Libros de ayer y hoy/Teresa Gil
Di no a la Autodenigración
Dentro de los deportes olímpicos sería conveniente gestionar ante el Comité Olímpico Internacional (COI) y su versión nacional la inclusión de la autodenigración, a través de la cual siempre llegamos a la conclusión de: para qué hacer las cosas bien o ser honesto…a fin de cuentas, así somos los mexicanos.
Mi desacuerdo con ese enunciado es total. Reconozco nuestra situación económica, política y social difícil, pero de eso a pretender que nuestra idiosincrasia es un estigma insuperable, definitivamente me niego a aceptarlo.
Hace algunos años, cuando llegó Vicente Fox al poder, un colega de Presidencia me dijo: -no mi Rodo, yo pensé que con el cambio de Partido íbamos a erradicar la corrupción, pero ya me di cuenta que ésta es idiosincrasia.
Frases como “el que no transa no avanza” o “no me den, pónganme donde hay” ilustran por qué muchos mexicanos somos conocidos en el mundo como la civilización del “alambrito”, para destacar nuestro ingenio para brincarnos pasos y resolverlo todo fácil y rápidamente.
Ver ejemplos de mexicanos ejemplares, jóvenes y adultos, me confirma la creencia de que éste es un país con muchos valores y personas valiosas.
Acostumbrados por los medios a creer que el hombre feliz es un hombre sin historia, le damos más valor y prestamos mayor atención a tragedias, guerras, explosiones, asesinatos en masa, delincuencia organizada, etc.
Sin embargo, mencionaré algunos ejemplos de paisanos inconformes con ese estigma de perezosos, transas, ignorantes, conformistas, resignados a nuestra idiosincrasia nefasta.
Bahigh Acuña, de 29 años, es un joven emprendedor que creyó en la democratización de la música y se animó a promover Spotify México, a través del cual millones de usuarios disponen de más de 22 millones de canciones en su auto, reproductores o dispositivos móviles.
Otro caso es el de Jorge Camil, de 31 años, fundador de ENOVA, un proyecto educativo de calidad, asistido por tecnologías de La información para cerrar la brecha digital en niños y adultos.
Me llama la atención el caso de Javier Okhuysen, de 32 años, creador de Sala Uno, una clínica de lucha contra la ceguera, en la cual se ha atendido a más de 60 mil pacientes y se le ha devuelto la vista a una gran parte de ellos, mediante un cobro mínimo. Lo sorprendente es que Javier es ingeniero industrial, no médico.
Entre los jóvenes emprendedores está también Enrique Lomnitz, de 30 años, fundador de la Isla Urbana, un sistema de captación de agua pluvial para las comunidades de bajos recursos; asimismo están dos jóvenes, fundadores de la empresa Carrot, de autos compartidos, basada en el proyecto Zipcar que funciona en 24 ciudades del mundo. Diego Solórzano, actuario de 26 años y Jimena Pardo, ingeniera industrial de 28, quienes comenzaron con tres automóviles y hoy tienen más de 20.
El proyecto Carrot es similar al de Ecobici, pero acá los usuarios disponen de vehículos nuevos y de buena marca.
Un ejemplo de abandono de la autodenigración, la confianza en sí mismo y la determinación por ser excelente es Isaac Hernández, quien a sus 23 años es el primer bailarín del Ballet Nacional de Holanda.
Quizás nos convenga más voltear los ojos hacia quienes desde el anonimato y el trabajo constante y de excelencia no viven en crisis, aunque su entorno sí lo esté.
Dos últimos ejemplos de optimismo son el equipo encabezado por el doctor Pedro Peña Santoyo y sus colegas Jaqueline González Alvarez y José Alberto Rangel Portillo, quienes aplican una molécula capaz de regenerar y acelerar el proceso de formación de nuevos tejidos en pacientes diabéticos, con lo cual se evita la amputación de miembros.
Por último, me viene a la memoria el reciente caso de los jóvenes campeones de la Olimpiada de Matemáticas de Hong Kong, quienes quedaron en el lugar 23 entre 602 participantes del mundo.
Kevin Beuchot, Ariel García, Antonio López, Victor Almendra, Olga Medrano y José Ramón Tuirán, obtuvieron cuatro medallas de plata y una de bronce en ese certamen.
Si la autodenigración era una mentira y nos la creímos, por qué no optar por pensar que somos grandes en lo que hagamos. Al fin, si nos creímos la mentira de que somos corruptos, transas y flojos y la hicimos realidad, puede ser más benéfico vernos en el espejo de quienes no compran esa realidad y se creen “la mentira” de la autorrealización y la confianza en sí mismos. Di no a la autodenigración.