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CIUDAD DE MÉXICO, 26 de mayo de 2020. — Un grupo de científicos del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICML) de la UNAM, liderado por Francisco Alonso Solís Marín, encontró restos de pepinos de mar en una ofrenda de la diosa mexica Tlaltecuhtli, en el Templo Mayor, en la Ciudad de México.
Junto con el arqueólogo mexicano Leonardo López Luján, director del Proyecto Arqueológico Templo Mayor, los expertos ya habían encontrado en 2011 restos de equinodermos (invertebrados marinos que tienen espinas en la piel), y ahora descubrieron las espículas que formaban el esqueleto interno de un pepino de mar, según detalla un comunicado de la Máxima Casa de Estudios.
“Por el confinamiento no hemos podido seguir buscando en los polvos de otras ofrendas para saber si hay más, pero lo más probable es que sí. Al principio pensábamos que se trataba de un hallazgo fortuito, pues tres de las especies de pepinos de mar encontradas son muy pequeñas, y podrían haber estado dentro de bases de corales que fueron arrancados, sin embargo, la cuarta especie hallada alcanza tallas mayores a los 20 centímetros de largo, de manera que indudablemente fue capturado para ser parte de la ofrenda”, dijo.
A través de pinturas, se sabe de la existencia de buzos mexicas que extraían productos del mar, y que mediante corredores eran llevados desde las costas del Pacífico hasta Tenochtitlán, resaltó el universitario.
Gran ofrenda
López Luján señaló que el monolito de la diosa Tlaltecuhtli es el más grande en la historia de la cultura mexica, y alberga gran cantidad de objetos y ejemplares de plantas, aves, mamíferos y organismos acuáticos.
“Han sido más de 12 mil los objetos recuperados de la ofrenda 126; en las otras no encontramos ni la mitad. Hallamos más de 15 especies de equinodermos asociados a las ofrendas del Templo Mayor, entre ellas seis estrellas de mar, tres especies de erizo, cuatro especies de galleta de mar, un biscocho de mar, estrellas quebradizas y cuatro pepinos de mar”, recordó Solís Marín.
Al igual que otros pueblos mesoamericanos, los mexicas acostumbraban enterrar grandes ofrendas en sus principales lugares de culto. La asociada al monolito de Tlaltecuhtli está compuesta por cuatro mil restos orgánicos que representaban la cosmogonía; esta actividad ritual se realizó durante el gobierno de Ahuízotl (1486-1502). Se cree que los animales eran sacrificados al momento del rito, y mientras más dotada era la ofrenda, la deidad era más respetada, detalló.
En 2011, el universitario y su equipo de investigación se percataron de la existencia de estrellas de mar en la ofrenda, tras analizar material pulverizado y reconstruir parte de sus esqueletos; también hallaron espinas pequeñas de ofiuros, pero este año, de una cucharada cafetera de polvo de las excavaciones descubrieron las espículas que formaban el esqueleto interno de un pepino de mar.
Pepinos de mar
Francisco Alonso Solís, también curador de la colección Nacional de Equinodermos del ICML, comentó que los pepinos de mar (holoturias) existen en el planeta desde hace 400 millones de años; en la actualidad se conocen cerca de mil 700 especies, que habitan en casi todos los ambientes marinos, sobre todo en aguas saladas poco profundas de los arrecifes coralinos. En México viven en todas las costas del país.
“Son importantes porque son los arquitectos del fondo marino. A través de su cuerpo pasan toneladas de arena en un año, son los responsables de que esté floja y no la sintamos como si fuera cemento; ellos remueven el sustrato y eso es importante ecológicamente, porque meten oxígeno en la arena para que otros animales sobrevivan”.
Científicos han validado que estos animales son fuente potencial de compuestos de alto valor agregado con propiedades terapéuticas, como péptidos bioactivos, vitaminas, minerales, ácidos grasos y colágenos, entre otros. En años recientes se descubrieron en ellos efectos benéficos para la salud, como la curación de heridas, neuroprotectores, antitumorales, anticoagulantes, antimicrobianos y antioxidantes.
El uso de los pepinos de mar como alimento y medicina tradicional comenzó en China hace casi mil años y continúa la sobreexplotación hasta la fecha, así como en otras regiones del mundo. En algunos países ahora es ilegal su consumo, lo que lo hace un producto costoso.
En Asia, África y México se desarrollan investigaciones sobre su reproducción sexual para hacer granjas y así evitar la extracción de poblaciones nativas.