La nueva naturaleza del episcopado mexicano
Dos Bocas y la Ley del Garrote
El video cubrió los espacios televisivos y llenó de indignación a quienes lo contemplaron. El hombre vociferaba desesperado, mientras se cubría el rostro con sus manos, sangraba y gritaba: “¡¡Voy a perder mi ojo malditos!!” Una bala de goma le había impactado en la cara.
Las imágenes se volvieron un remolino. Trabajadores vestidos con uniforme y casco de color naranja, distintivos de la empresa privada ICA Fluor fueron perseguidos por policías estatales de Tabasco y por elementos de la Secretaría de Marina. Fueron golpeados y envueltos por una nube de gases lacrimógenos.
Se escucharon disparos de arma de fuego y de balas de goma. Las cámaras grabaron las lesiones provocadas por los proyectiles en los cuerpos de hombres que fueron cargados por sus compañeros y asistidos por cuerpos de emergencia.
Su exigencia de pago de salarios, que les fueron recortados, y el establecimiento de horarios laborales no excesivos, terminó en un acto de violencia, como no se había visto en muchos años.
La represión en la cuna del presidente Andrés Manuel López Obrador y en una de sus principales obras, fue implementada por elementos de la Secretaría de Marina y por policías estatales de un gobierno controlado por Morena, su partido. Aquí hubo balazos y no abrazos.
El miércoles 13 de octubre, la entrada de la refinería de Dos Bocas, la majestuosa obra del presidente López Obrador, se volvió un campo de batalla y nadie lo pudo evitar.
La represión contra empleados de Dos Bocas, captada por cámaras de televisión y celulares, registrada por grabadoras, fue un hecho indiscutible. Hay responsables de ese acto, que no han sido detenidos. La obra se construye sobre la sangre de trabajadores.
En hilera vinieron los deslindes de las autoridades federales, estatales, municipales, de los líderes sindicales. Nadie tuvo la culpa. Vaya cara dura, vaya cinismo. Les faltaba decir que los trabajadores se golpearon a sí mismos.
¿Con que cara, el gobernador provisional de Tabasco, el morenista Carlos Manuel Merino Campos, lamenta el enfrenamiento entre trabajadores y policías estatales, cuando él es el responsable de ese cuerpo de vigilancia y la orden de reprimir tuvo que salir de su despacho?
¿Con que cara, la secretaria de Energía, Rocío Nahle, ¿minimizó el uso de la violencia, que fue constatada por las cadenas televisivas y se atrevió a decir que sólo está inconforme un “grupito” de 10 personas?
¿Con que cara, la empresa ICA Fluor asegura que les paga salario completo a trabajadores, cuando los afectados demuestran que sus salarios son recortados hasta 50 por ciento?
¿Con que cara, el líder local de la CTM, Ricardo Hernández Daza, se apropió de la bolsa de trabajo de la obra, para decidir quien es contratado y quién no?
¿Con que cara, la diputada de Morena, Susana Prieto, azuza a trabajadores para enfrentarse al grupo que encabeza Hernández Daza y con ello agravar más el clima de tensión en Dos Bocas?
¿Con que cara, el líder la Confederación Autónoma de Trabajadores y Empleados de México (CATEM), el senador Pedro Haces, dice no tener afiliados de su central en Dos Bocas, cuando el mismo presidente López Obrador le hace un llamado para solucionar el conflicto?
Que no se olvide que, en Tabasco, en julio 2019, se aprobó en el Congreso de esa entidad, la llamada Ley Garrote, que prevé que “si alguien no tiene facultad legal e impide que se ejecuten trabajos y obras públicas o privadas, se le podrá aplicar una pena que puede ir de seis hasta los 13 años de prisión. Las mismas penas se aplicarán a quien obstruya el acceso de personal o de maquinaria al lugar destinado para la ejecución de trabajos u obras”.
Esos cambios se impulsaron justo cuando el Gobierno Federal alistaba la construcción del Tren Maya y de la refinería de Dos Bocas. En su momento, el presidente López Obrador negó que al impulsar esta ley se buscara hacer frente a las inconformidades que pudieran surgir frente a estas obras. La realidad lo desmintió, ahora a los trabajadores inconformes se les puede aplicar todo el rigor de esa legislación echa a modo y pueden ser encarcelados por “impedir” la realización de esa obra.
Pero la represión no sólo ocurrió el miércoles 13, sin que continúa en contra de quienes se atrevieron a participar en la manifestación. El jueves 14, a 500 trabajadores de ICA Fluor les quitaron sus credenciales y fueron retirados de su área laboral.
De manera abusiva, de acuerdo con la denuncia de trabajadores, les fueron retirados sus teléfonos celulares, revisados y borrados los videos que pudieron ser grabados el día de la manifestación.
El jueves surgió el rumor de que arribaría un grupo de choque y miles de trabajadores abandonaron las instalaciones de la refinería. No esperaron a confirmar con su cuerpo si la versión era verdad y huyeron de Dos Bocas.
Ismael Leija Escalante, líder de trabajadores, equipara a lo sucedido en Dos Bocas con las protestas de trabajadores por una vida mejor en el norte del país, en vísperas de la Revolución Mexicana, que fueron reprimidas por militares y policías convocados por empresas privadas, lo cual finalmente fue el detonante del movimiento armado que incendió al país.
Así está el torbellino de los intereses políticos y económicos en Dos Bocas y, en medio de ello, los trabajadores que sólo quieren ganar el diario sustento.
El conflicto atrapó a una de las principales obras del presidente López Obrador, en su misma tierra, en donde cualquier impedimento para frenar construcciones públicas está penado seriamente por la ley. Debía preocuparle que el problema se resuelva sin violencia y no se agrave.
Sea como sea, hubo represión en Dos Bocas, una de las obras insignias del presidente López Obrador, que se está construyendo sobre sangre de trabajadores.