Reitera IMSS compromiso de eliminar violencia hacia mujeres en las sedes
CIUDAD DE MÉXICO, 2 de abril de 2018.- No hay tal cosa como un bronceado sano; éste es un intento de la piel de protegerse contra los efectos nocivos de la radiación ultravioleta del Sol. Estas quemaduras pueden llevarnos a desarrollar cáncer y, por ello, es preciso cambiar esa actitud de querer regresar tostados de la playa a fin de presumir las vacaciones, señaló Rodrigo Roldán Marín, responsable de la Clínica de Oncodermatología de la Facultad de Medicina (FM) de la UNAM.
“De entre todos los tipos de cáncer, el de piel es el que más se ha incrementado en el mundo, así que debemos dejar de creer que es un asunto exclusivo de individuos rubios de ojos azules. También afecta a personas morenas o negras, y pese a este aumento de casos en las últimas décadas, se desconoce mucho al respecto”, explicó, según indica un comunicado.
Según las estadísticas, cada año se registran más casos de cáncer de piel que de mama, próstata, pulmón y colon juntos, y a decir de Roldán Marín, en esto influye un cambio de índole cultural, pues hoy tenemos prácticas no usuales en siglos pasados que nos exponen a uno de los carcinógenos ambientales más importantes: la luz del Sol.
“Si observamos cualquier cuadro del impresionismo —como Tarde de domingo en la isla de la Isla de la Grande Jatte (1884), de Seurat— notaremos que los personajes ahí representados portan sombrero de ala ancha, manga larga, guantes blancos, vestidos al tobillo y paraguas; pero las modas cambian y hoy la gente se expone más al Sol y lo hace sin protegerse. En la playa, los bañistas usan cada vez menos ropa y se exponen desde edades más tempranas”.
Al respecto, Roldán Marín argumentó que el asunto no es dejar de hacer vida al aire libre, sino tomar las precauciones debidas a fin de disminuir la posibilidad de desarrollar cáncer de piel, como usar gorras, sombrillas, prendas que cubran los brazos y aplicarse protector solar en las zonas expuestas, como rostro, cuello y manos.
Cada año se detectan 16 mil nuevos casos de cáncer de piel en México; no obstante, carecemos de una cultura de la prevención y esto se debe a que se ha soslayado el impacto de la enfermedad y solemos preocuparnos más por otros padecimientos, apuntó Roldán.
“El Sol provoca daños progresivos y acumulados y los rayos recibidos hoy tendrán repercusiones dos, tres o cuatro décadas después, por lo que deberíamos fomentar hábitos de protección entre los niños y enseñarles a usar bloqueador solar, así como les insistimos en lo necesario de lavarse los dientes tres veces al día para evitar caries”.
Para el profesor, es imperativo divulgar esta información, pues se sabe que el carcinoma basocelular es el cáncer más común entre los humanos —uno de cada cinco lo desarrollará—, “y si a esto sumamos que la piel es nuestro órgano más grande, es inexplicable que la tengamos tan olvidada y no le demos el suficiente cuidado”.
Lo que se sabe y lo que falta por saber
Fue hasta los años 70 cuando se determinó que la luz solar era la principal causante del cáncer de piel; desde entonces se ha avanzado mucho en este renglón. “Por ejemplo, hoy sabemos que el Sol produce tres tipos de radiación ultravioleta (UV): la C, aún filtrada por la capa de ozono; la B, responsable de las quemaduras solares, y la A, que por tener una longitud de onda más larga y menor cantidad de energía penetra más profundo, lastima y genera inmunosupresión en la dermis”, explicó Rodrigo Roldán.
Y en este casi medio siglo hemos avanzado mucho. Tan sólo basta recordar que en los años 80 el factor de protección solar (FPS) de los bloqueadores era de ocho y, si teníamos suerte, hallábamos de 10 (que es muy poco, el mínimo debería ser 30); en contraste, hoy podemos encontrar de 50+ en cualquier supermercado.
Se han hecho muchos estudios sobre el tema, aunque la mayoría en Europa, Canadá y Estados Unidos, así que se sabe muy bien las características del cáncer de piel en personas de tez blanca; aún falta ahondar en qué pasa con poblaciones con otras características, agregó el dermatólogo.
A fin de ejemplificar alguna de estas discrepancias, Roldán expuso que Australia es el país con mayor incidencia de melanoma por estar en la zona geográfica más expuesta al Sol “y por ello se estima que un australiano puede generar entre tres y cuatro a lo largo de su vida y, sin embargo, sobrevivir. En contraste, es poco probable que un mexicano desarrolle uno, pero de hacerlo es muy factible que fallezca por esto. Ello tiene que ver con la genética y aunque no sabemos bien por qué, todo sugiere que la piel más oscura, aunque más protegida, si contrae cáncer lo hace en variantes más agresivas”.
