Lilia E. Cárdenas Treviño, líder social y promotora cultural
CIUDAD DE MÉXICO, 31 de agosto de 2018.- La Dirección General de Culturas Populares, Indígenas y Urbanas de la Secretaría de Cultura presenta en la Sala María Sabina, del Museo Nacional de Culturas Populares, la exposición fotográfica Oculto y a la vista de todos. El sistema ceremonial otomí.
Muestra, añadió la Secretaría de Cultura en un comunicado, la perenne relación de este antiguo pueblo indígena con la naturaleza, en especial con los montes, y el ciclo agrícola a través de la labor de los m’bëfi, o en español, trabajadores del tiempo, encargados de llevar a cabo ceremonias de sanación, petición de lluvias y fertilidad de las cosechas, entre otros rituales.
El autor de estas 40 imágenes, Carlos Hernández Dávila, doctor en Antropología, comentó en entrevista que esta selección es el resultado de seis años de trabajo de campo en diversas comunidades del Estado de México.
«Se trata de acercar al público a este sistema ceremonial –casi intacto durante cientos de años– que se desarrolla a tan sólo a unos kilómetros de la Ciudad de México. Y aunque hoy se muestra con un rostro católico popular –resultado de la evangelización–, convive con las ceremonias en los cerros y los manantiales, entre otros elementos de la naturaleza», detalló.
Prácticas asociadas al calendario agrícola junto con los festejos de los santos patronos, la Semana Santa y de Todos los Santos y Difuntos en las comunidades otomíes de Monte Alto, Jiquipilco, Otzolotepec, Lerma, Ocoyoacac, Temoaya, Nicolás Romero y Chapa de Mota, entre otros municipios, exhiben el sincretismo de una religión.
«Estos ritos son tan vitales gracias a que se incrustaron en el calendario litúrgico de la iglesia católica, sin embargo, la sierra tiene una vida ceremonial muy vigorosa. Es un sistema al que le llamo la religión del pueblo, que conjunta la devoción católica con la religión del monte», expresó el también coordinador de la Licenciatura de Etnología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH).
Los mediadores en estas ceremonias, en las que intervienen las figuras de los dioses y la comunidad, son los chamanes o m’bëfi, a quienes les es dado el don de sanar, pedir la lluvia, el granizo, entre otras atribuciones, y que, según Hernández Dávila son los encargados de ‘negociar’ lo que las divinidades conceden o no. Dicha revelación se lleva a cabo a través del sueño. A decir del antropólogo, son rituales asociados al conflicto, base sobre la cual se sostiene el trabajo chamánico.
El pueblo otomí ha llevado también esta práctica de la negociación al ámbito de su historia. Hernández Dávila, aseguró que “la relevancia de este pueblo tiene que ver con el campo de la resistencia. Los otomíes se han resistido, han negociado su incorporación al mundo moderno».
Lo anterior se ejemplifica en una de las imágenes de la exposición, donde aparece un grupo de niños grabando con una tableta electrónica un ritual de sanación para mandarlo después a su pariente enfermo que está en Nueva York, quien ofreció una ofrenda para que se efectuara esta ceremonia, que luego él observará del otro lado de la frontera por su teléfono celular.
«El público se va a encontrar la imagen de una religión indígena que no es mística, sino vivificada. Que no es una abstracción espiritual, sino que atiende lo inmediata: la comida, la envidia, el mal de ojo, la enfermedad. Es un sistema que apela por la horizontalidad. Es un llamado para pensar que, si queremos vincularnos con la tolerancia como punto de partida, los pueblos otomíes tienen mucho que enseñarnos», aseguró Hernández Dávila.
Oculto y a la vista de todos. El sistema ceremonial otomí se expone hasta el 30 de septiembre próximo, en la Sala María Sabina del Museo Nacional de Culturas Populares, ubicado en Hidalgo 289, Colonia Del Carmen, Delegación Coyoacán, Ciudad de México.