HISTORIAS COMUNES: El misterio de las USB

30 de julio de 2012
 , 
12:00
Marypaz Monroy Villamares

Los pocos clientes que se arriesgaban a quedar en el local, después de medio superar el sobresalto y ponerse en alerta por cualquier sorpresivo ataque del sujeto en cuestión, sin lugar a dudas se hacían la pregunta obligada: qué hace un tipo como este, sentado en la sala de espera de un establecimiento de venta de productos fotográficos y revelado?

Pedir limosna, sería una de las respuestas, o quizá se metió al local a curiosear o a robar, pero como los encargados del negocio temen despertar la ira del intruso, no se atreven a echarlo del lugar…

Cualquier opción podría ser válida, sin embargo, al paso del tiempo y de la larga permanencia del muchacho en ese sitio, la incógnita se acrecentaba aún más, pues nadie podía tener la respuesta exacta que justificara su estancia en local comercial.

En la cabeza de todos bullía la pregunta: qué podría hacer un joven de aspecto descuidado, con un hedor tan picante hasta lastimar el olfato, con una camisa mugrienta arremangada hasta los codos, tan amplia que más bien parecía bata, con pantalones holgados con el tiro casi a la mitad de las piernas, viejo y raido de la valenciana por la fricción diaria del suelo con los tenis, igual de gastados que el pantalón grasiento.

Nadie podría dar una respuesta cierta, lo real era que también la aprensión iba en aumento, se manifestaba en el tamborileo de los dedos en el mostrador, en el no quitarle la vista de encima al sujeto para estar alerta por cualquier ataque sorpresivo, en el movimiento acelerado de los pies, en la apuración por ser atendidos rápidamente y salir lo más pronto posible de ahí.

Un marcado nerviosismo se apoderaba de todos. Mientras, el sujeto esperaba sentado con los brazos cruzados. Con su mano derecha apretaba fuertemente una bolsa de plástico, la que todos pensaban que era su “mona”. De vez en cuando expresaba algunas incoherencias, hablaba solo, alzaba las manos y miraba al techo, se levantaba de su asiento, daba vueltas como imitando a los perros, y hacía señas a los encargados del mostrador, luego, se volvía a sentar y volvía a esperar…

El tiempo pasó. Para todos una eternidad, pero apenas habían transcurrido 20 minutos.

De pronto la tensión se recrudeció, los pocos clientes que ahí permanecían se quedaron paralizados de terror al ver que abruptamente entraban al lugar dos sujetos intoxicados tipo cholo, iguales, al que estaba sentado ahí desde hace tiempo atemorizando con su presencia.

De nuevo todos se pusieron en alerta, dando por seguro que era inminente el asalto…

Con actitud osada, pero tambaleantes por lo drogados que iban, se dirigieron los dos al mostrador, cuando estuvieron frente a los encargados, cada uno de ellos metió la mano a una bolsa de papel, de aquellas en donde entregan las fotografías, todos se espantaron, esperaban ver de un momento a otro, sacar las armas con las que serían amagados.

Los corazones, de los clientes que ya se habían resignado a ser asaltados a mano armada, y que hacía unos instantes latían a mil por hora, de pronto se pararon en seco al ver que los dos cholos lentamente sacaban de las bolsas una… USB, sí una USB, que de manera rápida y atropellada entregaron al personal del local fotográfico.

Y  así como entraron, los dos tipos salieron del lugar.

A los ojos de los que se encontraban ahí, el hecho fue inaudito, no podían creer lo que estaban viendo, pues todos ya se veían y se sentían asaltados por esos dos jóvenes drogados.

La frase de uno de los empleados que alcanzó a decirles: “mañana en la tarde están listas…”, rompió la tirantez del ambiente.

Mientras que cada uno de los clientes poco a poco recobraba la serenidad y el pulso, pues fueron instantes de suma tensión, el otro sujeto se arrellanaba en el asiento. Al estirar los brazos, dispuesto a seguir esperando, soltó la bolsa de plástico que apretaba con su mano derecha. Entonces todos pudieron ver que no era su “mona” la que custodiaba celosamente, sino una USB, una USB que rápidamente, como se lo permitió su “estado”, recogió y guardó en un morralito que llevaba oculto en la axila izquierda.

Una vez que escondió la bolsa con la USB, miró a todos lados para asegurarse que nadie de los ahí presentes, se hubiera dado cuenta de su existencia y en donde la había metido, su actitud denotaba temor porque alguien se la quitara.

Entonces surgieron otras incógnitas: qué hacían tres tipos como ellos, drogados e ignorantes de la tecnología, con una USB; qué contenían: qué clase de información, imágenes, quién o quiénes les habían ordenado llevarlas a un establecimiento de venta de cámaras fotográficas y revelado…?

QMex/mmv/arm

 

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