Para el académico, esta es evidencia de que se requiere mayor investigación sobre cómo el cáncer de piel afecta a nuestra población, ya que por ser producto del mestizaje tiene una carga hereditaria muy compleja. “Un europeo blanco hace melanomas en zonas donde recibió quemaduras solares mientras que, entre los mexicanos, el 45 por ciento aparece en zonas no expuestas al Sol, es decir, en las palmas de las manos, plantas de los pies y las uñas”.
Según datos de Clínica de Oncodermatología de la UNAM, a nivel mundial una persona muere de melanoma cada 52 minutos. Por ello es indispensable realizar más estudios enfocados a entender cómo se manifiesta esta enfermedad en diversas poblaciones “y no sólo entre los habitantes de las naciones más ricas”, subrayó.
La educación, la mejor herramienta
Cuando Rodrigo Roldán era médico en formación en el Hospital General Dr. Manuel Gea González llegó a diagnosticar a varios individuos con cáncer de piel y a referirlos al Instituto Nacional de Cancerología. “Ambos edificios están tan cerca que sus paredes casi se tocan y, pese a esa cercanía, los pacientes tenían que esperar tres semanas o más para ser atendidos, lo que es un exceso porque si el tumor detectado crecía un milímetro, ya era demasiado tarde”.
Para evitar este tipo de escenarios, el dermatólogo aseveró que la educación es el factor más importante, y no sólo la de la población, sino la de los profesionales de la salud pues, aunque según los registros en los últimos 30 años los casos de cáncer de piel superan en número al resto de los cánceres juntos, las escuelas y las facultades de medicina mexicanas le dedican apenas el uno por ciento de su currícula a la enseñanza y estudio de dicha afección.
“Si pudiéramos instruir a los médicos de atención primaria, de familia o generales en el uso del dermatoscopio (una suerte de microscopio de bolsillo) estaríamos del otro lado. Esto no es descabellado pues, así como saben manejar un estetoscopio para auscultar ruidos cardiacos y campos pulmonares, es posible adiestrarlos para que, con este aparato, reconozcan colores y estructuras no normales en la dermis y, al detectarlos, deriven al sujeto a atención especializada”.
A decir de Roldán Marín, un uso generalizado del dermatoscopio no sólo incrementaría de manera significativa la certeza diagnóstica de las variantes de cáncer de piel (como melanoma o carcinomas basocelular o epidermoide), sino que mejoraría nuestro sistema de referencia y contrarreferencia al permitirnos detectar tumores en etapas tempranas. Al extirpar un melanoma en las capas superficiales de la dermis el pronóstico de sobrevida es de 95 por ciento, pero si lo dejamos crecer un milímetro en profundidad (el tamaño de un ajonjolí) esta esperanza es de menos del 50 por ciento.
“Por desgracia, en México la mayoría de los melanomas se detectan en etapas avanzadas, sea por ignorancia de la población o por falta de reconocimiento en el primer nivel de atención, pues es poco probable que el médico general o el de familia le den a la piel la importancia merecida. Tenemos que comenzar a cambiar eso”.
Campaña universitaria
A fin de generar una cultura en este renglón, la UNAM —a través de la Clínica de Oncodermatología de la FM y la Dirección General de Atención a la Salud— está por lanzar una campaña enfocada en crear conciencia sobre la importancia de cuidar la piel y de aprender a detectar señales de alerta, adelantó Rodrigo Roldán.
“Es un problema serio y por ello buscamos entablar contacto con toda la comunidad universitaria y, en especial, con los estudiantes. El objetivo es decirles a los jóvenes que el Sol que reciben ahora tendrá repercusiones para cuando cumplan 40 o 50 años, y si empiezan a cuidarse hoy pueden reducir los daños del mañana. Aunque nuestro público mayoritario son los veinteañeros, la verdad es que ya vamos tarde, pues deberíamos estar haciendo esto, pero en las primarias”.
Para difundir esta información se usarán redes sociales, videos, entrevistas y material visual que se exhibirá en las diversas instalaciones de la UNAM —tanto capitalinas como foráneas— y en medios de transporte interno, como el Pumabús.
“Queremos dejar en claro la necesidad de estar conscientes de que la luz del Sol es un carcinógeno ambiental que nos afecta a todos, que es preciso aprender a cuidarnos y que el cáncer de piel, detectado en etapas tempranas, tiene una tasa de curación casi del 100 por ciento. Si logramos esto nuestra misión estará cumplida”.