La nueva naturaleza del episcopado mexicano
«El factor que ignoraron»
Todo estaba amarrado, listo, preparado, checado, una y otra vez, la Reforma Constitucional al Poder Judicial no podría ser detenida por nada en este mundo, esto último, por cierto, es una fanfarronada a cargo del presidente de la mesa directiva del Senado de la República, ni más ni menos que el flamante Gerardo Fernández Noroña.
Sin embargo, hubo un factor que ignoraron Andrés Manuel López Obrador y sus cuatroteístas legisladores, y no, no me refiero a los principales socios comerciales de nuestro país, Estados Unidos y Canadá, con quienes, en el colmo de la soberbia, hasta se indignó el macuspano porque osaron opinar sus embajadores en México que la reforma es un riesgo para las relaciones entre las naciones de América del Norte, atreviéndose el mandatario mexicano incluso a “pausar” la relación con estos países, un eufemismo que equivale más a un berrinche que a una estrategia diplomática seria.
Al factor que me refiero no es otro que el pueblo, ese ente que el presidente considera de su propiedad, de su usufructo único, algo que en la praxis pareciera ser verdad, pero que no representan en su totalidad el 54 por ciento de los votantes que acudieron a las urnas el pasado 2 de julio para respaldarlo, porque el pueblo de AMLO es sólo una parte de los millones y millones de mexicanos que no nos sentimos representados por él.
No obstante al paro de labores por parte de los trabajadores del Poder Judicial, al que se sumaron, tarde que temprano, jueces y ministros; a las manifestaciones, a las que se unieron ciudadanos en general, tomando plazas y avenidas a lo largo de todo el país, el 4 de septiembre, pese a estar impedidos por dos amparos interpuestos por juzgadores federales, la aplanadora legislativa de Morena y sus aliados, Verde y PT, aprobaron la Reforma al Poder Judicial, en lo general y en lo particular, sin cambiarle ni una coma, tal como lo mandató su líder.
Cabe destacar que el desaseo, la ilegalidad y la prepotencia por parte de los morenistas estuvieron a la orden del día, desde el momento en que eligieron el gimnasio de la Magdalena Michuca para que fuera sede alterna, sin las condiciones mínimas necesarias para constituirse como sede alterna del Poder Legislativo, bueno, ni para ser albergue de damnificados por sismo (toco madera, no olvidemos que es septiembre) hubiera servido, pero la primera opción era el Centro Banamex, un ejemplo del neoliberalismo y el despilfarro, según ellos, quienes poco tardaron en demostrar su hipocresía, ya que se montaron un banquete en cuestión de minutos en la sede alterna, claro sólo para ellos, porque son muy dignos, humildes y austeros; pero nunca muertos de hambre ni tarugos, total, el erario público paga.
En teoría sólo les quedaría la aduana del Senado para aprobar la Reforma al Poder Judicial y, aunque les falta un voto para alcanzar la mayoría calificada, ya el propio Adán Augusto López empezó a maromear para querer cambiar la Ley, una vez más, y que con sólo 85 votos, y no los 86 que serían las dos terceras partes de la cámara alta, puedan concretar la venganza contra el único contrapeso que les ha impedido tener el poder absoluto.
Pero retomo el sentido de mi texto de hoy, ya que al referirme al factor del pueblo, incluyo también a los estudiantes, miles de ellos, de distintas universidades públicas y privadas, principalmente de la carrera de Derecho, pero cuya causa ha ido ganando adeptos rápidamente entre muchos otros jóvenes que sí piensan, que sí reflexionan, que no caen en la trampa de votar a los jueces, premiando no su capacidad, sino su popularidad y, en última instancia, su suerte, al elegirlos hasta por tómbola.
Son, tal vez, estos últimos, los estudiantes, la parte que más les preocupa, o debería de preocuparles, a AMLO y a Sheinbaum, del factor que le comenté en un inicio, porque son ellos los que no se dejan comprar, los que no se dan por vencidos, los que no les preocupa que les digan acarreados, saben bien que cuando el gobierno los acusa de ser borregos están escupiendo al cielo.
No digo que no vaya a aprobarse la Reforma, ni ésta ni otras más, tampoco que no vaya a tener la futura presidenta todo el poder del Estado para hacer y deshacer a sus anchas, con apoyo incluso de otros poderes fácticos, pasando por encima de los intereses de quienes no estén con ellos, de quienes no piensen como ellos. Yo sólo digo que así como el 2 de octubre no se olvida, tampoco se olvidará el 4 de septiembre, ni lo que venga después, que, seguramente, cambiará la historia de nuestro país.