor del libro como objeto. Más adelante, el tema fue retomado y estudiado de forma sistemática, asociado al resguardo de este tipo de materiales en instituciones de orden patrimonial.