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CIUDAD DE MÉXICO, 27 de septiembre de 2020.- Aun cuando el número de burros ha disminuido no están en peligro de extinción, afirmó Mariano Hernández Gil, especialista de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia (FMVZ) de la UNAM, quien explicó que su decremento puede deberse a que en los censos se reportan los animales que están en las unidades de trabajo rural, pero las personas suelen tener más de ellos en cerros y montañas.
Expuso que de acuerdo con el INEGI, de 1994 a 2010 el número de estos équidos se redujo en 61.9 por ciento, al pasar de un millón 527 mil ejemplares a 581 mil.
La urbanización, explicó, ha generado que en algunas zonas de México se pueda prescindir de ellos, pero en otras contribuye a la seguridad alimentaria, al desarrollo sostenible y a reducir la vulnerabilidad de las personas.
“Los burros están lejos de desaparecer porque todavía son muy útiles y son muy apreciados en términos económicos y afectivos, en muchas partes del país”.
Mercado de piel
El jefe del Departamento de Medicina, Cirugía y Zootecnia para Équidos de la FMVZ manifestó que otra razón de su disminución puede ser que existe un mercado para la piel del burro a nivel global, ya que en China se le utiliza para elaborar “eijao” al que se le atribuyen efectos benéficos para la salud.
“La colágena de la piel de burro es muy especial y este producto lo elaboran con ella. Sí es real, hay reportes suficientes de esta demanda a nivel mundial de piel de burro, por parte de China”, dijo el experto.
Con ella se elabora una “gelatina exótica” o “tónico de la sangre” que se usa para la anemia, dolores menstruales o tos severa, aunque también se utiliza para mejorar el rendimiento físico, según anuncios de Internet.
En algunos países de África, agregó el universitario, se ha prohibido el sacrificio de asnos al darse cuenta que si acababan con ellos eliminarían a un actor importante en la seguridad alimentaria y el desarrollo sostenible de muchas comunidades.
Hace un par de años, ante el boom de este mercado, su valor en México pasó de 300 a tres mil o seis mil pesos. Sin embargo, en poco tiempo, las comunidades se dieron cuenta de su papel fundamental. “Hoy les preguntas a las personas por qué no venden su burro y te contestan que lo necesitan”.
En regiones semiáridas de nuestro país, prosiguió el también maestro en Ciencias, hay lugares donde sólo pueden sembrar maíz a pie o en burro; además, existen comunidades donde principalmente mujeres, niños y adultos mayores lo requieren para el abastecimiento de agua, leña y forraje para otros animales.
“Los caballos y las mulas son más grandes, más fuertes y más reactivos que los burros y resultan menos manejables. Por su tamaño, su nobleza y porque tiende a establecer vínculos más fuertes, el burro es más usado”, expresó.