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CIUDAD DE MEXICO, 7 de octubre (Quadratín México).- El 30 por ciento de los detergentes hechos en México no son biodegradables, como se afirma en sus etiquetas y publicidad, por lo que resultan potencialmente contaminantes y amenazan con alterar el ecosistema del país.
Así lo advirtió Gabriel Pineda Flores, investigador del Instituto Politécnico Nacional (IPN), quien realizó un estudio para evaluar un lote de diferentes detergentes.
Indicó que un detergente biodegradable ideal no debe tener color ni perfume y si los contiene deben ser en muy bajas concentraciones, así como una cantidad mínima o inexistente de fosfato; la concentración actual mínima considerada es de 15%.
El también integrante del Centro Mexicano para la Producción más Limpia (CMP+L) del IPN, sostuvo que en términos generales los detergentes ocasionan problemas a los ecosistemas porque son sustancias químicas ajenas al medio ambiente y son tóxicos para algas unicelulares, embriones de plantas, anfibios y peces.
Otro factor que influye en la contaminación de los cuerpos de agua son los aditivos que contienen los detergentes, los cuales disminuyen considerablemente la cantidad de oxígeno en el líquido.
“Los detergentes contienen sustancias que mejoran su función limpiadora como los fosfatos, pero si el contenido de estos compuestos es muy alto, al momento de descargarse en los cuerpos acuáticos crean un efecto de mayor concentración de nutrientes, entonces las cianobacterias, algas y otros microorganismos tienen mayores posibilidades de desarrollarse y consumen recursos como el oxígeno disuelto, lo cual ocasiona la muerte de peces, ranas y demás organismos acuáticos”, afirmó.
El científico reconoció que actualmente los detergentes tienen cada vez menos contenido de fosfatos, pues hasta hace unos años sus fórmulas incluían hasta 35 o 40 por ciento de estos compuestos y ahora tienen entre 15 y 20 por ciento, lo cual es una reducción importante.
“Los fosfatos son moléculas que permiten al detergente realizar con mayor eficacia la limpieza, en este sentido se trata de incluir en los productos un tensoactivo biodegradable, con el propósito de que al entrar los residuos de los productos de limpieza en contacto con el agua, suelo y el sedimento, sean eliminados por procesos naturales y sin causar problemas de toxicidad”, agregó.
Pineda Flores consideró que el hecho de que en el lote de productos evaluados el 30 por ciento de los detergentes que se comercializan actualmente en el país no sean biodegradables, se debe a la falta de asesoría y destacó que una de las funciones que realiza el Consejo Mexicano para la Producción Más Limpia es brindar este servicio a las empresas, a fin de que tengan la posibilidad de hacer una mejor elección de las materias primas que usan para su fabricación.
“Este problema no se presenta en las grandes compañías, sino en los productores pequeños que no cuentan con asesoría y siguen elaborando los detergentes con la misma formulación de hace muchos años. Ese punto es fundamental, pues es mucho más sencillo diseñar un producto desde su origen para que sea biodegradable, a tener que desarrollar procedimientos o tecnología específica para tratar a los productos que no son biodegradables”, aclaró.
Para evaluar la biodegrabilidad de los detergentes el especialista aplicó un método muy completo y efectivo, mismo que no requiere conocer la fórmula específica de los productos para valorar si reúnen las características de limpieza y si son inocuos o no para el medio ambiente, específicamente analizó productos que contienen el tensoactivo para-nonil-fenol.
El investigador politécnico informó que dicho tensoactivo además de usarse en la fabricación de detergentes también se agrega a la formulación de shampoo y productos cosméticos porque elimina muy bien la suciedad, pero causa problemas en el bienestar de los peces y anfibios, ya que se ha demostrado que al no degradarse produce alteraciones en la regulación hormonal de estos organismos.
Indicó que un detergente biodegradable ideal no debe tener color ni perfume y si los contiene deben ser en muy bajas concentraciones, así como una cantidad mínima o inexistente de fosfatos y para saber si un producto es o no biodegradable, con la técnica que aplicó en el laboratorio del CMP+L, a los 28 días el detergente debe haberse degradado 60 por ciento como mínimo.
Pineda Flores reiteró que como parte del servicio externo que ofrece el CMP+L, pone a la disposición de las empresas fabricantes de detergentes la asesoría técnica necesaria para generar productos amigables con el medio ambiente.
“Inicialmente se requiere una inversión que en realidad no es excesiva, y la recuperación del capital se da a corto plazo, ya que al promocionar que es un producto biodegradable se incrementan significativamente las ventas, se mejora la imagen de la empresa que lo produce y se contribuye al cuidado ambiental”, concluyó.
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