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Libros de ayer y hoy
CIUDAD DE MÉXICO, 13 de mayo de 2020. — Hay una realidad que no podemos seguir evadiendo por más tiempo; en la mayor parte de los estados y municipios, ha fracasado el modelo de seguridad pública. La constante en los cuerpos de seguridad, es el abandono, la falta de evaluaciones sólidas, una ausencia de capacitación, débiles filtros de selección, lo que vuelve a estas instituciones campo fértil para la corrupción y en el peor de los casos, las convierte en un brazo y refugio de los grupos criminales de las entidades.
Estos cuerpos policiacos tienen la primera responsabilidad de cuidar la integridad de la ciudadanía, si estuvieran cumpliendo a cabalidad, no estaríamos viviendo la militarización del país. Es una estrategia derivada de la omisión de autoridades, como las de Chihuahua, donde el Gobernador ha sido incapaz de brindar la seguridad que exige la gente, y se diluye en debates burocráticos cuando su primer deber es velar por la vida de la población.
El gobierno federal tiene la obligación de apoyar, pero el trabajo real y la responsabilidad cae sobre los Estados “soberanos”. No pueden exigir un nivel de soberanía sobre los retos de las entidades, sin poder cumplir con sus deberes más importantes de defender la vida de sus gobernados.
La militarización de México, a todas luces cuestionable, se explica en gran medida por lo que se ha dejado de hacer en las entidades federativas. De continuar estas omisiones, no habrá fuerza pública, ni militar ni civil, capaz de garantizar la vida y patrimonio de los mexicanos.
Bryan LeBarón