Atacan casa del subsecretario de Seguridad de Solidaridad, Quintana Roo
JUCHITÁN, Oax., 10 de septiembre de 2017. Los hijos piden comida y la desesperación por la falta de alimentos los comienza a enfrentar. Tienen dinero para hacerse de unos cuantos panes y agua, pero en la calle las tiendas están cerradas y en las que sí abrieron los anaqueles sólo tienen aire.
El matrimonio vive en el barrio de la iglesia de Angélica Pipi, cerca del centro de Juchitán. Su casa está de pie, pero sus bases y muros dañados la hacen ver parapléjica. De oficio balconero y herrero, Armando Zavala hizo tan buen trabajo con las puertas de su morada, que al momento de la sacudidas, se bloquearon y él y su familia quedaron atrapados durante más de una hora.
“Unos vecinos nos querían ayudar, pero tenían miedo a acercarse. Después mi esposo encontró una varilla de metal y con eso hizo palanca para sacarnos”, cuenta Yazmín Talavera.
Ella y sus hijos tienen dos noches durmiendo en la plaza pública, tapados por unas lonas, acomodados unos sobre otros, y tal parece que las demás noches por venir las pasarán igual. El gran problema de esta mañana es que no hay de comer.
Para el primer desayuno después y del temblor, el matrimonio se armó de valor y entró a la casa a buscar algunos totopos -alimento tradicional de la región – , un poco de chile, huevo y queso viejo. La comida que había en el refrigerador está echada a perder. Con el riesgo de contraer un malestar estomacal, la consumieron. El hambre acumulada era mucha y los hijos pedían más.
Yazmín Talavera de 50 años, pide paciencia y esfuerzo a los integrantes de su ralea, pero el saber que no hay alimento para los niños la sacude por la angustia.
De su alacena en mal estado rescató una docena de latas de atún que le han servido para paliar el apetito de los suyos. Todo lo ha tenido que racionar. El agua, más. Antes de que se azotara el suelo, Juchitán sumaba varios días sin agua potable.
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