HISTORIAS COMUNES: Pablo se fue

20 de agosto de 2012
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14:56
Marypaz Monroy Villamares

Lola preocupada por la partida de su hijo de la casa del padre, pero también sorprendida por la actitud de “Magdalena”, que Fausto adoptaba ante la ida de Pablo, lo escuchaba pacientemente; era tanto el dolor y la desesperación que no se atrevía a interrumpirlo, menos hacerle algún reproche.

Dicen que la vida se encarga de poner a cada persona y a las cosas en su lugar, y éste era uno de esos casos. Hace muchos años, su hijo Pablo le rogó, le lloró, le imploró para que no se fuera del hogar; para que no los abandonara a él y a su madre.

Pero Fausto no tuvo ninguna conmiseración por ellos, pues estaba envalentonado por el amor que decía tener a su secretaria, a la mujer por la que cambió el cariño de Pablo, su hijo, y la adoración, la dedicación, la entrega absoluta de Lola, ahora su ex esposa.

Él no dudó en abandonarlos. Con la mano en la cintura, con una sonrisa y actitud cínica los sacó de su vida. Se fue de la casa donde por años vivió un matrimonio que Lola se encargó de llenarlo de amor, respeto, apoyo y mucho trabajo.

A Fausto no le importó que su hijo tuviera siete años y que Lola, hija de una familia de rancia aristocracia, cambiara el abolengo y la herencia, por un hombre que vivía en una modesta vecindad y que no tenía riquezas, pero que había jurado hacerla feliz.

Fausto dejó un bello hogar, en donde el otro pilar de la familia, era una hermosa mujer ausente de prejuicios sociales, pero llena de amor, entrega y esfuerzo para apoyar al amor de su vida.

Como toda pareja que inicia, fincaron su hogar en un edificio de interés social, nada comparado con la residencia en la que ella nació y creció. Juntos comenzaron desde abajo una empresa dedicada a la venta de productos cárnicos. Ambos, con mucho amor iniciaban su jornada de trabajo al amanecer.

Lola no se amedrentaba ante nada, igual cargaba las cajas de carne aun estando embarazada, que vendía a las afueras del mercado, situado a unos cuantos metros de la aristocrática casa de su madre.

Para Lola no existía nada que la detuviera. Estaba decidida a darle un futuro mejor a su hijo y apoyar para que se lograran los sueños de Fausto: tener su propia empresa, ser su propio jefe, para que la familia de ella ya no lo ninguneara.

La adoración por Fausto era más fuerte que el desamor de su madre y la tristeza por la consabida ruptura familiar. Ella era feliz porque tenía el “amor verdadero” y desinteresado de Fausto. No había actividad que ella no le entrara de frente, con la cabeza en alto y con el orgullo de estar luchando por su matrimonio, por su familia.

No había lujos, no había vacaciones, ni salidas al cine, menos viajes al extranjero. No había joya, no había comidas en restaurantes, tampoco ropa bonita, ni de marca, pero a ella nada le importaba, eso no le quitaba el sueño.

El esfuerzo de los dos dio frutos. De ser un puesto ambulante fuera de un mercado, se convirtió en una empresa bien establecida, pasó a ser una distribuidora de las cadenas de tiendas de autoservicio, con secretaria, empleados y una flotilla de camiones repartidores.

También dicen que cuando: “la pobreza entra por la puerta, el amor sale por la ventana”, pero en esta historia esta máxima popular no aplicó. En cuanto las ventas subieron y las ganancias fueron mayores, el amor de Fausto por su familia salió por la puerta grande.

Lola, la hermosa mujer comenzó a padecer el desamor y la ausencia de su esposo. Sin embargo el matrimonio siguió, pero acompañado de desplantes hacia ella, como queriendo lavar todas las ofensas hechas por la familia de Lola.

Pablo, también pasó a segundo plano, en cambio la atención fue para los tres hijos adolescentes de su secretaria. Ellos, igual que su madre se convirtieron en el objetivo diario para Fausto, labrar un gran patrimonio para la “nueva familia”.

La vida de Lola se convirtió en una maraña de celos, amor y coraje. No sabía qué hacer; su dedicación, su adoración, su belleza, su hijo, ya no eran motivo para retenerlo.

Sin embargo cuando él cayó enfermo por muchos meses, ella vio ese periodo de afección como una oportunidad para recobrar el amor de Fausto.

Durante meses la vida de Lola giró alrededor de la cama de Fausto. No dormía, no comía… Su amor y el deber de esposa no le permitían abandonarlo a su suerte. Ahí estuvo, a su lado hasta que él se recuperó de la cirugía que le practicaron.

En el tiempo de convalecencia, Fausto abandonó el trato displicente con el que se dirigía a ella, por ello, Lola pensó que había ganado la partida, no obstante la catástrofe apenas venía.

Al pie de la escalera con varias maletas a su alrededor, Fausto con actitud prepotente y soberbia, le anunciaba a Lola que se iba de la casa, que ya no podía más, que no podía seguir viviendo a su lado, que era una tortura para él vivir con ella…que si esto, que si lo otro… Fue una retahíla de motivos para justificar el fin del matrimonio.

—Pero tú no te puedes ir así—le imploraba Lola.

—¡Claro que puedo!, sólo estaba esperando a que el médico me diera de alta. No te lo había dicho pero hoy me dio de alta, por eso hoy mismo me voy…

-Papá no te vayas, yo te quiero…me voy a portar bien, pero no te vayas, te juro que me como todo y voy a estudiar mucho, pero no te vayas…— le rogaba Pablo, que al tiempo que pataleaba, se le echaba a los pies y con los bracitos fuertemente apretados alrededor de las piernas le impedía que caminara.

El llanto, el jaloneo, las súplicas, nada impidió que se fuera. Un rosario de injurias, palabras soeces, reclamaciones, una mirada despótica y el estruendo del portazo, que cimbró corazones y los muros de ese hogar, sellaron la vida familiar con Lola y Pablo.

Por eso, Lola no podía creer que Fausto sollozara como una “Magdalena”, que suplicara el regreso de Pablo a la casa paterna.

Ahora le tocaba a él. Ahí estaba implorando el regreso de su hijo, de Pablo, a quien por muchos años le negó su presencia, su amor paterno, su apoyo económico. Fausto, quien fue capaz de hacerse pasar como el chofer de su propia empresa, para no darle a su hijo la manutención, la pensión que le correspondía.

—Perdón que te hable, espero que tu pareja no se moleste; es que no tengo a quien acudir…estoy solo…me siento solo y sólo pensé en ti…no sé cómo hacer que Pablo entienda que no puede irse de la casa, aquí tiene todo… Dice que está harto de mí, que no me soporta, que soy inflexible, que quiero dirigir su vida; no es cierto, yo sólo busco su bien…

Sabes, a través de los años me di cuenta que eres una excelente mujer, una buena madre…recurro a ti porque tu hijo te ama, a ti sí te va hacer caso, dile que vuelva, que voy a cambiar, que seré más flexible, que trataré de entenderlo, pero que vuelva…

QMex/mmv

 

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