Visión financiera/Georgina Howard
Ni derechos ni humanos
La reelección de Rosario Piedra Ibarra al frente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos va mucho más allá de sólo la desvergüenza de los legisladores morenistas (que demostraron no ser ni derechos ni humanos) al elegir, una vez más, al peor de los perfiles propuestos, ahora sí de manera más que comprobada, porque cuando se hizo el descarado fraude de boletas, a la vista de todos, hace cinco años para que cubriera su primer periodo como ombudsperson de la nación, el mayor “pero” era su abierto fanatismo por el ex presidente López Obrador (y estoy tratando de ser moderado con esta definición, créame), pero en esta ocasión su ineptitud al frente del organismo, además de ser comparsa del oficialismo, no hizo sino confirmar que era la peor propuesta para el cargo.
Y es que sigue siendo el mayor argumento (único, si acaso) para su designación ser hija de una de las luchadoras sociales más destacadas de la historia reciente de México, Rosario Ibarra de Piedra, quien, si viviera, se volvería a morir de la vergüenza de ver como su prole ha pisoteado su apellido y su legado.
Pero antes de referirme al trasfondo de este tema, tengo que dar un poco de contexto. Rosario Piedra fue la peor calificada de las doce propuestas finalistas, lo cual no impidió que se colara hasta la terna final, junto con Nashieli Ramírez, actual presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México, así como Paulina Hernández Diz, académica de la UdeG.
De esta forma, fue evidente que Piedra Ibarra era la favorita de una sola persona, pero con eso le bastó, porque esa persona es ni más ni menos que el originario de Macuspana, por lo que su operador en el Senado de la República, Adán Augusto López, coordinador morenista de la Cámara Alta, se encargó, más que de cabildear, de avasallar, amenazar y convencer a como dé lugar a su correligionarios de avalar a Chayito.
El problema es que esta decisión se brinca directamente a la también Nashieli, respaldada por la actual presidenta de México, Claudia Sheinbaum, con lo que dejan claro quién manda de facto, porque sólo sus chicharrones siguen tronando, como coloquialmente se suele decir, y me refiero a “Ya saben quién”.
Tan es así que de poco contó que Piedra no sólo tuviera una gestión pésima, por decirlo sutilmente, al darle siempre la razón a las autoridades señaladas de abusos en casi todas las quejas que se presentaron ante la CNDH, haciéndose de “la vista gorda”, cuando de señalar al gobierno federal se trataba, sino que además se aventó la puntada de falsificar una supuesta carta de recomendación que disque le había escrito a su favor el obispo emérito de Saltillo, Raúl Vera, quién, al enterarse del apócrifo documento, la desmintió de inmediato, sin que esto tuviera ninguna consecuencia.
Y si todo esto no fuera suficiente para darse cuenta de la poca calidad humana, moral y profesional de doña Chayo, vale la pena recordar cómo a principios de este año se aventó la puntada de querer desaparecer la propia Comisión Nacional de los Derechos Humanos para suplirla por una Defensoría del Pueblo, puntada que, al no tener mayoría calificada aún Morena en el Legislativo, no pasó a más.
Lo que sí me queda claro es que, además de condenar al olvido la defensa de los derechos humanos y garantías individuales en nuestro país, al menos hasta el 2029, también se está gestando un conflicto interno en Morena, uno en el que los posibles disidentes o se alinean con su líder moral omnipresente o se arriesgan a ser dejados fuera de la bacanal de poder que disfrutan las huestes cuatroteístas, para lo cual, dependiendo del insurrecto, podrían llegar incluso a pedir la revocación de mandato para la presidenta Sheinbaum.