Desafíos: 3 de diciembre, día de la persona migrante con discapacidad
Elvira no entendía el por qué de esas frases; a ella sólo le interesaba en esos momentos que los doctores le quitaran el dolor que nacía del fondo de la pelvis, le circulaba por los ovarios, le subía al pecho, luego a la nuca y en una vertiginosa bajada le llegaba hasta la punta de los pies; para luego estacionarse en el pecho y paralizarle las extremidades inferior y superior del lado derecho de su cuerpo.
De momento el suplicio se calmaba, pero luego arremetía con más fuerza hasta dejar en la inconsciencia total a Elvira.
Cuando ella regresaba a la realidad, las manos de los médicos hurgaban en su cuerpo; intercambiaban diagnósticos que ella no entendía; miradas que reflejaban preocupación.
Ese pequeño espacio donde se encontraba tendida se volvía un caos con los lamentos de los otros enfermos que estaban alrededor de ella y que aumentaban su desesperación.
Elvira sólo quería que le quitaran aquel tormento que la hacía morir.
Algo andaba mal, infería Elvira, pues luego de observarla con esos aparatos que ella nunca había visto ni sabía para qué servían, los médicos, lejos de ella, en cónclave y con expresiones de nerviosismo, intercambiaban opiniones.
Inesperadamente el dolor volvió, de nuevo perdió el conocimiento. Cuando recobró los sentidos, los médicos y enfermeras se movían de un lado a otro como hormigas; ahora estaba segura de su gravedad.
Un hombre, del personal médico se le acercó:
–Va a tener que firmar un documento, ¿cree qué pueda hacerlo?
–¿Para qué es ese documento?
–Es su autorización para meterla a cirugía.
–¿Pero qué es lo que tengo, por qué me van a operar o de qué…?
–Al parecer tiene un embarazo ectópico.
–¿Embarazo eptópico, ectópico, qué es eso?—el enfermero ya no la escuchó.
Hasta entonces entendió lo que su hermano mayor le decía unos momentos antes.
Sin embargo su expectación creció, pues no entendía cómo es que estaba embarazada. Ella sabía que un embarazo sólo se da cuando se tienen relaciones sexuales. No se explicaba que estaba embarazada si ella no tenía relaciones con nadie.
En ese análisis estaba, cuando su hermano interrumpió sus pensamientos.
–Me pidieron que firme yo la autorización para que te intervengan quirúrgicamente, qué hago, lo firmo?
–¡Sí claro! Lo único que quiero es que me quiten este dolor, creo que ya no voy a aguantar más, siento que me mu…
Ya no pudo terminar la frase porque el dolor de nuevo la llevó al desmayo. Las enfermeras que presenciaban la escena, de inmediato pasaron el cuerpo de Elvira a otra camilla y casi corriendo se la llevaron al quirófano.
En la sala de espera del hospital, mientras que la familia aguardaba que terminara la operación, el tiempo se les iba en pensar cómo conseguir la dirección del novio de ella para buscarlo y obligarlo a que cumpliera como hombre.
A la madre y a los hermanos de Elvira poco les importaban las penurias que estaba pasando en aquella sala de cirugías y que se debatiera entre la vida y la muerte. Para ellos lo importante era el por qué había deshonrado el apellido de la familia.
Pasaron más de dos horas desde aquel último desmayo. Cuando recobró los sentidos, ya nada le dolía. Sentía que había vuelto a nacer, sin embargo un fuerte frío le recorría todo el cuerpo que la hacía temblar y tiritar los dientes.
Los labios los sentía resecos y una tremenda sensación de sed la obligó a pedir agua. La enfermera le acercó un algodón mojado que apenas le humedeció los labios. Le explicó que no podía tomar agua, pues acababa de salir de cirugía y no era conveniente para su recuperación.
Los calmantes y el agotamiento la sedaron hasta dejarla dormida por horas. Cuando despertó su madre estaba junto a ella; le acariciaba la cabeza al tiempo que la miraba con misericordia y cariño.
¿Qué había pasado?, se preguntaba Elvira. Aun con los dolores y la inconsciencia que da la anestesia en una operación, en su mente estaban las palabras del médico: un embarazo ectópico. Pero además ¿qué había sucedido?, para que su madre la mirara con tanto arrepentimiento.
Rápido las respuestas a sus cuestionamientos llegaron. El médico entró a la habitación donde se recuperaba y le explicó la causa de los dolores y desmayos:
“No era embarazo, padecías de quistes en los ovarios, varios de ellos se reventaron y te provocaron hemorragias internas que si no te hubiéramos atendido a tiempo hubieras muerto; como eran muchos los quistes alojados en el ovario derecho, tuvimos que cortar parte de éste. La operación salió bien, ahora sólo necesitas reposo absoluto por varios meses y podrás hacer tu vida normal…”
Un mal diagnóstico médico había puesto en tela de juicio la virginidad, la honra, la reputación de Elvira.
Ella no sabía que le enfadaba más, si el equívoco de los doctores o la desconfianza de su familia al haber prestado oídos a una difamación; no importaba que ésta se hubiera derivado de un diagnóstico médico impreciso, pues al fin y al cabo habían difamado su reputación como mujer.
QMex/mmv